Julian Assange: el 'hacker' megalómano

El famoso pirata informático ha vuelto a las portadas después de que Wikileaks haya publicado miles de documentos supuestamente de la CIA, que revelan un programa de ciberespionaje a través de móviles, ordenadores y televisiones. La filtración ha dado pie a la Casa Blanca a investigar las goteras del servicio de inteligencia del país, con el que Donald Trump mantiene un pulso. 

El 'hacker' megalómano_MEDIA_1

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ROSA MASSAGUÉ

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Ángel o demonio. Superman de la transparencia informativa o príncipe de las tinieblas. Héroe o villano. Honesto o traidor. Asilado político o prófugo de la justicia. El repertorio de interrogantes que plantea la personalidad de Julian Assange es infinito. El goteo dosificado de filtraciones de su organización Wikileaks y las actuaciones de su equipo legal coordinado por el jurista Baltasar Garzón mantienen viva la figura de este hombre que lleva cuatro años y nueve meses encerrado en la embajada de Ecuador en Londres para evitar su extradición a Suecia donde está acusado de varios delitos sexuales.

En el 2010, la difusión por Wikileaks de la grabación de unos soldados estadounidenses en Irak mientras disparan y matan a 12 personas, presentó al mundo la figura del australiano Julian Assange (Townsville, Queensland, 1971). Después seguirían otras filtraciones, sobre Afganistán, sobre Irak, o sobre la diplomacia estadounidense que darían al hacker la aureola de una especie de llanero solitario en defensa de la transparencia informativa. Parecía que el periodismo entraba en una nueva era. Assange empezó a recibir premios prestigiosos  y a contar con el apoyo de personalidades como Michael Moore, Bianca Jagger, Noam Chomsky, Oliver Stone, Ai Weiwei Ken Loach. La revista 'Time' y el diario 'Le Monde' le nombraron Hombre del Año.

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En aquellos tiempos Assange era el ángel, el benefactor de la humanidad, el héroe. Sin embargo muy pronto pasó a ser la segunda parte de la disyuntiva, el defensor de oscuros intereses, el villano, el traidor. Muchos le abandonaron precisamente por la escasa transparencia que había en su trabajo y en sus relaciones. Uno de los que mostró la otra cara del guerrero global fue su exportavoz y estrecho colaborador, Daniel Domscheit-Berg, quien muy pronto se alejó de quien se creía «un César» calificando a Assange de «paranoico, hambriento de poder y megalómano».

DUDAS

Para la multimillonaria Jemina Khan, que pagó la fianza del fundador de Wikileaks para que pudiera ser puesto en libertad por los casos de abusos sexuales, Assange pasó de ser «un héroe a lo Jason Bourne a una versión australiana del fundador de la cienciología».

Las dudas más importantes las tuvieron los periodistas de los grandes diarios que difundieron las primeras filtraciones. La actitud ofensiva del hacker dejó a más de uno con grandes recelos como explican los periodistas de 'The Guardian' David Leigh y Luke Harding en un libro sobre la historia de Wikileaks. Cuentan que en un encuentro mantenido con Assange en un restaurante español de Londres, considerando que los datos contenidos en millones de páginas estaban en bruto, sin editar ni contextualizar, le plantearon el peligro que correrían los afganos que habían colaborado con el Ejército estadounidense si sus nombres se hicieran públicos. La respuesta de Assange fue brutal: «Bueno, son informadores. Si los matan, se lo merecen».

En la administración de EEUU, un personaje como Assange que revelaba secretos y denunciaba constantemente el complejo industrial-militar de aquel país era considerado un gravísimo peligro. Ante las primeras revelaciones, un Donald Trump que todavía no se había lanzado directamente a la política decía que las filtraciones de Wikileaks eran «una vergüenza». Años después, el Trump elegido presidente declaraba: «Amo Wikileaks» y añadía que confiaba más en Assange que en la CIA, en el FBI y en todos los servicios de inteligencia de su país juntos.

Trump puede estar contento. La contribución de Assange a su victoria electoral con la filtración de correos de la campaña de Hillary Clinton para perjudicar a la candidata demócrata resulta evidente. El creador de Wikileaks puede haber encontrado un alma gemela en el presidente de EEUU, al menos muchos aspectos les unen como son la falta de escrúpulos, el egocentrismo o la megalomanía. Ambos tienen una relación muy particular con la Rusia de Putin. Y los dos tienen casos pendientes por abusos sexuales.

UN FUTURO COMPLICADO

Assange lleva casi cinco años sin salir a la calle, recluido en una embajada en Londres donde no hay ni la posibilidad de tomar el sol en la terraza. El actual proceso electoral en Ecuador que revela la posible pérdida del poder del presidente Rafael Correa, su valedor, complica su futuro en la legación diplomática. Con Trump en la Casa Blanca, el 'hacker' tiene la esperanza de poder viajar a EEUU con garantías de seguridad. Mientras espera este posible momento, recibe con cierta frecuencia la visita de Pamela Anderson, la exvigilante de la playa, quien ha insinuado un romance. Hace menos de un mes, delante de la embajada, con una bandeja de pastelitos en las manos, la rubia televisiva declaraba: «Converso con Julian mucho más que lo que lo he hecho con mis exmaridos juntos».