El argot adolescente muscula la lengua, según los expertos

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Juan Fernández

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Si es usted padre o madre de un adolescente y no le entiende cuando le dice que la 'popu' de su clase le ha hecho 'crush' pero le da 'malro' decírselo, en plan 'cringe' nivel 'pro' y no quiere parecer un 'parguela', no se asuste. Su hijo no ha sido abducido por ninguna secta satánica ni le está hablando en clave para vacilarle. Simplemente, está usando con usted el argot que suele utilizar para comunicarse con los de su edad, habitualmente plagado de palabras, giros, expresiones y muletillas que solo ellos conocen y que repiten con fruición hasta convertir el habla del patio del instituto en una suerte de lenguaje paralelo. 

No es grave, ni para su hijo ni para el idioma. A él, se le pasará con la edad, y a la lengua, este festival de patadas al diccionario no solo no le hace daño sino que a veces, si hay suerte, incluso lo enriquece. En realidad, salvadas las particularidades propias de cada generación, a su hijo no le pasa nada que no le ocurriera a usted cuando tenía su edad y en casa le reprochaban que presumiera de estar todo el día alucinando, o a su padre cuando pedía para merendar un bocata mientras escuchaba el tocata. «Es ley de vida. El tiempo pasa y un buen día descubres que no entiendes lo que dice tu hijo, pero no hay que preocuparse, los romanos ya se quejaban de que los jóvenes maltrataban el latín», compara Xavier Vila, director del Centre Universitari de Sociolingüística i Comunicació de la Universitat de Barcelona.

Flexibilidad

Por desconocimiento y respeto, los usuarios tendemos a considerar la lengua como un código inamovible en el tiempo, aunque no por ello deje de tentarnos experimentar con ella. Curiosamente, los que más saben del habla y se dedican a vigilar su salud suelen ser más flexibles y lo describen como un ser vivo en continua mutación. «El lenguaje es un instrumento que se presta al juego, y si hay una etapa lúdica en la vida, esa es la juvenil. Es normal que los chicos se diviertan inventándose palabras, les sirve para expresar su identidad y reforzar su permanencia al grupo. Decir continuamente en verdad, tío o el típico es para un adolescente de hoy como lucir un tatuaje, algo que está de moda», razona Vila.

Y como ocurre con la moda, en el habla 'teen' también hay reglas, o al menos tendencias. Entre la chavalada hace furor la costumbre de acumular prefijos grandilocuentes (hipermegaguay, supermegadiver), acabar las palabras en en i (besi, holi, oki, loqui) y fusionar términos para ahorrar letras (malro, buenro). También adoran usar términos importados de la música trap (pimpín, racheta) y reinventar conceptos relacionados con las redes sociales y la tecnología (random, pro, hater, trolear, shippear). Y hay una muletilla que delata a un adolescente de hoy más que un grano de acné: «En plan». Todo lo que hace un púber del 2019, lo hace «en plan» lo que sea.

Ambivalencia en el lenguaje

Ante la jerga juvenil, los guardianes de la lengua solo reconocen un temor. «No es malo que usen esos términos para hablar entre ellos. Lo grave es que sean incapaces de expresarse en otros contextos. Entonces sí podemos tener un problema», advierte el filólogo y académico de la lengua Pedro Álvarez de Miranda, quien se pone a sí mismo como ejemplo de la ambivalencia que permite el lenguaje: «Cuando escribo un whatsapp, no suelo poner el signo de interrogación al comienzo de la pregunta, pero si me encuentro ese fallo en un examen, señalo la falta de ortografía».

Hecha esta prevención, el argot adolescente es visto desde la Academia como una forma de crecimiento del idioma. Que alguno de los términos que aparecen en el listado adjunto acabe en el Diccionario dependerá de la pervivencia que tenga su empleo. En su última actualización, del 2017, Álvarez de Miranda peleó por introducir el término 'finde', que proviene de la jerga juvenil. Sus colegas prefirieron esperar, pero el académico está convencido de que acabará siendo admitido como una palabra oficial. ¿Les pasará igual a 'parguela' y 'mórtimer'? El tiempo y el uso de los hablantes –tanto los jóvenes como los mayores– lo decidirán.

PD: lo que quería decirle el adolescente del inicio de este artículo a su padre era, traducido a la lengua común: «Papá, me he enamorado de la chica más popular de mi clase, pero me da una vergüenza enorme decírselo y no quiero parecer un pardillo».