La crónica del partido

El Barça destroza al Madrid con una exhibición de fútbol

Los azulgranas brindaron al mundo una espectacular actuación y dieron un manotazo a la soberbia de Mourinho

Iniesta y Piqué se encaran con Ramos, después de que este empujara a Puyol.

Iniesta y Piqué se encaran con Ramos, después de que este empujara a Puyol.

JOAN DOMÈNECH / Barcelona

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Una lección. Una exhibición contundente. Indiscutible. De una dimensión descomunal, inexplicable con palabras. Las imágenes harán mayor justicia que todas las líneas que se hayan escrito en todos los periódicos del mundo. El vídeo de los 90 minutos de anoche definirán qué es el fútbol. Pero el fútbol del bueno. Escrito con mayúsculas. Con los nombres de Xavi, Pedro, Villa y Jeffren, los autores del manotazo del clásico en una labor coral perfecta.

Algo bestial presenció anoche medio mundo, que descubrió cuánta cháchara y cuánta impostura corre por según qué sitios. El Barça no habla, juega. Y cuando juega ofrece una experiencia inenarrablemente bella, excepcional. Aunque enfrente esté el Madrid demagógico acompañado de su corte propagandística, al que le dio un manotazo de goles, convirtiéndolo en una caricatura, un guiñol, en una banda de aficionados malcarados que se atrevió a retar al bicampeón. Lo desafió con la boca. En el campo quedó mudo. Espantosamente ridiculizado.

Cara a cara no hubo color. Se suponía, pero como los grandes iban por caminos paralelos hasta anoche, se podía discutir si existía tanta diferencia entre el Barça y el Madrid. Ya ha quedado claro. Es sideral. Jugar, lo que se dice jugar, solo juega el Barça. El Madrid compite. Será en otros campos, porque anoche se arrugó y dio una pena infinita. Tanto dinero invertido para tanta ridículo exhibido ante todo el planeta. Vicente Boluda, el del «chorreo», fue el presidente del 2-6 y Florentino Pérez ya tiene un 5-0.

UN MADRID PATÉTICO / Con el balón y sin el balón, defendiendo y atacando, luchando y tocando, presionando y organizando. Fue tal el meneo, fue tal el destrozo que a los blancos les costará asumir la imagen patética que ofrecieron en contraste con la lozanía y la belleza que destila el Barça, un tesoro bendito, divino para el fútbol de hoy en día.

Algo real, pero algo fantasmagórico para los blancos, que se pasaron la noche persiguiendo sombras, espectros azulgrana que enseñaban y escondían el balón sin que nunca llegaran a verlo, a tocarlo, a olerlo. De principio a fin. España descubrió por qué es campeona del mundo. Por quién. Por los ocho internacionales que aportó el Barça. Los dos blancos (Casillas y Xabi Alonso) lo asumieron con impotencia. Y los fichajes de Mourinho descubrieron y sufrieron en sus carnes qué es y a qué juega el Barça. Los Khedira, Özil, Di María y Carvalho fueron los peores.

ESTILO INIMITABLE / Vieron que organiza en cada partido un rondo gigante, con pases y más pases de un lado a otro para conducir ese objeto redondo a la portería. Detectaron que los azulgranas lo ejecutan con maestría y precisión. Con paciencia y elegancia, a través de triángulos que van dibujando y borrando en el césped sin dejar rastro. Con un estilo madurado durante años que ya es inimitable. El Madrid nunca tuvo estilo y nunca tuvo el balón. Si por casualidad lo recuperaba, lo perdía en segundos.

Una mano de goles y una mano de victorias consecutivas lleva Guardiola a los blancos, ahora con Mourinho, acobardado y encogido sin salir del banquillo. Porque el baño futbolístico en la alfombra verde fue idéntico al baño táctico que propinó Guardiola al portugués.

BAÑO A MOURINHO / Toda la estrategia de Mourinho se resumió en cambiar de lado a Ronaldo y Di María. Nada más. Los de siempre (salvo Benzema, en lugar de Higuaín) jugaron a lo de siempre. Vivieron del pase de Casillas al ataque. Sus transiciones, simples, bastas, escolares por lo primarias que fueron, eran fácilmente desactivadas por el Barça, bien puesto y ordenado. Tan brillante en el movimiento de la bola como solidario para recuperarla. Con Messi en plan escapista, apareciendo y desapareciendo por todas partes, ejerciendo de asistente (dio los dos goles a Villa). Con Xavi escondiendo el balón, con Pedro y Villa rascando la espalda de Pepe y Carvalho, vaya par.

Nada nuevo vio el aficionado azulgrana, si acaso disfrutó que esta nueva exhibición de fútbol se produjera ante ese Madrid tan arrogante y despiadado, en ocasiones, que lució humillado como un corderito y solo sacó algunas coces para demostrar el dolor que le producía el meneo.

Intentó conducir el duelo a la vía pasional para descentrar a los azulgranas -Ronaldo empujó a Guardiola en la banda y hubo dos o tres rifirrafes con los suplentes blancos invadiendo el área técnica local- pero no lo consiguió. Sergio Ramos acabó expulsado por una patada alevosa a Messi. En efecto, como pregona Mourinho, el Barça jugó contra 10. Un minuto. El último. Los 90 primeros, jugó contra once. En realidad, jugó contra nadie.

HOMENAJE A JEFFREN / El 2-0 en el minuto 20 resultó definitivo. Solo era cuestión de olvidar el marcador y atender al juego. No paró el Barça, como no paró ante el Almería hasta endosarle ocho. Se atascó con el cuatro, tras el doblete de Villa, para para regodearse del rival con la misma elegancia con que le torturó. Pero como Guardiola homenajeó a Jeffren en los últimos minutos, el joven venezolano quiso recordar su primer clásico con los cinco dedos de la mano. Participando con el mismo equipo que ya le había metido cinco al Panathinaikos y al Sevilla. Un detalle que algunos no tuvieron en cuenta antes de empezar.