PERFIL

Marisa Paredes: la niña pobre que huyó del destino

La actriz madrileña, comprometida con el oficio que soñó desde pequeña, recogerá el próximo febrero el Goya de honor

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OLGA PEREDA

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Si Marisa Paredes no hubiera nacido en una plaza rodeada de teatros, probablemente no estaríamos hablando de ella esta semana. No estaríamos delante de la mujer que recibirá, el próximo febrero, el Goya de honor sino de una secretaria de los almacenes Simeón, el puesto laboral soñado por su padre. La rebelde niña Marisa veía a los actores pasear por la calle y soñaba con entrar en ese mundo. No lo tenía fácil. Su madre, Petra, era portera y su padre, Lucio, un empleado de cervezas El Águila. Pero con 11 años, después de patearse cada tarde los teatros de su barrio, tomó la decisión. «¿Artista? Ni hablar», zanjó el padre. Marisa se encerró en su habitación y se declaró en huelga de hambre, según confesó el año pasado en la revista de la AISGE (Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión). Adivinen quién ganó el duelo: la niña o el padre.

María Luisa Paredes Bartolomé nació en la madrileña plaza de Santa Ana en 1946. Le indignaba ver cómo, en el colegio de monjas en el que estudiaba, las niñas ricas entraban por una puerta y las pobres, como ella, por otra. Llevaban hasta uniformes diferentes. Ahí debió nacer su conciencia social. Y su sofisticado porte porque –como ella misma afirma– «afortunadamente no solo el dinero te hace elegante». En Nochebuena, en casa de los Paredes, solo se cenaba pollo en pepitoria. Y tan felices. «Mi abuelo era un hombre de campo, pero de una gran dignidad. Siempre elegante, siempre alegre».

"Afortunadamente no solo el dinero te hace elegante», sostiene la intérprete de 'La flor de mi secreto'

A la risueña y delicada Marisa le encantaba acercarse a los teatros y fabular con la idea de ser parte de ese mundo. Ella también quería ser una reina. Las clases de mecanografía a las que le había apuntado su padre no le interesaban lo más mínimo. Se apostaba a las puertas de los teatros y esperaba a que alguien se fijara en ella, algo que sucedió en el de la Comedia. Tenía 14 años.

A la niña Marisa también le gustaba el baile, la escritura y la pintura. No le hubiera importado ser abogada y defender causas nobles. O espía para llevar secretos encima. Pero no. Lo suyo era actuar.

Parón por la maternidad

Poco a poco, fue convirtiéndose en una imprescindible del teatro, la televisión y 'Estudio-1'. Gozaba ya de cierto prestigio en el oficio cuando, con 29 años, dio a luz a su hija María, fruto de la relación con el cineasta Antonio Isasi-Isamendi (recientemente fallecido). La maternidad hizo que se apartara de su profesión durante un tiempo. Después volvió, porque «en este trabajo si no te ven es difícil que se acuerden de ti». María, que se apuntaba a todas las obras de teatro del colegio, ha heredado la profesión de su madre. Cuando le confesó que quería ser actriz, ella la miró con miedo. «En este mundo no basta el talento. Hay que tener suerte y llegar en el momento justo», confiesa la expresidenta de la Academia del Cine (2000-2003), unida sentimentalmente desde finales de los años 80 a Chema Prado, máximo responsable de la Filmoteca española durante 27 años.

‘Tacones lejanos’

En plena madurez, parecía que el cine la esquivaba. O ella al cine. Sin embargo, llegó la Becky del Páramo de 'Tacones lejanos' (Pedro Almódovar, 1991) y todo cambió. Trabajar a las órdenes del manchego supuso un antes y un después en su carrera cinematográfica. A partir de ahí, le empezaron a llover apasionantes guiones de otros países e invitaciones para festivales internacionales. 

La interpretación corre por sus venas, pero el trabajo le ha pasado malas pasadas. El exceso de trabajo, mejor dicho. Tantos estrenos, tantos viajes, tantos personajes hicieron que perdiera la ilusión. Entró en una zona oscura y le invadió el pánico. Sin embargo, no se pudo retirar. No se lo podía permitir económicamente. Así que salió del agujero currando en su viejo amor: el teatro.  Lluís Pasqual y 'Hamlet' hicieron que se volviera a apasionar, que volviera a vibrar en un escenario.  Eso sí, la lección le quedó bien clara: con el estrés no se juega.

Casi diva

Este fin de semana, Marisa Paredes recibirá la Espiga de honor de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminici). Y en febrero, recogerá «conmovida» el Goya de honor. La veremos elegante, casi diva. Pero la actriz de 'La vida es bella', 'Una preciosa puesta de sol', 'Hable con ella' y 'La flor de mi secreto' afirma que no lo es. Asegura que por la calle va en vaqueros y que nunca se ha considerado por encima de nadie. «Hay mucha gente que ha hecho lo mismo que yo y ha tenido menos suerte», concluye la no diva.