EL REGRESO DE 'TWIN PEAKS'

David Lynch: la mente insondable

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NANDO SALVÀ

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¿Por qué vuelve David Lynch a ese lugar tan extraño llamado Twin Peaks? La respuesta protocolaria es que, simplemente, su regreso estaba escrito. «Te veré en 25 años», le dijo Laura Palmer al agente Cooper en 1991 -erró el tiro en unos pocos meses-, en el que hasta dentro de unas horas sigue siendo el episodio final de la serie. Sin embargo, para explicar la mera existencia de esta tercera temporada puede ser útil recordar una lamentable realidad: Lynch no ha rodado ningún largometraje desde 'Inland Empire' (2006).

Y no solo eso: al parecer no va a rodar ninguno otro. Nunca más. Él mismo se lo confirmaba hace solo unas semanas al diario australiano 'Sydney Morning Herald'. «Las cosas han cambiado mucho. Muchas películas no dan dinero en taquilla a pesar de que probablemente sean muy buenas, y las que sí funcionan en taquilla no son el tipo de películas que yo quiero hacer», afirmaba para justificar una decisión que debería entristecer a todo aquel que sienta interés en el cine pero que, por otro lado, resulta absolutamente comprensible. En todo caso si un director como Lynch es incapaz de encontrar medios para plasmar su arte en una pantalla grande pese a los logros que ha acumulado en su carrera -una reciente votación promovida por la BBC consideró 'Mulholland Drive' (2001) como la mejor película de este siglo-, es que algo funciona muy mal en la industria del cine.

¿EXPERIMENTAL O DOMESTICADO?

Consciente de esa crisis, la de la televisión ha estado recientemente acogiendo a cineastas de prestigio como Woody Allen y Whit Stillman, y tendiéndoles la mano a otros como David Fincher o Barry Jenkins para que dirigieran episodios o temporadas enteras. Está por ver si Lynch, que según sus propias palabras concibió el 'revival' de 'Twin Peaks' como «una película de 18 horas» partida en trocitos, ha decidido volver a la televisión para quedarse o si, por el contrario, se ha resignado a tirar la toalla.

Difícil predecirlo. Por un lado, porque a lo largo de su carrera Lynch se ha confirmado como uno de los misterios más seductores de la narrativa contemporánea, un creador cuya inspiración parece proceder de un estado de consciencia distinto al nuestro -ahí están títulos clásicos como 'Cabeza borradora' (1977), 'Terciopelo azul' (1986) y 'Carretera perdida' (1997) para defender esa teoría—. Por otro, porque lleva una década jugando al despiste. Con 'Inland Empire', obra maravillosamente inexplicable, pareció haber dejado de intentar sintonizar con el espectador medio o de ofrecernos pistas que nos guiaran a través de los misterios que su mente encierra. Y en la última década ha probado las más excéntricas vías alternativas de expresión: ha explorado sus habilidades como cantante -lleva dos discos publicados en solitario--, ha ejercido de promotor de la meditación trascendental, ha creado su propia variedad de café y ha lanzado una línea de ropa deportiva femenina, entre otras actividades.

Eso, por supuesto, en última instancia también significa que resulta imposible predecir qué nos ofrecerán los nuevos episodios de 'Twin Peaks' a partir de esta próxima madrugada. Es improbable que alcancen los niveles de radicalidad y experimentación de 'Inland Empire', pero por otra parte es difícil imaginarse a Lynch volviendo al frente después de tanto tiempo solo para ofrecer una versión domesticada de sí mismo. Estamos a unas horas de resolver nuestras dudas.