El boxeador de MotoGP
Manuel Ortiz, encargado de atender a los invitados vip del Mundial, es un apasionado púgil 'amateur' y exfutbolista
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
Una cosa es que lo veas trabajando y otra, muy distinta, entrenándose. Una cosa es que lo veas en su función de Corporate Hospitality Director de Dorna y otra ejerciendo de Manuel Ortiz, a las 6.30 de la mañana, en el gimnasio. Una cosa es que le veas atendiendo a Matt Damon en el 'paddock' de Austin (Texas, EEUU) y otra muy distinta cruzando guantes, puños, bofetadas con su entrenador, Isaac Real, Chaca, sobre el cuadrilátero.
Ortiz es una pieza vital en el popular y rico paddock de MotoGP.
Ortiz, que lleva 12 años en Dorna Sports, es licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia, postgrado en MKT farmacéutico y gestión clínica y socio del Atlético. Pero Ortiz, de lo que se cuida, es de que a los ricos, a los invitados vips o a los invitados ricos de los patrocinadores del Mundial, no les falte de nada. Y, cuando digo de nada, es "de nada". Claro que cada uno de esos pases de fin de semana para vivir el GP en la zona más on fire de los 18 grandes premios, se pagan a 1.000 euros. Ese es el trabajo de Manuel Ortiz, de 46 años; su auténtica pasión es el boxeo, aunque ya llega tarde para ser profesional.
Dos vidas, dos uniformes
Ortiz vive entre lo más modesto y noble de la tierra y los más ricos y figurones del mundo. Ortiz se entrena, pelea, disfruta, comparte horas y más horas de entrenamiento y boxeo con gente muy humilde y necesitada y, luego, en las 18 semanas que está en el Mundial, ha de cambiarse de uniforme, vestirse lujoso, intentar que no se le noten las heridas de su pasión, y atiende a gente "que espera ser correspondida al nivel de lo que cuesta su pase". Y no es fácil, porque el otro día, en Misano, el sábado del GP de San Marino, cayó el diluvio y todos los párkings del circuito se inundaron y el señor italiano que llegó con su Ferrari mostró su indignación porque tuvo que dejar medio coche en el asfalto y el otro medio en el barro. "Después de pedirle muuuuchas disculpas, por suerte acabó entendiéndolo".
Ortiz mima a los invitados, que pagan 1.000 euros por un pase de fin de semana
Ortiz, exfutbolista de Segunda B y Tercera División valenciana, se metió en esto del boxeo para mantenerse en forma y tuvo la suerte, cuenta él, de conocer a Chaca. Se machacó mucho durante meses y, pasado un tiempo, después de cruzar guantes en innumerables ocasiones con el campeón europeo de los wélter «en broma y no tan en broma", Chaca le dijo un día, hace ya tres años, "Manuel tú ya estás para pelear". Ortiz no había pensado nunca, "¡jamás!", subir a un ring, pero subió. Tres asaltos y casco protector. "Bueno, bueno, no tan protector pues te deja media cara y la mandíbula al descubierto". En marzo vivió su 10ª y ahí sigue, esperando rival para dentro de un mes, cuando acabe el Mundial. Para Ortiz organizar todo lo que rodea a estos especiales invitados no es fácil, pues empieza por su seguridad y termina por la cristalería en la que se toman el vino. "Y eso, la verdad, conseguirlo en las carreras de Europa es sencillo, lograrlo cuando vas a Malasia, Argentina o Japón, es mucho más difícil, pues sus estándares no son los mismos, sobre todo en cuanto a la comida se refiere". A menudo, por ejemplo, hay vips, pocos, eso sí, que son auténticos apasionados por las carreras y no entienden que su vida se lleve a cabo en las terrazas del edificio de los boxes. "Ellos quisieran que su carpa estuviese en la mejor curva del circuito y eso es imposible pero, bueno, a esos les facilitamos las cosas para que puedan ver un entrenamiento en una zona atractiva".
Nariz rota jugando a fútbol
"Yo sabía, intuía, que se trataba de un deporte muy noble", explica Ortiz, en el paddock de Motegi (Japón), mientras repasa la lista de todos sus proveedores. "Pero puedo asegurarle que me he encontrado la mejor gente del mundo". Cuando le hablan del peligro del boxeo, explica: "¿Peligro? Puede ser, sí, no digo que no, pero yo, las cuatro veces que me he roto la nariz, ¡las cuatro! ha sido jugando a fútbol. En tres ocasiones, por codazos en saltos con defensas y, la última, por un puñetazo, así, directamente, del portero en una salida de un saque de esquina".
"El boxeo es un deporte de tal nobleza que lo más justo es que no hubiese perdedor", afirma
A Ortiz le encanta el ambiente que se vive en el gimnasio y la gente que lo frecuenta. "Entrenamiento durísimo, condición social baja, sí, pero gente abierta, encantadora, muy cómplice, y campeones que se parten la cara por bolsas ridículas de 25.000 euros y solo puede pelear dos o, a lo sumo, tres veces al año. Se machacan física, técnica y mentalmente y, además, luego tienen el infierno del día del pesaje, pues no pueden pasarse ni medio gramo de su peso". Ortiz defiende que el boxeo es el único deporte en el que los deportistas son tan auténticos, noble y sacrificados, "que no debería haber perdedor".
El guante y la cara del rival
Ortiz, que ha tenido que acudir a las consultas de los doctores Javier Mir y Ángel Charte, los mismos que miman a los pilotos en las carreras, para recuperarse de alguna lesión o secuela de algún combate, explica que un día los invitó a ver, en directo, un combate de Chaca. "Quedaron boquiabiertos. Los puse en la primera fila y fliparon. Me contaron que lo que más les impresionó, y es cierto, impresiona mucho, es el sonido que se produce cuando el guante de piel impacta en la cara del rival. Y, también, como salpica el sudor y, a veces, la sangre a los espectadores de las primeras filas".
Eso sí, Ortiz admira que el boxeo empiece "con una mirada retadora, de esas ‘te voy a matar’ y acabe, sea cual sea el resultado final, con un sentido abrazo, auténtico, muy auténtico". Pura nobleza.
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