Al contrataque

A Ada Colau

@julia_otero

Julia Otero

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Estimada Ada, te pido disculpas nada más empezar por la indiscreción de esta carta. No te conozco lo suficiente para llamarte y, por otra parte, me apetece decir en público lo que llevo tiempo pensando y comentando en privado. Hace un par de días te escuché en la Comisión de Economía del Congreso pidiendo reformas urgentes para esa tramposa ley que supuestamente quiere paliar el drama de los desahucios.

Oí tu voz casi quebrada llamando "criminal" al representante de la banca y en ese momento supe que muchos se preguntarían en España: "¿Quién es esa joven?". En Catalunya llevamos algo de ventaja: tu rostro no es desconocido y tu mensaje ya ha llegado con fuerza a los medios. Te confieso que siempre me ha deslumbrado tu capacidad para expresar con las palabras justas la idea-fuerza que las inspira. Sé que insistes una y otra vez en el carácter horizontal de una plataforma como la PAH, de la que no aceptas ser otra cosa que su portavoz. Pero, Ada, lamento decirte que no podrás escapar por mucho tiempo a un liderazgo formal que estás obligada moralmente a aceptar. Que nadie crea que surges hoy de la llamada urgente de estos tiempos críticos. No. Cuando la orgía económica eyaculaba ladrillos por todas partes, sin atisbo de que aquello tuviera fin, tú ya 'asaltabas' pacíficamente el Ikea y eras portavoz de un centenar de jóvenes activistas que a falta de vivienda fuisteis a celebrar allí una fiesta de pijamas. "Aquí hay muebles baratos --dijiste, irónica, a las cámaras de televisión--, pero no tenemos ningún sitio donde ponerlos". El germen de las plataformas antidesahucios de hoy nació hace más de siete años, cuando aún todos creíamos que pagaríamos felizmente nuestras hipotecas. En aquellos movimientos sociales, radicales y jóvenes ya estabas tú, Ada, poniendo voz a una reclamación: "Tenemos derecho a una vivienda digna".

Primera línea

Antes de que nadie hablase de la burbuja inmobiliaria, jóvenes veinteañeros como tú ya inventasteis mil formas de llamar la atención sobre aquella locura colectiva de falsos ricos. Has sido, Ada, una activista de primera línea en el sentido más digno y noble. Y observo con enorme interés cómo has ido comprendiendo que la radicalidad solo es útil cuando se puede plantear pacífica y democráticamente dentro de las instituciones. Imagino que no te sientes cómoda del todo, que puede dolerte que alguien piense que han domado tu espíritu; pero haces mal. El posibilismo es la única forma de pelear por lo imposible. Sé realista: si hay alguien que puede tenderse como un puente entre la vieja izquierda, gastada, y esa explosión de nuevos movimientos sociales que cristalizan en el 15-M, esa eres tú. Perdona mi atrevimiento al darte un consejo que no me pides: no desperdicies tu capacidad extraordinaria de liderazgo. Ponte al frente de algo nuevo que nos reconcilie con lo viejo.

Un amigo tuyo y mío --a ver si adivinas quién-- me dijo ayer: "Es el mirlo blanco". Y añadió: "Ella es nuestro hombre". Le contesté que eras también y sobre todo "nuestra mujer".