La violencia racista se dispara en Alemania

El país vive un repunte de las agresiones contra refugiados, voluntarios y periodistas mientras la ultraderecha política se consolida

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CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Era una fría noche de marzo en Berlín. Cerca de uno de los tranvías que circulan por la destartalada y decadente estación de Warschauerstrasse, tres hombres blancos y corpulentos empezaron a insultar en alemán a otro de origen africano. “¡Refugiado de mierda!”, gritaron, frente a los otros transeúntes. Faris Naeem, un joven sirio de 29 años que presenció la escena, salió en su ayuda intentando grabar lo ocurrido con su móvil para poder denunciarlo. “Les dije que parasen pero me lo robaron. Nadie hizo nada. Solo una mujer les criticó”, lamenta. Utilizando su teléfono como cebo, los tres hombres llevaron a Faris a un callejón, donde le golpearon repetidas veces hasta que huyeron corriendo. “Mucha gente nos acepta pero desde el ataque no confío en los alemanes”, explica en una conversación telefónica con EL PERIÓDICO. Resignado, ahora espera que la policía encuentre a sus agresores.

Su caso es uno de los muchos que se repiten a diario por toda Alemania. A pesar de que el ahora tambaleante acuerdo con Turquía para contener a los refugiados ha reducido drásticamente el número de llegadas, los ataques contra los solicitantes de asilo no han parado de crecer. En los últimos dos años el país ha visto una oleada de ataques racistas que queda silenciada mediáticamente por casos más espectaculares como los atentados perpetrados por terroristas o desequilibrados mentales. Así, durante el año pasado se registraron 3.533 ataques a refugiados, a un ritmo de casi 10 por día, superando los 1.031 casos del 2015. 

Albergues para refugiados arrasados por las llamas y agresiones físicas violentas son los casos más vistosos, pero el racismo va más allá. Lanzar botellas, amenazas verbales y grafitos con esvásticas o agradecimientos a Hitler son métodos que se han utilizado reiteradamente en todo el país y que, como se ha visto recientemente, llegan incluso a cuerpos de servicio público como el ejército.

Estas son las cifras oficiales. Pero según recoge la Fundación Amadeu-Antonio, oenegé antifascista que lleva un recuento alternativo sobre los ataques racistas en Alemania, los números reales serían mayores. “Probablemente hay más casos de lo que nos dicen. Para el 2016 el Gobierno ha creado diferentes categorías de agresiones para que el total parezca menos abultado”, critica Marius Münstermann, periodista que colabora con la organización.

VIOLENCIA CONTRA VOLUNTARIOS Y PERIODISTAS

Pero los brazos de la violencia ultraderechista y xenófoba llegan más allá de las refugiadas. Así, aquellos que tratan de ayudar a los solicitantes de asilo también pueden ser agredidos o amenazados. “Muchos voluntarios y activistas hemos recibido amenazas. Vivimos en un clima muy hostil”, cuenta Karl Kopp, experto de organización de ayuda a los refugiados PRO ASYL. Los delitos de extrema derecha crecieron un 2,6% en el 2016 hasta los 23.555 casos y los de signo racista lo hicieron un 5,3% hasta los 10.751.

Es también el caso de los periodistas. Así, un último informe de la Universidad de Bielefeld reveló este pasado marzo que hasta un 42% de los reporteros que tratan temas vinculados con la inmigración, los refugiados o el Islam fueron agredidos física o verbalmente durante el año pasado. “Los periodistas deben explicar lo que los agresores quieren o callar”, denuncia el profesor Andreas Zick. La popularización del término Lügenpresse (prensa mentirosa), acuñada por el nazismo y reutilizada por la formación ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD), ha contribuído a ese clima cada vez más hostil.

SIN DETENIDOS

A pesar de que el número de ataques xenófobos se ha disparado en los últimos años es difícil encontrar casos en los que se haya llegado a la identificación y detención de sus autores. En Berlín, uno de los Estados con menos ataques registrados, la policía solo ha podido identificar a ocho sospechosos de los hasta 50 casos de violencia denunciados. Ya sea por el miedo a denunciar de los agredidos o por falta de pruebas tras unos ataques que mayoritariamente se producen de noche y en las afueras de la ciudad, muchas de las agresiones quedan impunes.

Por otro lado, los responsables políticos tampoco han adaptado la legislación en contra del racismo del 2008 a la actual situación. “Las autoridades saben que el incremento de los delitos de odio contra refugiados es una grave preocupación pero a pesar de haberlas condenado no han puesto ninguna estrategia que los proteja”, denuncia el informe de Aminstía Internacional. Mientras que las organizaciones judías cuentan con protección policial a todas horas, en el caso de los refugiados la policía no tiene establecido un protocolo de actuación claro.

Las organizaciones también denuncian las políticas de Berlín, cada vez más restrictivas, y el endurecimiento retórico de unos líderes que buscan captar votos de cara a las elecciones generales de setiembre. “Copiando a los populistas, el Gobierno está incentivando sentimientos racistas. La nueva legislación es una amenaza para los derechos de los inmigrantes”, denuncia Kopp, refiriéndose al apartado que permite la deportación a Afganistán al ser considerado un país seguro. Para AI esta falta de respuesta es un claro ejemplo del “racismo institucional” que padece Alemania.