Al contrataque

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MANEL FUENTES

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Somos un país de saldo. Un ciudadano chino puede obtener el permiso de residencia si se compra una vivienda por más de medio millón de euros. Una marca deportiva puede vestir a Colón del Barça a cambio de casi 100.000 euros, ya que la ordenanza municipal, dice el alcalde de Barcelona,Xavier Trias, que lo permite siempre que el monumento esté en obras.

El dinero prima. La sensibilidad ha dejado de ser un argumento. Si pagara Adidas, ¿quién dice que Colon no hubiera sido del Real Madrid durante unos días? ¿O Rafael Casanovas un seguidor dela Roja? Nada importa lo suficiente si hay dinero para compensarlo.

Y hoy, como todo está en obras, por no decir en ruinas, todo está en venta.

El puesto de trabajo se ofrece al mejor postor, y esto es al que esté dispuesto a ofrecer más por menos. La prostitución se extiende aunque únicamente se combate y se desprecia la más necesitada. La que muestra las costuras del sistema en plena calle, sin pudor de enseñarnos el dogma del momento. Sí a todo y por un módico precio. Sin estructura ni cama que encarezca la transacción. Esa es la única venta que censuramos.

Se impone esa hipocresía moral para un colectivo, el de las putas, que hoy nos delata. Todos hemos entrado en ello. Nos rebajan el sueldo y los sueños, utilizan nuestros impuestos para salvar a los bancos, reducen nuestros servicios públicos, nos mandan al paro, nos piden que trabajemos en negro, y ven como muchos ciudadanos no tienen más escapatoria que decir siempre que sí a todo.

Antes de la crisis económica, tampoco había aflorado de una manera tan intensa la crisis de valores en la que estamos. Para ser merecedor del nombre de una calle, pasada la época del ordeno y mando, tenías que haber contraído méritos sociales suficientes para que los ayuntamientos se lo planteasen, pero hoy vemos que una estación de metro puede llevar por un módico precio, el nombre de una marca comercial. Hasta el nombre de la ciudad Barcelona sirve hoy para vender un complejo de casinos en Tarragona.

Quien pague más

¿De quién es la calle? Pues de quien pague más. Por lo menos es y será así mientras estemos en obras.

Ahí están la fachada anuncio, el hombre anuncio, el coche anuncio, la estación anuncio, el monumento anuncio¿ Todos llevan un mensaje que no es el propio sino el que han conseguido que lleven comprándolos. Eso, de puertas a fuera. De puertas a dentro, ya sabéis lo que pasa en las empresas con los empleados, y en los pisos con los caseros, y en el alma con la degradación de todo lo publico.

De todo lo que creíamos que era nuestro.

Vamos a precio de saldo a ofertarnos para lo que sea. Poco a poco nuestra dignidad colectiva va bajando peldaños porque el comprador así nos lo requiere. Poco a poco hasta en las plazas, cuando protestemos, nos pondrán anuncios de neón.