LEYENDA OLÍMPICA

El hijo del viento voló en Montjuïc

Carl Lewis, proclamado el hombre más veloz del planeta, ganó dos oros y fue articulista de excepción en EL PERIÓDICO

Carl Lewis coge el testigo en el último relevo del 4x100 de EEUU en Barcelona-92.

Carl Lewis coge el testigo en el último relevo del 4x100 de EEUU en Barcelona-92. / periodico

Gerardo Prieto / Barcelona

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Gracias a Carl Lewis y a EL PERIÓDICO, los lectores pudieron conocer de primera mano las impresiones de un atleta que aterrizó en Barcelona-92 con seis títulos olímpicos y despegó 16 días después alargando su leyenda con dos nuevas medallas de oro.

La casualidad ayudó a fichar a una de las grandes figuras del olimpismo para este diario. Lewis acababa de ganar los 100 metros con nuevo récord del mundo (9.86) en el Mundial de Tokio, celebrado un año antes de los Juegos de Barcelona. Me cité con Joe Douglas, su mánager, en la capital japonesa para entregarle los premios que los velocistas del Santa Mónica Track Club (SMTC) habían ganado en los mítines españoles. Después de hacerme la ola me pidió ayuda para alojar a su 'troupe'  en algún lugar cercano pero a salvo del bullicio olímpico de Barcelona. Carl no podía relajarse ni descansar en la Villa, argumentó.

Lewis y su tropa quisieron evitar el tumulto de la Villa Olímpica y se hospedaron en un chalet de Castelldefels

Douglas vivía en esa época cerca de la playa de Santa Mónica, en una casa- museo repleta de obras de arte. Su debilidad. La debilidad de su mejor atleta en aquel momento, Carl Lewis, era 'Inside track', una autobiografía coescrita con Jeffrey Marx, premio Pulitzer de periodismo de investigación en 1988. El libro desgrana su carrera deportiva desde la infancia en un foso de arena hasta la fase preolímpica del 92.

Para complacer al amigo norteamericano, busqué un editor y un chalet climatizado y con piscina. Un nadador y periodista, Carlos Martín, me presentó a José Sanclemente, de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA. El siguiente paso consistía en saber qué cromos podíamos cambiar con una de las grandes figuras deportivas en Barcelona-92.

Lewis siempre se ha mirado en el espejo de Jesse Owens, confiesa en su libro. Como el héroe de Berlín-36, ha sido uno de los pocos atletas capaces de dominar el salto a lo largo y las carreras cortas con la misma intensidad. Sus pretensiones artísticas (cantando pop, diseñando ropa deportiva o actuando en series de televisión sin demasiado éxito) evidenciaron su íntimo deseo de transcender al atletismo, como involuntariamente le sucedió a Owens.

Encuentro en Estocolmo

Por su talla (1,88), Lewis salía como Usain Bolt, el penúltimo, y ganaba la mayoría de las carreras importantes también con suspense, en la parrilla de llegada. El proclamado como el hombre más rápido del planeta a principios de los 90 poseía un gran control de su velocidad para poder despegar y volar más de ocho metros sobre el foso de arena. Su enorme popularidad llenaba estadios en Europa y Japón y contribuyó decisivamente a la profesionalización de este deporte.

En invierno del 92, Lewis planeó una gira 'indoor' en Europa y organizamos un encuentro en Estocolmo, con Antonio Franco, director entonces de EL PERIÓDICO, Carl Lewis y Joe Douglas. Su querido 'Inside track' ('En pista', fue el título de la versión en castellano) sería publicado por Ediciones B. El compromiso, que no fue barato, incluía seis artículos para EL PERIÓDICO, que se publicaron los días 24, 28 y 30 de Julio, y 2, 6 y 8 de agosto. Carl dictaba a Jeffrey Marx, este transcribía y Edwin Winkels se ocupaba de las entrevistas. También aceptó protagonizar un anuncio para la promoción del diario mientras posaba para la óptica seductora de Jaume Mor.

Por su parte, este diario proporcionó alojamiento a los olímpicos del SMTC (Leroy Burrell, Joe DeLoach, Mark Witherspoon, Mike Marsh, Dany Everett, Steve Lewis) y sus acompañantes, incluidos Joe Douglas, su asistente David Greyfinger y Jeffrey Marx. Un precioso chalet en Castelldefels sirvió de cuartel general durante los Juegos. Burrell, aficionado a la cocina, ejerció de chef.

Dentro del grupo Santa Mónica se respiraba buen rollito, ajenos a las críticas por no compartir villa con el resto de los mortales. Lewis tuvo que pasar por ella para acreditarse. Este diario publicó al día siguiente que, en medio del tumulto por conseguir una foto o un autógrafo, alguien le besó la mano.

"Le dimos un teléfono celular para contactar con él, pero al COI no le gustó que lo usara en la apertura"

Era un divo y se comportó como tal. Hubo que sudar tinta para sacarle de la cabeza, a él y su entorno, de que no era posible acceder en coche hasta la misma pista del Estadi. El COI, por su parte, nos llamó la atención cuando supo que Lewis había usado durante la ceremonia de apertura un celular, que este diario, le entregó para estar en contacto con él, para hablar con su madre, sentada en la grada del Lluís Companys. Cosas del siglo XX.

El plan de promoción no estuvo exento de riesgos, como comprobamos cuando Lewis llegó mermado por una sinusitis a los 'trials' de EEUU y no pasó del sexto lugar en los 100 metros. El plusmarquista mundial quedaba fuera del equipo olímpico de la prueba reina, aunque aseguró su billete para Barcelona en longitud, junto a su rival Mike Powell.

No corrió los 100 metros, pero ganó en salto de longitud a Mike Powell, y en el relevo de los 4x100

Recuperado física y mentalmente de aquel tropiezo, 'El hijo del viento' ganó la final olímpica de longitud en Montjuïc en el primer salto (8,67 metros). El duelo con el plusmarquista mundial, Mike Powell, hasta el sexto y último intento, se resolvió por tres centímetros. «Nunca he trabajado tanto y tan duramente para una medalla de oro», escribió Lewis al día siguiente en este diario.

Su octava medalla olímpica de oro llegó con el relevo 4x100. Lewis entró en el cuarteto norteamericano junto a sus compañeros del Santa Mónica Burrell y Marsh, y pudo despedirse de Barcelona a lo grande: arrancó con la última posta a la par con el flamante campeón olímpico en los 100 metros, el británico jamaicano Linford Christie, y le sacó dos metros en la línea de llegada. 37.40 segundos, nuevo récord mundial. EL PERIÓDICO también batió récords de difusión en los Juegos.