SOCIEDAD POLARIZADA
Israel recuerda dividido a Rabin 25 años después del magnicidio
Andrea López-Tomàs
Periodista y politóloga.
Andrea López-Tomàs
Dos balas acabaron con la vida del primer ministro israelí Yitzhak Rabin. Hace 25 años, estos dos mismos proyectiles también ejecutaron el diálogo con los palestinos que el asesinado lideraba. Israel conmemora el aniversario del asesinato de su quinto primer ministro en un contexto de división y polarización en el país. La polémica figura del primer ministro Binyiamin Netanyahu, alejada de las esperanzas de paz que representaba el mandatario laborista, genera controversia por su gestión de la pandemia del coronavirus y su implicación en casos de corrupción.
"La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida, pero no hay camino sin esos dolores". Tras pronunciar estas palabras en la Plaza de los Reyes de Israel en Tel-Aviv, el líder laborista se despidió del acto multitudinario convocado por la izquierda israelí bajo el lema "sí a la paz, no a la violencia". Al bajar del estrado, un nacionalista judío de extrema derecha le disparó por la espalda. Cuarenta minutos después, el magnicidio se consumó con la muerte de Rabin en el hospital.
Apenas hacía un año que el dos veces primer ministro recibía el Premio Nobel de la Paz junto a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el ministro israelí de Exteriores, Shimon Peres. Los Acuerdos de Oslo, firmados en septiembre de 1993, iniciaron el proceso de paz que propició la creación de la Autoridad Palestina. Líder militar desde su juventud, Rabin fue también ministro de Defensa durante la primera Intifada (1987 - 1993) cuando dió órdenes de romper piernas y brazos de los manifestantes palestinos.
Acusado de traidor
El proceso de paz desató una polarización sin precedentes en la sociedad israelí. Días antes del magnicidio, hubo grandes protestas contra los Acuerdos de Oslo con imágenes de Rabin vestido con un uniforme nazi. Desde un balcón de Jerusalén, un joven Netanyahu, líder de la oposición, se dirigió a los manifestantes que acusaban al primer ministro de traidor. Finalmente, la tensión se consumó con los dos disparos de Igal Amir. Este religioso ultranacionalista defendía estar salvando a Israel ya que aún sigue creyendo desde la cárcel que con la muerte de Rabin también acabaría el proceso de paz con los palestinos.
Amir no iba tan desencaminado. El asesinato del primer ministro se llevó consigo su legado. Pocos meses después del traumático suceso, un nuevo Gobierno de derechas liderado por Netanyahu ocupaba el poder. Con Rabin, se enterraron los esfuerzos de resolver el histórico conflicto con los palestinos. "El asesinato de Rabin es un recuerdo para mí, pero representa una historia lejana para nuestra juventud", recordó Ron Huldai, alcalde de Tel-Aviv, que añadió: "algunos, lamentablemente, ni siquiera saben quién era ni sus costumbres: amor por la Tierra de Israel, dedicación a la idea sionista y, por supuesto, lucha por la paz".
"Seguimos divididos, y el coronavirus está agravando aún más esas divisiones", escribe el analista Herb Keinon en ‘The Jerusalem Post’. "Podría volver a suceder; no hay garantía de que en esta tierra, donde las pasiones políticas corren a un punto tan febril, no pueda surgir otro Amir", concluye. En la actualidad, el punto de división de la sociedad israelí es Netanyahu. Las manifestaciones que llevan cinco meses en las calles reclamando su dimisión representan a sus detractores pero la violencia ejercida por aquellos devotos de 'Bibi' cada vez se hace notar más.
Palestinos en el olvido
La tensión aumenta cada fin de semana en las calles de Israel mientras apenas se menciona cualquier intención de recuperar el diálogo con los palestinos. "La lección de lo que puede resultar del odio y la incitación masiva obviamente no se ha aprendido, dados los incidentes violentos en algunas manifestaciones en todo el país", recuerda Greer Fay Chasman en ‘The Jerusalem Post’. "El asesinato de Rabin ha dejado una cicatriz duradera en el rostro de la nación", concluye Keinon.
Los recientes pactos de normalización de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán son la constatación del olvido global de la causa palestina. Según Ori Nir de ‘Haaretz’, para los palestinos Rabin era el símbolo de "una transformación entre sus vecinos israelís de la enemistad y el conflicto a la paz, en el camino de la reconciliación". Hace 25 años, Rabin daba esperanza a palestinos e israelís. Una esperanza hoy inconcebible en la polarizada Israel de Netanyahu.
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