Arabia Saudí tiene casi todas las respuestas

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Desde junio del 2014 hasta la fecha, el precio de petróleo ha bajado de unos 105 dólares por barril hasta alrededor de 30 dólares. En las últimas semanas ha experimentado un pequeño repunte. Mientras escribo este artículo, el West Texas Intermediate, una referencia en EEUU, cotiza a 40,20 dólares por barril, y el Brent, sobre los 41,54 dólares A mi entender, las razones de esta volatilidad tienen mucho que ver con la apuesta competitiva hecha por Arabia Saudí, y hay quienes piensan que esta estrategia irá mucho más allá, convirtiéndose en una opción de más largo plazo.

El hecho es que, desde el 2007 hasta el 2014, EEUU ha conseguido bajar sus importaciones de petróleo de unos 12 millones de barriles al día hasta poco más de cinco, gracias a las nuevas técnicas de perforación horizontal fracturación hidráulica. Estas técnicas son muy conocidas como forma de extracción de gas natural, pero también han sido usadas para la extracción de petróleo de difícil acceso e incluso para reabrir pozos abandonados que fueron cerrados en otros tiempos por ser poco rentables. Y es que con precios por encima de los 100 dólares por barril casi todo proyecto de este tipo resultaba rentable, lo que ha favorecido que EEUU haya experimentado un aumento de producción sin precedentes en los últimos años.

Desde marzo del 2013, la producción en Arabia Saudí también aumentó de unos 9,1 millones de barriles al día hasta un máximo de 10,2 millones. Después se estabilizó en unos 9,6 millones, para incrementarse de nuevo en el 2015. Desde hace años, los saudís suben y bajan su producción para influir en el precio mundial del petróleo en el mercado 'spot'. Esta estrategia, muy meditada, se orienta a conseguir una bajada de precios del petróleo hasta un nivel de unos 60-70 dólares por barril.

Y es que hace un año ya había numerosas voces que indicaban que el punto muerto de estas nuevas técnicas utilizadas por los americanos -el 'fracking' y el 'tight oil'- llegaría justamente con esos precios: unos 60-70 dólares por barril. Con lo que no es difícil darse cuenta de que el aumento de la producción de petróleo del país saudí para bajar los precios podría formar parte de una estrategia diseñada para frenar el uso de estas nuevas técnicas utilizadas por otras potencias energéticas y restablecer así las pautas normales del mercado y el poder de los actores tradicionales.

En los últimos dos años, el número de torres o plataformas de extracción en EEUU ha bajado y la producción ha disminuido un poco, pero esta reacción no ha sido ni tan rápida ni tan drástica como se pensaba. Si lo abordamos desde una perspectiva empresarial, se han dado dos fenómenos que han variado los cálculos previstos. Lo primero que hay que considerar es que el punto muerto total para estas técnicas podría haber estado en un precio de 60-70 dólares el barril. Pero una vez hechas las inversiones, el coste marginal es mucho menor y además, con la necesidad de devolver los créditos, muchos de los operadores medianos que han puesto en marcha estos pozos han tenido que bombear más petróleo que nunca para evitar su bancarrota. El segundo es que con la necesidad de bajar costes como sea, estos operadores han conseguido realmente mejorar estas técnicas abaratando a la vez sus operaciones.

Pero mientras este proceso se desarrollaba en EEUU, otros competidores de Arabia Saudí, como Venezuela, Rusia y Nigeria, han visto caer sus ingresos por la caída de los precios. Así, y debido a que el petróleo es un factor clave en sus economías, que se usa en muchos casos para cubrir déficits estructurales en las cuentas públicas, ellos también han tenido que aumentar la producción para compensar los precios bajos.

El resultado de todo esto ha sido el actual nivel de sobreproducción que ha hecho caer el precio hasta los 30 dólares y que algunos analistas, como los de Goldman Sachs, prevén que caerá hasta los 20 dólares por barril en los próximos años.

¿Acuerdo a la vista? En las últimas semanas hemos visto una subida de precios por la noticia de que Rusia y Arabia Saudí iban a ponerse de acuerdo para establecer su producción en los niveles de enero del 2016; y que Venezuela y Catar se sumaban al acuerdo. Una incógnita es la actitud de Irán, que finalmente puede vender su petróleo abiertamente, tras el desmantelamiento de las sanciones, y que se espera que llegue a producir medio millón de barriles más al día en breve. Y hay que considerar que las relaciones entre Arabia Saudí e Irán no está pasando por su mejor momento por la guerra en Yemen y las tensiones que ha traído la escisión entre la parte suní y chií del islam.

Pero ¿es bueno o malo que caiga el precio del petróleo? Un aspecto de la actual situación que me ha parecido sorprendente es que muchos han pintado la caída del precio del crudo como algo solo negativo. Y, en términos estrictamente económicos, esto no es así. Aunque es cierto que las compañías petroleras han sido fuertemente golpeadas, tanto en sus cuentas de resultados como en sus valores bursátiles, la verdad es que para muchos sectores de la economía el petróleo barato es bueno.

En el sector de la automoción en Detroit, por ejemplo, el precio de la gasolina por debajo de los dos dólares ha animado la venta de coches grandes reportando beneficios enormes a sus fabricantes. En el mundo del desarrollo, una energía más económica también es un gran alivio para gobiernos, empresarios y consumidores.

Aunque, por otro lado, lo que sí es evidente es que un precio bajo del petróleo no es bueno para el medioambiente, ni para el objetivo acordado en París el pasado mes de diciembre de descarbonizar la economía mundial. Desde luego, cuanto más barato es el petróleo, más difícil es para las energías alternativas, como la solar y la eólica, ser competitivas, a pesar de las enormes reducciones en costes que han conseguido en los últimos años.

Este último punto vuelve a sacar a la luz la cuestión de si Arabia Saudí se ha visto realmente sorprendida por esta caída del precio hasta los 30 dólares, o si ha dejado que pase e incluso lo ha promovido para noquear a las energías renovables y, así, garantizar su futuro económico a expensas de la salud del planeta.