ASÍ HA SIDO EL 2017

El año del oso polar

Nos hemos acostumbrado a tantear a familiares y conocidos antes del hablar del oso; los afectos y desafectos surgen y se esfuman por momentos

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zentauroepp41387389 barcelona barcelones 21 12 2017 politica 21d vot171222172151 / JOAN PUIG

Emma Riverola

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"Intente imponerse la tarea de no pensar en un oso polar y verá el maldito animal a cada minuto"». Fiódor Dostoyevski lanzó la sentencia y el psicólogo social Daniel Wegner la corroboró en un estudio y la bautizó como "el mecanismo de control mental irónico bimodal". Dicho en bruto, la incapacidad de sacarte una idea de la cabeza por mucho que ordenes a tu cerebro que deje de pensar en ella.

Está bien, esto es un resumen del año, han pasado muchísimas cosas en 52 semanas, así que es importante dejar al maldito oso polar blanco dormitar en un rincón de la memoria.

¿Por dónde empezamos? Ganó Donald Trump. Analizamos tanto su victoria, la temimos tanto que, por un tiempo, pensamos que iba a ser nuestro oso polar. Con él nos acostumbramos a la posverdad. Es decir, a las mentiras, medias verdades, soluciones mágicas, ilusionismo vestido de ilusiones… También ganó Emmanuel Macron y, al menos, respiramos porque frenó el camino de Marine le Pen al Elíseo. Y eso que parece que ella contó con una ayudita de Vladímir Putin a través de Julian Assange. Hay que ver, todos los caminos conducen al oso blanco.

Weinstein: una infamia de siglos

Pero también ha habido hombres que han perdido su poder. El productor Harvey Wenstein, después de décadas de abusar de mujeres con la complicidad de la industria del cine, ha sido puesto en la diana de sus víctimas. El escándalo ha movido las cenagosas aguas del abuso y cada día surgen nuevos nombres que engrosan la lista de la ignominia. La campaña #MeToo, en la que las mujeres cuentan sus experiencias de acoso y abuso, muestra que el silencio se ha roto. No es una moda, es la denuncia de una infamia de siglos. Algunas mujeres, al fin, se sienten con la fuerza suficiente para enfrentarla. Quedan millones.

Y medio mundo sigue llorando. Algunos ya sin lágrimas en los ojos. Siria. Yemen. Sierra Leona. Sudán del Sur… Lloran los rohinyás, al huir de Myanmar. Los refugiados esclavizados en Libia, para vergüenza de Europa.

Un verano que se nos heló el 17-A

Esa misma Europa que ha sufrido los zarpazos del terrorismo. También aquí, en nuestro corazón de Joan Miró. El verano se nos heló el 17 de agosto en La Rambla. Lloramos por las víctimas y nos zarandeó saber quiénes eran sus jóvenes verdugos. Los Mossos fueron convertidos en héroes. Tanto, que su jefe de policía se permitió señalar a periodistas en una rueda de prensa para alborozo del 'agitprop' procesista, al que poco le importaba la verdad. Y ya, ya hemos llegado al maldito oso polar.

2017, el año que nos enganchamos a la información del procés. Hubo días que, además del oso polar, también veíamos a García Ferreras y Ana Pastor a todas horas. Mientras, los teatros, las salas de cines, el comercio y los restaurantes languidecían. Las empresas se largaban en busca de tierras más plácidas y el paro aumentaba.

Días históricos o acciones de márketing

Nos hemos acostumbrado a tantear a los amigos, familiares y conocidos antes de hablar del oso. Los afectos y desafectos surgen y se esfuman por momentos. Aunque hubo un día en que a todos nos unió el dolor. Las imágenes de las brutales cargas policiales del 1-O golpearon algo más que cuerpos. Cientos de miles de personas, millones, aún sienten los cardenales en sus ilusiones. Ese día vimos cómo la voluntad y la imaginación lograban colocar un voto en una urna. También vimos a una alcaldesa contraria al referéndum unilateral, Núria Marín, enfrentándose a la policía para que dejara en paz a sus ciudadanos. En cambio, vimos a otros políticos independentistas escondidos en el refugio del tuit.

No sabemos si hemos vividos días históricos o acciones de márketing. Una DUI que se declaró y se suspendió en el acto. Una convocatoria de elecciones abortada en el último momento. Hubo quien arrojó monedas de plata. Total, los crucificados iban a ser otros. Al fin se proclamó la república más triste de la historia. No hubo discurso en el balcón de la plaza de Sant Jaume. Lo que vino después, cárcel y Bruselas, aún estamos tratando de digerirlo. Mientras, cerramos un momento los ojos, contamos 155 segundos, los abrimos y el oso polar seguía estando ahí. 

Y los refugiados no llegan.