EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN

Miles de menores inmigrantes llegados a Italia desde Libia quedan desprotegidos

Inmigrantes, algunos de ellos de muy corta edad, rescatados en Mediterráneo central por la oenegé Proactiva Open Arms, el 9 de enero.

Inmigrantes, algunos de ellos de muy corta edad, rescatados en Mediterráneo central por la oenegé Proactiva Open Arms, el 9 de enero. / periodico

Rossend Domènech / Roma

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Desde el 2015 han llegado a Italia 320.278 emigrantes, el 90% procedente de las costas de Libia, según el Ministerio del Interior. De estos, 64.000 son menores de edad. Sin embargo, en los centros de la península destinados a acogerles hay solo 17.864, el 28%. ¿Dónde están los demás?

Son ‘Invisibles’, como se titula un reportaje realizado por cuenta de Unicef, el organismo de la ONU para la infancia, que este verano circula de festival en festival, estropeando los tranquilos sueños de quien duerme bajo techo. ‘Extraviados’, ‘Perdidos’, se titulan otros estudios de la ONU, que recogen datos y testimonios estremecedores.

De los informes más recientes de Unicef, la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la oenegé Save the Children, el centro nacional de estadística italiano (Istat) y el de la Unión Europea (Eurostat), se desprende que la mayoría de ellos se ha fugado de los centros de primera acogida para tratar de reunirse con familiares que ya se encontraban en algún país europeo. Habrían podido acogerse al programa Pruma de la UE, previsto para ayudar a las reunificaciones familiares, pero lo ignoran, y muchos acaban volviendo a ser víctimas de la trata de personas.

Explotación laboral y sexual

Otros ‘desaparecidos’ trabajan en la economía sumergida, a tres o cinco euros por jornadas de 12 horas recogiendo manzanas o lechugas que se venden en los mercados de barrio, y no solo en Italia. Otros aún, solo varones, se prostituyen voluntariamente, para así ganar algo y poder enviarlo al día siguiente a sus familias. “Soy clandestino, invisible, ¿qué más podría hacer?”, explica resignado Yusuf, 16 años, sentado en el suelo de Termini, la estación ferroviaria central de Roma.

Las chicas constituyen aproximadamente un 10% de los 64.000 menores. Una vez en Europa son convertidas en esclavas sexuales a la merced de la Camorra, la mafia de Nápoles, que las desperdiga por toda la península para que se prostituyan por 30, 20 y hasta 5 euros: lo importante es que devuelvan el supuesto crédito que sus familias contrajeron al comienzo del viaje, por un importe de entre 30.000 y 60.000 euros. Se las encuentra en todas las periferias de la capital italiana. El fenómeno afecta principalmente a nigerianas, cuyas llegadas pasaron de 1.500 en el 2014 a 11.000 en el 2016. Las hay también de Camerún y Bangladés. En algunos casos habían escapado de su país huyendo de un matrimonio infantil.

Los testimonios

Los testimonios recogidos en estos informes son desgarradores. El viaje es penoso pero relativamente tranquilo hasta la frontera entre Niger y Libia; allí empieza un auténtico infierno de torturas, palizas, violaciones, hambre, trabajos forzados y chantajes a las familias para que sigan pagando. “Si intentas escapar, te disparan y mueres; si paras de trabajar, te pegan, y al final de la jornada te encierran bajo llave, eres un esclavo”, relata Aimamo, de 16 años.

La nigeriana F., de 16 años, la mayor de seis hermanas y alumna brillante, se sacrificó para viajar a Europa y ayudar económicamente a los suyos. Al llegar en camión a la frontera de Niger con Libia los traficantes la subastaron, junto con otras, y terminó en las calles apestadas de basura, sudores y perros salvajes de Casal Volturno, cerca de Nápoles. Según la OIM, el 70% de las jóvenes que proceden de Lagos (Nigeria) ya saben que al llegar a Italia deberán prostituirse.

“Imágenes imborrables” para Anthony Lake, director de Unicef.  “No tiene explicación que tantos menores emprendan el viaje frente a todos los peligros”, afirma Marie-Pierre Poirier, coordinadora para las migraciones en Europa de la organización. Se la da, en su libro ‘Il bagaglio’ (El equipaje), el periodista Luca Attanasio: “Llegan irremediablemente solos, con su equipaje de sufrimientos, pero con la determinación de poder cambiar de vida, de dar un giro a unos destinos ya marcados”. 

Chicos de clase media que "llegan aquí devastados"

<br/> Generalmente estos menores no son hijos de familias pobres, como se podría pensar, sino que la mayoría pertenecen a lo que vendrían a ser clases medias de las Guineas, Gambia, Senegal, Chad, Eritrea, Etiopia... Programas específicos de la ONU han sembrado de carteles, pegatinas y oficinas la mayoría de los países de origen, aconsejando a los menores no emprender el viaje e informándoles de los peligros que supone.