UNA FIGURA CONTROVERTIDA

LaVar Ball, el Kardashian del baloncesto

El padre de la estrella emergente de los Lakers, Lonzo Ball, se ha enzarzado con Trump en Twitter y está tratando de levantar un imperio aprovechando la proyección de sus hijos

LaVar Ball, con su hijo LiAngelo en Hong Kong.

LaVar Ball, con su hijo LiAngelo en Hong Kong. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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La cultura del espectáculo tiene esas cosas. Personajes que nadie quiere ver ni escuchar acaban volviéndose omnipresentes sin que nadie sepa muy bien cómo llegaron a estar donde están o cuáles son exactamente sus méritos para que el resto del personal tenga que aguantar indefinidamente sus extenuantes decibelios. Es el caso de Lavar Ball, el padre de tres de las grandes estrellas emergentes del baloncesto estadounidense.

Su primogénito, Lonzo, fue fichado este año por Los Ángeles Lakers como número dos del draft con un sueldo de casi 7 millones de dólares anuales. Li Angelo, el segundo, es una de las joyas de UCLA, el equipo de la Universidad de California en Los Ángeles; y el benjamín LaMelo Ball ya se ha comprometido para jugar también en UCLA el año próximo.  

El talento de los tres es indiscutible, pero de algún modo está quedando ensombrecido por el afán de protagonismo de su padre, un maestro de la autopromoción con una extraordinaria tendencia a la fanfarronería. En la trastienda del deporte, hace algún tiempo que LaVar se había hecho un nombre al decir cosas como que su hijo Lonzo "es mejor que Stephen Curry", o que, en su época de plenitud, le hubiera ganado a Michael Jordan en el uno contra uno.

Crear un imperio

Pero estas últimas dos semanas su nombre ha saltado a la prensa generalista después de que Donald Trump se enzarzara con él en una batalla dialéctica en las redes sociales. El presidente lo ha definido como "una versión del hombre pobre de Don King" y lo ha llamado "tonto desagradecido", un adjetivo, este último, que tiene connotaciones raciales y que ha confirmado la preocupante obsesión de Trump con los afroamericanos que le llevan la contraria.

El detonante de la polémica fue el arresto en China de LiAngelo Ball y dos de sus compañeros de UCLA. Los pillaron robando gafas de sol y otros juguetes caros en tiendas de lujo de Hangzhou, donde se encontraban para jugar un partido amistoso de exhibición. Por entonces, Trump estaba también en China de viaje oficial y no tardó en alardear sobre su mediación con Xi Xingpin para que fueran puestos en libertad y pudieran regresa a EEUU. Le salió mal la jugada porque el patriarca de los Ball entró al trapo negando que hubiera movido un dedo y se dedicó a minimizar el delito cometido por su hijo. 

Huelga decir que a Trump no le sentó bien. "No fue la Casa Blanca, no fue el Departamento de Estado o ni siquiera la supuesta gente sobre el terreno la que según el padre LaVar evitó que su hijo acabara cumpliendo una larga condena de cárcel. Fui yo", escribió Trump en Twitter. "Debería haberlos dejado en la cárcel", apostilló. En otras circunstancias, la pelea de gallos hubiera muerto ahí, pero esta vez el neoyorquino se ha topado con lo más parecido a un clon suyo, un hombre hambriento de publicidad y dispuesto a decir cualquier cosa para chupar cámara. 

Entrenamiento extenuante

LaVar parece empeñado en explotar la visibilidad de sus hijos para construir un imperio semejante al levantado por el clan Kardashian. Ha creado su propia marca de ropa deportiva, Big Baller Brand, que publicita infatigablemente, y tiene su propio reality show centrado en la vida que comparte con sus tres hijos y su esposa Tina Ball, como él exjugadora de baloncesto universitario. Ball in the Family, como se llama el programa, estrena este mes segunda temporada y aporta una versión más amable de la que el patriarca proyecta en sus combativas entrevistas.  

Algo de mérito no se le puede negar. Casi desde que comenzaron a andar, los Ball se dedicaron a entrenar a sus hijos con la vista puesta en la NBA. Una formación extenuante. Los puso a hacer abdominales y flexiones, a tirar rondas de 1.000 lanzamientos desde las esquinas o a mentalizarlos con disciplina militar. "Vuestra madre es profesora de gimnasia. Yo soy entrenador. Ella es grande. Yo soy grande. Vosotros sois grandes. Vuestro apellido es pelota. ¿Qué otra cosa podéis hacer?", les decía creciendo, según la revista QG.

El trabajo dio sus frutos, pero con su constante afán de protagonismo LaVar corre el riesgo de acabar enfangando el nombre de sus hijos. George Raveling, el antiguo entrenador de USC, el gran rival de UCLA, ha dicho que el patriarca de los Ball es "lo peor que le ha pasado al baloncesto en los últimos 100 años".