Al contrataque

Octubre

ANA PASTOR

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Devoramos el tiempo. Queremos guardar cada instante pero dedicamos apenas segundos a cada uno de esos irrepetibles momentos. Sé que quizá es imposible, pero quisiera recordar esa mirada por el retrovisor durante el resto de mi vida. Esa caída de ojos que me dedicaste en la puerta de la escuela aquel segundo día que no va a volver. Esa mano pegajosa en el bolsillo, lleno de arena del parque como tu tesoro más preciado. Aquel primer giro de cabeza con pocos meses siguiendo mis movimientos aunque tus ojos apenas distinguían un bulto. Tus «gracias» y «por favor» incompletos y en desorden. Los suspiros por tonterías y los llantos del «te echo de menos». Las preguntas y las mil repreguntas sobre el pájaro del anuncio, ese que habla como si fuera una persona. La risa malvada tras la fechoría y la risa que sigue a una caída tonta al suelo. La brecha en la frente y el moratón permanente en la pierna derecha.

El abrazo de pulga y el de gigante, abrazos los dos que curan el dolor más insospechado y profundo. Los besos espontáneos y los solicitados, rogados y suplicados. La rebeldía del no y la escucha del razonamiento sensato. Los sueños de película y las pesadillas que terminan con un ratito de luz y un poco de compañía. Las diminutas botas de lluvia y los charcos sin botas. La mala conciencia tras escuchar «¿vienes hoy a recogerme?» y la carrera que termina con abrazo en el suelo al comprobar la respuesta. Las manos llenas de aceite tras las patatas fritas y las servilletas para pintar soles cuadrados pero preciosos. Las decenas de subidas al tobogán con decenas de miradas desde lo alto para vigilar que solo existes tú en ese instante. Los trucos de magia que consisten en taparse la cara, pensar que has desaparecido y la reaparición con el «chantatachán» como la mejor melodía de aquella tarde. Las mil y una repeticiones de la misma página del cuento de la luna. Pasarla hacia adelante y hacia atrás y ser capaz de sorprendente cada una de las veces como si fuera la primera vez que escuchas el relato. Pedir cinco minutos cuando ya has pedido veinte más antes de irte a dormir. La fiebre que apaga la energía y que acelera e incrementa los mimos. La bendición y la lotería de que estés sano. Los madrugones al grito de «ya es de día» y las noches en vela que pasan sin desaparecer del todo.

Lo que está por llegar

La vida en cada gesto, en cada detalle, en cada momento, incluso en aquellos donde el cansancio nos ha derrotado y no tenemos ganas de nada. El recuerdo de esta vida juntos. De lo que no hemos hecho y de lo que está por llegar. Sueña todo lo que yo me perdí. Rebélate donde yo me asusté... Quizá, como se dice, el futuro ya no es un regalo. Es una conquista. Demuéstrame más adelante que todo esto ha merecido la pena.