LA JORNADA DE LIGA

Llegar, jugar y ganar

El Barça se bajó a tiempo del autocar, goleó a Osasuna y firmó el séptimo triunfo fuera de casa

Messi controla el balón ante Sergio, en la primera parte, cuando tuvo una ocasión que no acabó en gol.

Messi controla el balón ante Sergio, en la primera parte, cuando tuvo una ocasión que no acabó en gol.

MARCOS LÓPEZ
PAMPLONA

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Tal vez, cansados ya de tanta gesta cotidiana, el Bar-ça necesitaba alguna realmente insólita. Y anoche, en la fría Pamplona, el equipo de Guardiola dictó una lección maravillosa con su triunfo sobre un orgulloso Osasuna. Maravillosa porque rompió tópicos sobre las preparaciones. Llegó a las ocho, empezó a las nueve menos cuarto, marcó 3 goles, dos de Messi -72 tantos en los 72 últimos partidos oficiales- y antes de las once volvía para casa. Dejando, además, un legado espectacular: séptimo triunfo seguido fuera de casa y un asombroso parcial de 16-0 en tres jornadas: 8 al Almería, 5 al Madrid y 3 a Osasuna.

Al Barça le costó un poco bajar del autobús. Más de lo previsto, pero totalmente comprensible teniendo en cuenta de dónde venía y cómo venía (a las cuatro de la tarde en Sants) y adónde llegó. Jugaba en Pamplona, un campo durísimo. Más hostil aún desde que la afición navarra acusara de «burgueses» a los jugadores azulgranas por presentarse con el tiempo justo en el Reyno de Navarra.

Tal vez fueron burgueses o excesivamente confiados, tanto como en el primer cuarto de hora, pero una vez encontraron el balón acorralaron a Osasuna como si llevaran un mes preparando el partido. Les costó. Claro que sí. Camacho avanzó a su equipo más que Mourinho al Madrid y fue a buscar a Piqué, a Puyol, a Alves, a Abidal y, sobre todo, a Busquets. Entre que aún tenían las piernas agarrotadas y la presión navarra, el Barça tuvo más problemas que en el clásico para gobernar la pelota. Y con tal autoridad en la media hora final de la primera mitad que Osasuna se asustó. Ni la veía.

MESSI, ASISTENTE / Aunque Busquets perdía más balones que de costumbre, hubo uno, en el centro del campo, que abrió el camino del triunfo azulgrana. Con un habilidoso golpe de tobillo envió el cuero a Messi, disfrutando como un enano en su nueva posición de media punta (es más medio últimamente que punta), y este, aburrido de tantas horas en trenes y buses, trazó un delicioso pase entre la defensa navarra buscando el ingenioso desmarque de Pedro.

Tan sutil fue el pase de Messi que pareció detenerse mágicamente la pelota esperando a ese joven canario, que se asomó puntual a su cita con el gol. Leo asistió (lleva ya 8 esta temporada) y Pedro marcó con la precisión que acostumbra. ¿Y Camacho? Desesperado. ¿Por qué? Ni un solo reproche a sus jugadores, que presionaron por cada balón como si les fuera la vida. Les iba. Ni una queja de un equipo, el Osasuna, que intentó llevar la noche al territorio más hostil, lamentando que Teixeira Vitienes, el árbitro, no viera penalti en el empujón de Pedro (que lo era) a Juanfran en el área de Valdés.

DEFENDIENDO CON EL BALÓN / No era, todo hay que decirlo, el Barça preciso, quirúrgico en el pase y, sobre todo, exquisito en el control de la pelota. El frío (aún había nieve alrededor del césped), el orgullo de Osasuna y el surrealista viaje lastraron esas máquinas de precisión que se esconden en las diminutas piernas de esos increíbles magos (Messi, Iniesta, Xavi, Pedro, Villa...). Detectados los problemas, el Barça halló pronto la solución. ¿Cómo? A través de la pelota, pese a tanto desajuste extrañamente consecutivo en el pase. Con Villa tirado un poco a la derecha. Pareció que Guardiola alineó a dos delanteros, el Guaje y Pedro, con Messi distribuyendo caramelos desde atrás. Sin un nueve fijo, los rivales se atolondran.

PRIMER PENALTI / Cuando esperan a Messi, llega Pedro. Cuando aguardan a Villa, irrumpe Alves por la derecha. Así, engañando con la pelota en los pies, descubriendo espacios donde antes solo existían jugadores rojillos. Y la prueba definitiva llegó con el segundo gol del Barça cuando Pedro sirvió a Villa y este, con un profundo pase, provocó una hermosa cabalgada de Messi que asustó antes de lo previsto a Ricardo, acobardado por lo que le venía encima. No se equivocó. Messi marcó. Poco después el astro argentino repetiría con un penalti, el primero que le pitan al Barça en la Liga. Era el 0-3. Hay algo sobrenatural en este equipo de Guardiola. Juega lento, a veces diríase que hasta camina con la pelota entre los pies, y, de repente, acelera con tanta energía que parece un huracán. Anoche, los azulgranas llegaron a Pamplona, se bajaron a tiempo del autobús, golearon y volvieron luego a casa como si fueran unos marcianos. Igual lo son.