Al contrataque
A favor de la sandalia
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
Y de repente una sandalia. La comisión que iba a pasar sin pena ni gloria quedará para siempre en la memoria gracias al zapato impertinente de David Fernàndez y a la cara estupefacta de Rodrigo Rato: pasarán los años y nadie olvidará el día en que la crisis quedó inmortalizada en esta estampa del banquero ante su propio mal, como un espejo. Tal como era de esperar, en ultramar se han activado los resortes habituales, desde la portada de rigor hasta las tertulias enfermas: las alarmas de la histeria se desatan en un mecanismo que por rutinario ya no causa ningún efecto.
Esta vez la auténtica novedad ha sido el menosprecio local que ha recibido el diputado Fernàndez, resumido en esa inédita y curiosa reprimenda del Govern que le instaba a mantener las formas. Tiene narices que la Catalunya que tan bien guardaba las formas cuando el entonces distinguido señor Millet casaba a su hija por todo lo alto en el Palau de la Música se haga ahora la ofendida con una sandalia que, justamente por no haber sido lanzada, es pura, sencilla y necesaria metáfora. Poner el foco en el calzado y no en las víctimas de Rato, aparte de una escandalosa injusticia, es desconocer qué querían esos 126.000 votos que votaron por sorpresa a la CUP en las últimas elecciones. El programa con el que logró tres escaños de la nada empieza así: «Forzaremos la ruptura…». Y es que la CUP no vino precisamente a respetar ninguna convención: es un movimiento pacífico pero revolucionario, que tiene la independencia no como meta sino como simple punto de partida de una transformación social y económica de gran alcance. Quizá sea un partido ingenuo y utópico, quizá se dará de bruces con la realidad, o no, pero los listos que lo tratan con condescendencia harían bien en empezar a escucharlo con el respeto que se ha ganado a pulso.
Una maravillosa novedad
No hace falta votar a la CUP ni simpatizar con todas sus ideas para darse cuenta de que no son cuatro jóvenes alocados como hace ver sin éxito cierta prensa moderada. Al revés, estamos ante un movimiento político muy bien articulado, que ha entendido antes que nadie que nuestro país sufre una profunda e irreversible transformación. Con PSC, PP y CiU en caída libre, la sacudida tectónica que vive la política catalana se ejemplifica en el ascenso constante de la CUP en todas las encuestas. Porque, guste o no, la CUP ha venido para quedarse. La sandalia de David Fernàndez, pues, no era ninguna gamberrada fuera de lugar sino la puerta por la que por un instante entraron en sede parlamentaria los millones de personas que han quedado destrozadas, arruinadas y marginadas por este sistema despiadado. Una sandalia que además de ser en sí misma un acto de justicia fue por encima de todo un acto de lealtad a sus votantes. Y eso sí es una sorprendente y maravillosa novedad.
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