Así ha cambiado el catalán

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Ricard Fité

Ricard Fité

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En 20 años, a la lengua catalana le han ocurrido muchas cosas, como mínimo institucionalmente. Recapitulemos, para situarnos. En 1995, dos años antes de la salida de EL PERIÓDICO en catalán, aparece la primera edición del 'Diccionari de la llengua catalana' (DIEC) de l’Institut d’Estudis Catalans (IEC), largamente esperado. Tan esperado, que tuvo tiempo de incorporar algunas licencias que los medios de comunicación en catalán se habían permitido adoptar para dotar el modelo de lengua periodístico de recursos para acortar la distancia entre el catalán permitido (el ortodoxo, normativo, estrictamente fabriano) y el catalán real (evolucionado, con aportaciones coloquiales genuinas pero no sancionadas oficialmente).

El IEC ha ido incorporando al diccionario palabras usadas habitualmente en el diario

La doble edición del diario nació, pues, en un contexto en el que el catalán periodístico ya disponía de un cojín estilístico, que se fue forjando desde el inicio de la Transición, con la aportación de los periódicos en catalán de la época ('Avui', 'Diari de Barcelona', ¿¿'el Punto', 'Regió7', etc.) y especialmente de la producción oral de varios años de TV-3 (nacida en 1983), durante los cuales las aportaciones a la futura actualización del diccionario fueron constantes.

Eran tiempos en los que lingüistas vinculados con los medios se reunieron en torno a una asociación llamada Grup d’Estudis Catalans (GEC) (un nombre y una sigla que recordaban, con cierta intencionalidad, los del IEC y la Gran Enciclopèdia Catalana, respectivamente) y que osaron presentar en el libro 'El barco fantasma' un sinfín de propuestas que en aquel momento fueron tachadas de muy gamberras pero que el paso del tiempo ha ido convirtiendo incluso en normativas.

El DIEC nos da la razón

En la redacción del 'Llibre d’estil' de EL PERIÓDICO, publicado en diciembre del 2002, tratamos de concretar esta tradición, y la ampliamos, diferenciando en sus entradas las que eran normativas de las que no lo eran. Y el esfuerzo se vio recompensado en 2007 con la segunda edición del DIEC, en la que cerca de la mitad de nuestras licencias dejaron de serlo para pasar a ser normativas.

La nueva gramática ha permitido dar luz verde a cuestiones sintácticas discutidas

A modo de ejemplo, veamos unas cuantas: bodi, ciutadania, dessuadora, enervar, estressar, glamur, imbatibilitat, impactar, lentilla, lífting, llegendari, migcampista, mitjapunta, nominar, pas zebra, patrullera, personal, politòleg, prestància, privacitat, progre, rastrejar, realitzador, segellar, senderista, urbanita, verduleria, xat, zàping.

Todos estos términos, que no figuraban en el DIEC 12 años antes, aparecieron en la segunda edición, y esta novedad dotaba de sentido el criterio de actuación, en general compartido por la mayoría de los lingüistas de los medios, según el cual el modelo de lengua del periodismo no debe ir escrupulosamente a remolque del diccionario, sino que más bien, y precisamente con la voluntad de reflejar los usos reales, los debe vehicular y presentar como propuestas para ampliar el corpus normativo.

Un diccionario ampliable

Hoy día el DIEC, consultable en línea, tiene mucho más fácil la incorporación de nuevos términos sin esperar a la edición en papel. Por ello desde EL PERIÓDICO continuamos insistiendo en dar por válidas palabras que aún no figuran en él, convencidos de que un día sí estarán.

Los siguientes ejemplos pueden sorprender a más de un lector no versado en cuestiones lingüísticas, pero el caso es que en el DIEC2 en línea no encontrará: afició (‘conjunto de aficionados’), alcaldable, apoltronar-se, avassallar, cabrejar-se (‘enfadar-se’), col·laboratiu, cuidador, culpabilitzar, demonitzar, desaire, empollar, esnifar, esperpent, extraïble, farragós, flipar, forrar, ganxo (‘atractivo’), garrafal, hostiar, infografia, longeu, medicalitzar, nano, pillo, presidenciable, primar (‘dar una prima’), publireportatge, puro, quartfinalista, recapacitar, represaliar, rondo (‘ejercicio de entrenamiento con balón’), tragar, visteta y xatejar. Y no nos alargamos más, pero podríamos hacerlo.

La sintaxis conflictiva

La batalla por la ampliación del diccionario ha transcurrido paralela a otra, la de la sintaxis. Mientras estuvimos décadas y décadas esperando la aparición de la nueva gramática del IEC, que ampliase las de Pompeu Fabra (la última, póstuma, revisada por Joan Coromines, databa de 1956), las discusiones sobre la necesidad de revisar cuestiones controvertidas de la sintaxis estuvieron a la orden del día.

El 'Llibre d'estil' de EL PERIÓDICO en catalán ha potenciado las propuestas innovadoras de los medios

Joan Solà, que terminó siendo miembro de la Secció Filològica del IEC después de años y años de trabajar denunciando estas carencias, había inventariado en multitud de trabajos los problemas que generaba la excesiva distancia entre las construcciones espontáneas del hablante, bien genuinas, y las únicas consideradas válidas por la normativa.

Esto afectaba tanto el uso de ciertas preposiciones como algunas construcciones de relativo, tanto las famosas combinaciones de pronombres débiles como la licitud de ciertos usos pleonásticos.

El mismo Solà había dirigido una gramática descriptiva ('Gramàtica del català contemporani', publicada en el 2002), que sistematizaba las manifestaciones propias de la lengua sin entrar en el terreno normativo, sobre el que solo tiene competencias el IEC, el equivalente catalán de la Real Academia Española. Por lo tanto, continuaba pendiente la aparición de la obra del Institut, la gramática institucional, que prescribiera qué usos eran correctos entre el conjunto total de la descripción.

Mientras no aparecía esta obra, los libros de estilo de los medios recogían, tal como hacían con el léxico, las construcciones no normativas según Fabra que podrían llegar a serlo con la futura gramática. Estos usos constituían las licencias sintácticas del diario. Por ejemplo, entre otras cuestiones, el 'Libro de estilo' de EL PERIÓDICO postulaba el uso exclusivo de la preposición ante un infinitivo con valor final (siguiendo la propuesta de Coromines-Solà), la contracción 'al' (en lugar de la preposición 'en') también ante un infinitivo con valor temporal, el signo de interrogación inicial (para facilitar la lectura, dado que la estructura sintáctica del catalán no permite adivinar cuando empieza la pregunta desde la primer palabra), el uso no preferente de la doble negación, y también algunas combinaciones de pronombres débiles propias de la lengua espontánea.

Esta nueva gramática, muy celebrada por los lingüistas vinculados a los medios por su carácter abierto, jugando siempre entre la descripción y la prescripción, ha permitido reducir el abanico de las construcciones discutidas. También es cierto, de todos modos, que de entrada puede generar ciertas dudas a la hora de ponerla en práctica, especialmente en el ámbito escolar, donde debe quedar claro qué vale siempre y qué no vale nunca en el proceso de aprendizaje del código lingüístico.

Pues del mismo modo que ocurría con el léxico, muchas de estas licencias sintácticas también fueron recogidas por la 'Gramàtica de la llengua catalana' del Institut d’Estudis Catalans (GIEC), aparecida por fin en el 2016. Incluyó esas licencias y muchas otras, porque la nueva gramática fue concebida, afortunadamente, partiendo de la descripción para llegar a la norma. Un enfoque, por tanto, plenamente coincidente con los criterios que nos han inspirado como lingüistas a la hora de definir el modelo lingüístico del diario.

Los cambios ortográficos

Uno de los hechos más comentados en los círculos filológicos sobre la nueva gramática fue la decisión del IEC de separar la parte de la ortografía, que salió publicada en junio de este 2017, aunque ya se había aprobado el año anterior.

La reducción de diacríticos a 15 ha sido el aspecto más comentado, però el más anecdótico

Sin embargo, lo que causó un gran revuelo mediático fue la reducción de los acentos diacríticos (los que se ponen para diferenciar palabras que tienen la misma grafía) a una lista de solo 15 (bé, déu és mà, més, món, pèl, què, sé, sí, sòl, són, té, ús, vós). (Y esta polémica dejó injustamente en segundo término la importancia de los cambios de criterio en la concepción de la nueva gramática, en la que la corrección de toda la vida cedió el paso a la adecuación según el registro).

Cabe decir que la ortografía es una convención, y en algunos aspectos bastante arbitraria, pero también es verdad que la corrección de la lengua escrita se asocia a ella con una gran fuerza. Esto explicaría, pues, el debate público, a menudo enconado, que suscitó, con los efectos colaterales deducibles del comienzo de su aplicación.

Acuerdo de los medios

En este sentido, la mayoría de los medios de comunicación acordamos hacer ese cambio el 1 de enero de este año. Y no ha habido problema alguno. Pero es cierto que en otros ámbitos (enseñanza, editoriales, etc.) será necesario un proceso de transición más largo, en el que deberán coexistir la convención antigua y la nueva (en libros de texto, reedición de novelas, etc.).

En todo caso, se trata de un cambio anecdótico que no afecta la genuinidad de la lengua, que se basa mucho más en los aspectos fonéticos, morfosintácticos y léxicos que en los ortográficos.