TIROTEO MASIVO EN EEUU

La matanza de Las Vegas, un puzle para las autoridades

Un joven protege a su pareja en la zona del concierto de Las Vegas.

Un joven protege a su pareja en la zona del concierto de Las Vegas.

Idoya Noain / Nueva York

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El ritual que acompaña a los trágicamente habituales tiroteos masivos en Estados Unidos ha vuelto tras la masacre del domingo en Las Vegas. Empiezan a conocerse los nombres e historias de las 59 vidas que Stephen Paddock segó con un torrente de balas que dejó también a 527 personas heridas: la joven asistente de enfermería que celebraba en el concierto de ‘country’ un nuevo puesto de trabajo; la profesora de educación especial que murió en brazos de su prometido; el policía y entrenador colegial de fútbol abatido cuando estaba fuera de servicio; la secretaria escolar con tres hijos cuyo esposo había intentado suplir con un fin de semana en Las Vegas el olvido el año anterior de su aniversario de bodas...

Mientras, las autoridades intentan, por ahora en vano, descifrar qué motivaciones laten tras las acciones de Paddock, el contable jubilado de 64 años e inversor en propiedades inmobiliarias que cometió la matanza. Lo que sí han podido constatar es que se trató de una acción premeditada y planificada de alguien que acumuló un auténtico arsenal que incluyó o bien algún arma automática o, cuando menos, semiautomáticas modificadas para elevar su capacidad letal.

Habitual de Las Vegas

Paddock, jugador de altas apuestas, estaba acostumbrado a algunos de los beneficios que tienen los visitantes frecuentes y que más gastan en Las Vegas. Ocupaba desde el pasado jueves la habitación 32135 del Mandalay Bay, una de las suites con vistas al famoso Strip. Allí entró con más de 10 maletas y allí se encontraron 23 armas de fuego, incluyendo 16 rifles de distintos calibres, al menos un par con miras telescópicas.

Paddock, que a lo largo de los años había comprado legalmente al menos dos docenas de armas y en cuya casa en la localidad de Mesquite se encontraron otras 19, además de explosivos, rompió dos de las ventanas de la habitación y colocó sobre trípodes un par de sus rifles. Los investigadores creen que al menos uno de ellos era tipo AK-47 o un AR-15, lo que constituiría la primera vez que se usa en un tiroteo masivo un arma automática, de las pocas fuertemente reguladas, desde 1986, y prácticamente imposibles de conseguir legalmente en EEUU, un país con 88 armas por cada 100 habitantes y donde anualmente mueren por ellas más de 30.000 personas.

Cabe también la opción de que Paddock modificara armas semiautomáticas para elevar su intensidad de disparos. Esa transformación, aunque extremadamente fácil gracias a complementos que se pueden adquirir por un puñado de dólares, es ilegal.

Minutos infinitos

No solo fue su elección de armas la que hizo extremadamente letal la estrategia de un hombre sin antecedentes penales significativos, problemas mentales conocidos ni historial militar o militarista. Al subir a la planta 32 y disparar desde una distancia de cerca de 500 metros volvió irrelevante cualquier intento de los 22.000 asistentes al concierto al aire libre de reaccionar como se enseña ante un tiroteo, ya sea tumbándose en el suelo, corriendo o enfrentándose al tirador. La gente abajo está en clara desventaja”, le ha explicado a ‘The Washington Post’ Adam Lankford, un criminólogo que estudia tiroteos masivos. “Están indefensos”.

Paddock convirtió minutos de terror en una eternidad. Las primeras noticias de tiros llegaron a las 22.08 horas. Disparó, usando distintas armas y con intervalos, al menos durante los siguientes nueve minutos, 13 según un mensaje de radio de un policía a las 22.21 horas citado por 'Newsweek'. A las 22.28 disparó a través de la puerta de la habitación a un guardia de seguridad del hotel. No se sabe en qué momento se quitó la vida, pero cuando las fuerzas especiales entraron a las 23.20 en la habitación lo encontraron ya muerto de un disparo autoinfligido.