LOS ULTRAS DE EUROPA DEL ESTE

La extrema derecha echa raíces en Hungría

El líder del partido Jobbik, Gabor Vona, el pasado 2 de octubre tras cerrarse los colegios electorales del referemdum contra los refugiados.

El líder del partido Jobbik, Gabor Vona, el pasado 2 de octubre tras cerrarse los colegios electorales del referemdum contra los refugiados. / periodico

KIM AMOR / BUDAPEST (ENVIADO ESPECIAL)

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 Al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y a los miembros de su partido, el Fidesz, les gusta alardear entre sus colegas europeos de que gracias a ellos la extrema derecha no ha llegado aún al poder en el país centroeuropeo, aunque no son pocos los que opinan que la deriva derechista de Orbán lo ha situado al mismo nivel que los extremistas.

En todo caso, los radicales en Hungría se agrupan en torno al  Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik), un partido relativamente joven y que en las últimas elecciones generales, celebradas en el 2014, lograron más del 20% de los votos. Hoy en día, es la tercera fuerza en el Parlamento húngaro pero la segunda en popularidad y está considerada como una de las organizaciones políticas de extrema derecha -ellos se definen como derecha radical-  más poderosa de la Unión Europea.

“Hemos crecido por todo el país y tenemos una base de votantes jóvenes muy importante”, dice el diputado Márton Gyöngyösi, uno de los principales dirigentes de la formación. “Contamos con el apoyo del 53% de los jóvenes menores de 35 años y en las universidades ya somos el partido con más fuerza”, añade en su despacho del Parlamento con unas extraordinarias vistas al Danubio.

FRACASO DE LOS PARTIDOS

Para muchos jóvenes húngaros, Jobbik representa el partido anti-élite, el que va en contra de un sistema que ha estado dominado desde la caída del comunismo por unos partidos que han fracasado a la hora de responder a las necesidades básicas de las nuevas generaciones. Desde que Hungría ingresó en la UE, en el 2004, medio millón de jóvenes se han ido del país, “lo mejor de lo mejor, una enorme pérdida”, apunta Gyöngyösi, de 39 años, hijo de diplomático y que creció en Oriente Próximo y Asia, entre Egipto, Irak, Afganistán y la India.

“Lo que está ocurriendo en Hungría no es muy diferente a lo que pasa en otros países europeos”, reflexiona,  por su lado, András Biró-Nagy, del think tank Policy Solution. “Hay que recordar que en este país tuvimos una dictadura comunista de 40 años y que los valores democráticos los han representado siempre la derecha, al contrario que en España que tras el franquismo lo fue la izquierda”, añade. “Sonará raro, pero en Hungría ser de derechas significa para muchos ser un revolucionario”.

Biró-Nagy recuerda que Jobbik nació en el 2003 como una fuerza política extremadamente radical que se dedicaba a intimidar a la comunidad gitana, la minoría más importante del país, a través de una fuerza paramilitar, la Guardia Húngara. Antes de que fuera prohibida, el presidente del partido, Gábor Vona, se presentó en el Parlamento tras ser elegido por primer vez diputado en las legislativas del 2010 vestido con el uniforme del grupo paramilitar. El partido mostraba claramente su carácter extremadamente xenófobo, anti-gitano y anti-semita, nacionalista y radicalmente opuesto al sistema político imperante.

Pero hace tres años la dirección de la formación ultra decidió cambiar el discurso, en aras a mostrar una imagen más moderada y juvenillejos de declaraciones antisemitas como las que el propio Gyöngyösi efectuó en el 2012. Ahora, el partido "ha aprendido que en política no todo es blanco y negro. Se puede decir lo mismo pero de diferente manera”, señala el parlamentario. Estilo moderado, pero contenido radical. “Somos el partido del siglo XXI, mientras que Fidesz es del siglo pasado y representa lo antiguo. Ya no tiene sentido esa división entre izquierda y derecha, eso ya es parte del pasado, de la vieja política”, añade Gyöngyösi. 

CASOS DE CORRUPCIÓN

La nueva estrategia le dio buenos resultados. Jobbik ganó terreno al partido de Orbán, muy tocado por numerosos casos de corrupción. Hasta que estalló la crisis de los refugiados. Orbán, astuto, supo como virar rápidamente a la derecha radical con un discurso racista y xenófobo que le ha permitido recuperar popularidad. “Moderándose unos y radicalizándose los otros ahora los dos están más o menos al mismo nivel ideológico”, dice Biró-Nagy.

Orbán ha hecho suyas ideas que salieron de los despachos de Jobbik, como convocar el referéndum contra las cuotas de la Unión Europea, levantar la valla en la frontera con Serbia y Croacia y reformar la Constitución para endurecer todavía más la política migratoria. “Hungría no conoce el multiculturalismo, ni lo queremos, eso existe en los países de la Europa Occidental y les toca a ellos gestionar sus problemas”, sostiene Gyöngyösi. “El multiculturalismo es consecuencia de la colonización y nosotros nunca hemos sido un país colonialista”, sentencia.

Un discurso que se ha hecho suyo también el primer ministro. De momento, Orbán mantiene activa la agenda de los refugiados y, probablemente, la seguirá utilizando mientras le convenga políticamente. “Creo que Jobbik solo va a tener posibilidades de seguir creciendo si Orbán comete graves errores”, afirma Biró-Nagy. “El tema de la corrupción es muy importante. En la actualidad no hay casi diferencia entre los dos, pero Jobbik al menos puede decir que no ha robado, que no es corrupta. Es lo que pasa con los nuevos partidos de éxito que todavía no han tocado poder, como Podemos o Ciudadanos en España”, añade.

Biró-Nagy admite que está preocupado por el crecimiento de la extrema derecha en Europa. “El gran peligro, sostiene, no son estos partidos de momento pequeños. El verdadero peligro para Europa es que los grandes partidos de centroderecha o derecha acaben asumiendo el discurso de la extrema derecha. Esto está ocurriendo en Hungría y también en otros países del continente”. 

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