La población de osos del Pirineo se afianza y supera los 30 ejemplares

Balou, el último macho liberado en el Pirineo, fotografiado poco antes de su muerte en junio del año pasado. Nunca logró reproducirse.

Balou, el último macho liberado en el Pirineo, fotografiado poco antes de su muerte en junio del año pasado. Nunca logró reproducirse.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA / EVA VISA / LLEIDA

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Con la discreción que lo caracteriza, poco dado a exhibirse ante los humanos, el oso pardo sigue su expansión por el Pirineo a un ritmo constante, incluso decidido, hasta el punto de que este año se ha superado la treintena de ejemplares confirmados, el doble que en el 2007 y seis veces más que en 1996, cuando se inició el programa de reintroducción con la liberación de dos hembras de origen esloveno. Sin embargo, el éxito de adaptación no puede ocultar la grave consanguinidad -prácticamente todos los ejemplares están emparentados-, un problema que solo se arreglaría con la llegada de sangre nueva.

La Generalitat anunció en el 2014 que este año quería liberar un macho reproductor, pero ya está claro que no será así y «habrá que esperar al 2016 incluso el 2017», avanza Jordi Ruiz-Olmo, subdirector general de Actitividades Cinegéticas. Para justificar la demora, Ruiz-Olmo argumenta motivos legales, técnicos y ante todo de índole social, e insiste en que no es objetivo de la Administración catalana aumentar la población de plantígrados, que crece por su cuenta sin problemas, sino simplemente mejorar su potencial genético. «Queremos un oso para sustituir a Pyros. Solo eso», sentencia.

Pyros, el viejo patriarca (tiene 27 años, más de lo que suelen vivir los ejemplares en libertad), es padre y/o abuelo de prácticamente todos los osos del Pirineo. Por primera vez desde 1997, el año pasado se registró en la cordillera un nacimiento sin relación con Pyros, como se confirmó luego por análisis genéticos, un hecho que parecía invitar al optimismo. La realidad, sin embargo, es que todo sigue igual de mal puesto que el padre fue Moonboots, hijo y a la vez nieto del veterano plantígrado.

Adiós, Balou

Una vez muerto Balou -su cadáver se encontró el año pasado-, ya solo queda en los Pirineos un macho adulto no emparentado con Pyros. Se trata de Néré, que tiene 18 años, un singular oso que cuando era joven recorrió la cordillera de este a oeste, sorteando todo tipo de infraestructuras, para acabar instalado en el núcleo occidental, donde ahora ya no quedan hembras. «Se le ha visto progresar de nuevo hacia el este. Si fue capaz de llegar hasta el Béarn, igual es capaz de regresar», dice confiado Marc Alonso, guía de montaña y especialista de la asociación Depana. «Sin nuevos machos, la población no es viable», añade.

Como no se sueltan nuevos ejemplares desde el 2006, el crecimiento demográfico responde exclusivamente a unas condiciones ambientales que le son propicias. Como explica Ruiz-Olmo, cada año se registran dos o tres camadas, que suelen ser dobles -¡esta primavera se ha observado a la hembra Hvala con tres oseznos!-, aunque lógicamente también muere algún ejemplar. «Recientemente hemos avistado a algún oso joven -relata Iván Afonso, responsable de Medio Natural del Conselh Generau d'Aran-. Acostumbran a ser plantígrados que se emancipan de la madre cuando esta entra en celo». En cuanto a Pyros, Afonso considera que «es urgente» que la Generalitat libere un nuevo oso. «El problema no se puede solucionar de manera natural», insiste.

El territorio ocupado por osos se mantiene estable a ambos lados de la frontera, aunque Ruiz-Olmo reconoce que en los últimos años han aumentado las evidencias -rastros, avistamientos, pelos- en el Pallars Sobirà (Vall Farrera, Vall de Cardós). «Tanto el Vall d'Aran como el Pallars -dice por su parte Alonso-, tienen territorios muy buenos para acoger osos». De hecho, la densidad en Somiedo y otros núcleos de la cordillera cantábrica es muy superior a la que ahora hay en el Pirineo.

Para apaciguar a los vecinos, prosigue Alonso, es esencial que los osos no causen muchos daños y que, si se producen, la Administración abone las pérdidas con rapidez. En este sentido, el presidente de la Asociación de Criadores de Oveja de Raza Aranesa, Erik España, afirma que las subvenciones no son la solución: «Cuando matan a un animal, se rompe el ciclo productivo del ganado», se queja.

El miembro de Depana alaba el éxito obtenido con los reagrupamientos de ovejas y el uso de perros pastores. «En el parque del Alt Pirineu hace tiempo que no se comen una oveja», dice. El subdirector general también insiste en que los daños causados son escasos, «especialmente en los años que son buenos meteorológicamente y hay alimento». Claro está que no opina lo mismo Toño Boya, presidente de Criadores de Equino de Arán. «En el 2014, los osos mataron 14 caballos. Hay zonas que se están quedando desiertas porque payeses y ganaderos los temen». «Poco a poco se está adueñando del territorio», concluye.