crisis en el país magrebí

La dimisión de Buteflika abre una etapa de incertidumbre en Argelia

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Beatriz Mesa

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La situación de Argelia recuerda a escenarios vividos durante la primavera árabe en el 2011 y, en especial, a Egipto: un longevo presidente que renuncia a la silla presidencial de la República pero un régimen militar que, de momento, persiste. Después de veinte años en el poderAbdelaziz Buteflika, de 82 años, se retira tras una inédita presión popular que debería permitir la transición política de Argelia cuyas instituciones se encuentran complementa debilitadas por la gangrena de la corrupción. 

El dimitido presidente ha mandado una carta dirigida al pueblo argelino en la que defendió sus veinte años de mandato y pidió disculpas por no haber podido concluirlo. "Dios sabe que fui sincero y fiel. No estoy triste, no temo por el futuro de mi país", fueron dos de las frases más destacadas de una misiva en la que también deseaba que Dios ayude a su sucesor "a seguir concretando las esperanzas y ambiciones de las hijas y de los hijos" de Argelia.

“La dimisión de Buteflika es una primera victoria para el pueblo argelino. Pero no pone fin a la partida de ajedrez que, por un lado, opone a los que se manifiestan desde hace seis semanas contra el sistema político vigente y, por el otro lado, al 'poder' que bajo la presión de la calle está desvelando todas sus contradicciones y fragilidades», asegura a El Periódico, Laurence Thieux, investigadora y profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. 

Desde su independencia de Francia en 1962, Argelia está dirigido por el Ejército. Los militares se han opuesto a la democratización y han logrado mantenerse en el poder con la ayuda de las reservas de hidrocarburos. La tenue apertura política que asomó en 1988, bajo el liderazgo del entonces presidente Chadli Benyedid, tras las revueltas del pan, terminó en una guerra civil sin precedentes como consecuencia del proceso electoral que dio la victoria a los islamistas. El avance en las urnas del Frente Islámico de Salvación (FIS) fue rápidamente abortado por los militares con un golpe de Estado en 1992. Estos años de absoluta oscuridad, con una guerra que dejó un saldo de unos 200.000 muertos, sirvieron de argumentos al poder militar para imponerse y establecer un «status quo» justificado a través de la inseguridad. 

Resorte democrático

Desde entonces, Argelia cerró sus puertas al exterior y a cualquier resorte democrático, condenando a la población a la resignación, al exilio, a las filas migratorias o al contrabando. La principal fuente de ingresos de este país del Magreb, los hidrocaburos, no ha logrado comprar ni siquiera la paz social. Argelia necesita salir de su crisis multidimensional, transitando hacia una democracia, una justicia independiente, una redistribución de los recursos naturales y hacia un sistema participativo que permita a los argelinos ser más competitivos más allá de los hidrocarburos. 

La continuidad del sistema con candidaturas afines al régimen en las próximas elecciones presidenciales que, según la Constitución, tendrán que ser convocadas en 90 días, no es el camino. «Es muy probable que las manifestaciones sigan si el Ejército opta por una transición otorgada. Hay que ver si las declaraciones de Ahmed Gaid Salah, el jefe de las Fuerzas Armadas, alineadas a la voluntad popular, son sólo intenciones para acabar desactivando las protestas o se traducen en hechos», dice Thieux. "Si el Ejército impone una transición con sus hombres será el enfrentamiento. Los militares deben abandonar la escena política. No deben desempeñar ningún papel de árbitro", afirma, por su parte, el analista argelino Ali Ait Djoudi.

Ganar tiempo

Hasta la convocatoria electoral, el poder quedará en manos de la presidencia del Consejo de la nación como manda el artículo 101. Durante todo este tiempo pueden darse muchas situaciones. Una de ellas es que el régimen aproveche esta etapa para ganar tiempo y perpetuarse en el poder, mientras mantiene el monopolio de los recursos. En un intento por calmar las protestas, es posible que las autoridades mantengan bajo arresto a personalidades como Ali Haddad, próximo a Buteflika, a quien se le acusa de corrupción. También puede ocurrir que el régimen muestre la voluntad de iniciar reformas serias y creíbles que den respuesta a las demandas de la calle. De ser así sería algo histórico.

Las protestas que estallaron el pasado 22 de febrero dieron una vuelta radical. Primero se centraron en exigir a Buteflika que renunciara a un quinto mandato, lo que hizo. Despúes el grito de la calle fue para pedir la refundación del sistema. Esto último «puede crear fracturas en la sociedad durante la etapa de la transición», dice Thieux ya que está por ver si los actores políticos o la sociedad civil apoyan este momento de cambio político integral. "Además se necesita tiempo para renovar el espectro político, permitir la emergencia de nuevas fuerzas políticas representativas frente a unos partidos sin legitimidad. El tiempo y el calendario de la transición son elementos claves para llegar a una verdadera democratización de Argelia", concluye la investigadora.

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