Gestionar la revolución del turismo

El abaratamiento del transporte y las tecnologías de la información han creado un nuevo tipo de viajero, y los destinos urbanos son sus preferidos. Los ganadores del nuevo escenario serán los que logren una buena gestión para conjurar inconvenientes

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Vivimos un momento sin precedentes en el que el abaratamiento del transporte y el estallido de las tecnologías de la información han revolucionado la manera de relacionarnos y de viajar, provocando múltiples efectos para la sociedad, para la economía y para las ciudades, ya que los destinos urbanos son de los preferidos por la nueva tipología de viajeros. Los ganadores de este nuevo escenario serán aquellos que sepan aprovechar las oportunidades que esto supone haciendo una buena gestión que evite o minimice los inconvenientes y los riesgos que también conlleva. Y preservando siempre lo que es más valioso: la autenticidad de los destinos y la calidad de vida de los ciudadanos que en ellos viven.

El mundo se ha hecho muy pequeño. En el 2016 un total de 3.500 millones de pasajeros se desplazaron en avión. Por primera vez en la historia de la humanidad es posible y asequible para una significativa porción de la población, al menos una vez en su vida, viajar casi a cualquier parte del planeta. Se trata de un proceso de democratización popularización de los viajes nunca visto. El hecho de viajar ha pasado de ser una oportunidad a ser casi un derecho.

El nuevo paradigma

Viajar, de hecho, es el nuevo paradigma. Viajamos para desconectar de la rutina, para reinventarnos o para disfrutar del tiempo libre que en casa se nos escapa de las manos con las obligaciones diarias. Las vacaciones son casi sagradas en un tiempo donde prima la producción y el esfuerzo constante. Las nuevas tecnologías, conjuntamente con el efecto de las redes sociales, han extendido en el imaginario colectivo los iconos globales que deseamos conocer para vivirlos en primera persona.

Pero no todas las personas que viajan son turistas. Se puede ver muy claramente en las ciudades, que son las nuevas catedrales del conocimiento y que atraen a personas de todo el mundo que quieren formarse en sus universidadesinvestigadores y científicos que buscan el entorno adecuado y una multiplicidad de perfiles que van desde creadores, jóvenes emprendedores pasando por usuarios de servicios con prestigio. Las ciudades se han convertido en grandes incubadoras de conocimiento por donde fluye información y de donde surgen las oportunidades. Y claro, una multitud de profesionales y de hombres y mujeres de negocios que buscan la mejor ubicación para cerrar tratos y para reunirse con sus colegas. Tenemos una sociedad que se mueve constantemente y una competencia mundial para atraer el interés de estos nuevos ciudadanos globales. El viajero de hoy no tiene un único periodo de vacaciones. Viaja dos, tres o más veces al año, por motivos personales, profesionales o de ocio, y escoge a menudo las ciudades para impregnarse de conocimiento y de la vida en ellas. Busca testar cómo viven los ciudadanos locales, tener sus experiencias y conocer no solo las grandes obras artísticas, sino también los detalles del lugar donde fueron concebidas. Buscan cada vez más la experiencia única. Se alejan de la figura del turista para convertirse en ciudadano del mundo.

Un 9,8% del PIB mundial

La llamada actividad turística representa el 9,8% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial y genera uno de cada 11 puestos de trabajo. Se calcula que en el 2030 habrá en el mundo un total de 1.816 millones de desplazamientos turísticos. Las nuevas generaciones de jóvenes (los 'millennials', nacidos después de 1980, que son 2.500 millones de personas en todo el mundo) ya están transformando esta importante industria con su nueva aproximación al concepto de viajes (uso intensivo de información a través de los 'smartphones' y búsqueda de una mayor sensación de realidad y autenticidad en los destinos). Son ya ciudadanos globales.

La velocidad es uno de los signos distintivos del momento actual. Los usuarios, los clientes, los viajeros lo quieren todo rápidamente. Se habla en términos de viralidad y ya no de velocidad o desarrollo. El aeropuerto, el tren de alta velocidad, los puertos y las carreteras son las arterias principales de este flujo y su dinamismo es un reflejo de esta gran ola. Contar con nexos de comunicaciones de primer nivel y muy competitivos es fundamental, pero también lo es que estén integrados en la estrategia de turismo de cada territorio.

Debemos incorporar toda esta realidad en el nuevo discurso de las ciudades que, como Barcelona, son objeto del interés de personas de todo el mundo. En el siglo XXI las grandes metrópolis han sustituido la industria clásica manufacturera por industrias limpias y servicios dirigidos a las personas. Hemos sustituido los viejos telares por la licra y los tejidos inteligentes. Los átomos por los bits.

El turismo ha tomado una nueva dimensión; actúa como catalizador dinamizador de nuevas actividades, favoreciendo tanto el dinamismo de jóvenes emprendedores con un perfil muy tecnológico como la reinserción laboral de personas que han sufrido más debido a la dura crisis económica en Occidente. El atractivo que puede generar una ciudad ayuda al desarrollo de toda su área de influencia, multiplicando las oportunidades para sus ciudadanos.

Somos la primera generación que debate sobre el turismo urbano. Las grandes ciudades en todo el mundo debaten sobre la gestión del nuevo viajero y de los efectos de su huella sobre el territorio. las empresas tienen una responsabilidad social y es necesaria una apuesta clara e inequívoca por la cultura y sostenibilidad.

Valentía y discurso realista

La clave es, siempre, el diálogo. Diálogo para definir la nueva dimensión de la ciudad, para tener en cuenta sus ciudadanos y evitar visiones excluyentes, incorporando nuevas herramientas como podría ser una carta de derechos y deberes del ciudadano temporal. Todos somos, hemos sido o seremos turistas o, si lo preferimos viajeros. Mejor, ciudadanos. Y ya no existen puertas ni fronteras para aislarnos. La convivencia debe ser un principio global. Las ciudades que lo entiendan y lo gestionen con respeto para todos serán las ganadoras. Ninguna ciudad que quiera ser algo o influir en el futuro podrá ser igual a como era hace 25 años.

Nos hace falta coraje y construir un discurso realista desde todos los frentes (locales y visitantes) para evitar cualquier tipo de abuso y, al mismo tiempo, para conseguir que los ciudadanos de Barcelona, que nos sentimos tan orgullosos de nuestra ciudad cuando viajamos, podamos proyectar ese sentimiento también en casa y en todo momento.

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