LA ENTREVISTA

Naomi Klein: «Europa solo es mejor que Trump en márketing»

La analista y activista brinda pistas sobre cómo salir del atolladero de Trump y el neoliberalismo en 'Decir no no basta'

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Núria Marrón

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Venía Naomi Klein a Barcelona a hablar sobre el colapso climático y neoliberal, y se topó con otro colapso: el conflicto catalán y la jornada de huelga. Al presentar su nuevo libro, 'Decir no no basta', dijo que la respuesta del Gobierno de Rajoy al independentismo es «incendiaria» y un «ataque flagrante a la democracia». Su cuenta de Twitter pasó a ser material inflamable.

No se ha andado con rodeos. Es que, como 'outsider', creo que existen principios democráticos que debemos respetar. Ha habido violaciones en ambas partes, sí, pero no están al mismo nivel. Unos han usado una gran capacidad de violencia y fuerza contra personas que querían votar, y han arrestado a opositores políticos, y eso son tácticas despóticas que solo entiendo si buscas distracción. Yo creo que debería abrirse un proceso para que se celebre un referéndum transparente y justo. Si los conflictos se resuelven por la fuerza, se crea un peligroso precedente que, de aceptarse, puede aplicarse a otras esferas. 

Se han saltado la ley,  le replicarán. Sí, pero creo que siempre hay otros medios antes que la fuerza. Si eso lo hubiera hecho el Gobierno de Canadá con el Quebec, la independencia habría estado asegurada. Debe existir la voluntad de negociar y la mediación. Por eso la función de la UE es inaceptable: están tomando partido con su silencio. Es ridícula esa idea de que no tienen elección porque es una unión de estados. Este conflicto no va a hacer más que profundizar la crisis de la UE.

"Rajoy ha usado la fuerza y la violencia en Catalunya. De aceptarse, se crearía un peligroso precedente que podría aplicarse a otras esferas"

¿Y cómo ve una internacionalista un proceso de independencia? De entrada, no creo que haya nada inherentemente progresista en una secesión. Los grandes retos no pasan por las batallas nacionales. Pero sí veo un bloque izquierdista que cree que la independencia puede traer más democracia, igualdad y poder para hacer frente a las fuerzas transnacionales. Y, junto a él, otro flanco más basado en la identidad que vende la ilusión de soberanía, cuando en realidad podría dar más poder a las corporaciones. Es urgente hablar de qué modelo de independencia se propone. Los resultados son radicalmente distintos y aplazar esta cuestión puede ser muy peligroso.

Para peligrosas, insiste, las  políticas europeas. ¡Son peores que las de Trump! No hay miles de personas ahogándose frente a las costas de EEUU. Europa está perpetrando un ataque contra los derechos humanos, con sus políticas de austeridad e importando el modelo australiano de trato a los refugiados, que pasa por parar a los barcos y llevar a la gente a centros de detención fuera del territorio nacional. Estuve allí el año pasado y les dije: «Esto es peor que construir un muro». Así que no podemos decir que Europa sea mejor que Trump, solo tiene un márketing mejor.

Dice que Trump no es una aberración, sino una culminación previsible de las últimas décadas. Creo que es la última fase de un golpe de Estado corporativo que se ha ido desplegando a nivel global, con el poder creciente de las multinacionales, con estructuras supralegales que permiten esconder riqueza en paraísos fiscales y con poder para decir a los gobiernos cómo deben favorecerles. Trump es la versión flagrante de todo esto, sin caretas. Pero no habría existido si la esfera privada no llevara décadas apropiándose de lo público, si no se hubiera fetichizado el mercado, el dinero y a filántropos como Bill Gates. Todo esto le ha permitido decir: «Votad por mí, que soy rico y solucionaré vuestros problemas». Él ha creado una supermarca basada en la impunidad de la riqueza. Por eso no le afectan los escándalos. Tiene inmunidad.

"Trump es la última fase de un golpe de Estado corporativo que se ha ido desplegando a nivel global"

Usted, en cambio, mantiene que somos rehenes de los milmillonarios, que incluso desdeñan el cambio climático porque ellos ya se están construyendo búnkeres y comprando terrenos elevados en Nueva Zelanda. Es que aún no sabemos cómo hacerles rendir cuentas. Y ese es el reto de nuestra época. Vamos a necesitar mucho valor político y creatividad para dar con los mecanismos para que corporaciones como Google, Facebook o Apple den explicaciones por esparcir noticias falsas o crear grandísimos monopolios basados en la extracción de datos que nos convierten en meros bienes. En este sentido, Trump no es más que una versión exagerada de nuestra cultura. «Aquí tienes el producto terminado, ahora te toca a ti», le dijo su exmujer Ivana cuando dio por terminada la crianza. ¡Incluso sus hijos se ven como marcas! Por eso digo que él es una advertencia para todos nosotros. 

¿En qué sentido? En que hemos de encontrar formas para no vernos como productos y poder apropiarnos de las semillas, el agua, los alimentos o las ciudades. Cuando la gente siente que no puede controlar las fuerzas que dominan su vida, a menudo cae en soluciones falsas como las que brinda Trump. Insultando a los negros, rechazando a los inmigrantes o ejerciendo el poder sobre las mujeres, hace que sus seguidores se sientan fuertes. Dominan a otras personas, pero no controlan para nada su vida. 

En su primer año, ha impulsado la mayor bajada de impuestos de la historia de EEUU y ha desregulado a mansalva. Pero lo peor, dice, está por llegar. 

Una de las cosas que aprendí estudiando la teoría del shock es que, tras una guerra, una crisis o una catástrofe natural siempre se despliega el mismo manual: privatizan, desregulan, bajan impuestos y la población paga los costes. Ahora me preocupa un nuevo crash financiero, con la eliminación de las mínimas regulaciones que se establecieron tras la crisis del 2008. También creo que si, desgraciadamente, hubiera un gran atentado, se podrían limitar las libertades civiles, incluido el derecho a protestar. ¡En Francia llevan dos años de estado de excepción! Una de las cosas que más me alarman es que los demócratas tratan a los militares que están en el gobierno como a los adultos del gabinete, los que están entre la Casa Blanca y el caos. Es inquietante pensar que serán ellos los encargados de imponer el orden.

"Todas las políticas terribles vienen de no valorar la vida, y la gente quiere un país distinto"

De hecho, el negocio de la seguridad está floreciendo. Y más que lo hará. La detención de inmigrantes nutre las cárceles privadas. Y Trump está intentando ilegalizar a un millón de personas para crear una clase inferior de trabajadores sin derechos y con miedo que, en adelante, deberán elegir entre su superexplotación, la deportación o el encarcelamiento, por supuesto en prisiones privadas.

El panorama es terrible, pero insiste en que se está gestando la alternativa. Hay dos vías para responder a Trump. Podemos permitirle que siga bajando tanto el listón que nos sintamos reconfortados pensando que somos mejores o exigirnos más para gobernarnos y relacionarnos entre nosotros de forma distinta. El gran desafío es: ¿qué pasaría si en lugar de explotar y luego desechar a las personas y la tierra priorizáramos el cuidado? Todas las políticas terribles vienen de no valorar la vida. Solo así puedes justificar el encerrar a personas que se han visto obligadas a dejar sus países. Debemos hablar de política, pero también de moral. Veo un ejemplo claro en el movimiento #metoo. Quizá no podamos controlar a Trump, pero sí lo que lo que hacemos nosotros, lo que toleramos y lo que no. Así que debemos seguir construyendo un frente común que aúne las distintas causas de la gente que sufre. La gente quiere un país distinto.

¿Preparados para la respuesta feroz del statu quo? ¿Para la fatiga que sigue al entusiasmo?

Lo que de momento sabemos es que somos más de los que pensábamos. Hay formaciones dispuestas a incluir en su agenda cambios transformadores. Lo hemos visto en las campañas de Sanders, de Corbyn, en candidaturas municipales. Pero sí, debemos prepararnos para la contrarrespuesta.

Los partidos progresistas, dice, no pueden seguir limitándose a incluir «algún punto de cuidados infantiles, algo de diversidad en los altos cargos y cuatro placas solares». Es que así no dan respuesta a la emergencia y al malestar, ni evitan que la gente acabe optando por fórmulas populistas y xenófobas. Necesitamos partidos abiertos a los nuevos movimientos y entender que una victoria electoral es solo el principio, que debemos mantener la presión.

Oiga, ¿cuál ha sido su principal aportación en sus 20 años de activismo? Que mi trabajo pueda ser una herramienta útil. Los escritores podemos ayudar con el lenguaje, pero no seré yo quien cambie el mundo. No soy el agente de cambio.

"Mi papel es hacer que mi hijo esté conectado con la naturaleza y con la comunidad para que pueda entender su lugar en esta red que es la vida; no quiero que sea un narcisista"

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Sus abuelos fueron comunistas, sus padres, activistas contra la guerra de Vietnam. Pero usted, que tuvo una adolescencia difícil, se politizó el año que tuvo que cuidar a su madre. Sufrió una serie de apoplejías y en el instante en que su vida cambió, yo también lo hice. Descubrí que era capaz de ser útil. De ser cariñosa. Ver cómo se adaptó a una vida distinta como discapacitada me ha enseñado mucho sobre la resiliencia al 'shock'.

¿Y qué legado le gustaría transmitir a su hijo de 5 años? No creo en el adoctrinamiento político de los niños. Entiendo que mi papel es hacer que él se sienta seguro, que esté conectado con la naturaleza y con la comunidad para que pueda entender su lugar en esta red que es la vida. No quiero que mi hijo sea un narcisista, ya hay muchos narcisistas en el mundo.

Una curiosidad. ¿Alguna vez se ha sentido atrapada en el logo Naomi Klein, como marca de contestación? El branding es muy aburrido, te tienes que ir repitiendo y, como escritora, me motiva aprender cosas nuevas y compartirlas. Así que intento ser un mal logo. Soy una pésima marca.