Idomeni, una olla a presión en la frontera greco-macedonia

Las oenegés alertan de que la situación es insostenible ante el aluvión de refugiados que llegan cada día

Campo de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia.

Campo de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia. / periodico

Javier Triana

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"¿Sabéis dónde puedo conseguir un saco de dormir?”. Nasir Ahmedafgano, en la treintena, casado y con dos hijos, acaba de llegar hoy a la frontera entre Grecia y Macedonia y ha colocado su pequeña tienda de campaña bajo un sombrajo de una gasolinera cercana al paso de Idomeni. Todo apunta a que esta noche lloverá.

Las mantas, las tiendas de campaña y, en general, la capacidad de alojamiento y abrigo en Idomeni no bastan para abastecer una población que no para de aumentar. Lo constata Fani Galatsopoulou, de la Organización Internacional para la Migración (OIM). “Ahora mismo, todo el mundo es vulnerable aquí”, asevera.

La cifras de refugiados acampados en la frontera este jueves eran mayores que las del día anterior y previsiblemente menores que las del día siguiente. Se ve y se nota: hay más tiendas, hay más gente, hay más movimiento, hay más nervios y hay más hartazgo. Pero desde la OIM admiten que ya no hay forma de contar con precisión cuántos refugiados esperan a cruzar a la antigua república yugoslava. Al menos, 10.000. Médicos Sin Fronteras indica que más de 11.000 ¿Hasta cuándo se puede aguantar antes de que esto explote? “Esto no va a aguantar mucho” es un comentario habitual entre los trabajadores humanitarios.

INSEGURIDAD

Fuentes del sector aportan un dato: durante una reunión reciente, la ONU ha considerado que sus trabajadores desplegados en la frontera no están seguros en Idomeni. Sin llegar a ser violenta, la situación sí es tensa en extremo, como se ha podido comprobar durante una sentada de varias horas en las vías del tren para impedir el paso del convoy. Un modo de protesta frente al cierre fronterizo. Carteles de 'Merkel, ayúdanos' y gritos de '¡Libertad!' han coloreado la protesta. Eran algunos centenares de sirios frente a un muro de policías escoltados por una locomotora que quería seguir su camino hacia el sur, hacia Grecia.

Los refugiados allí presentes quieren hacer exactamente el camino inverso: hacia el norte, cruzar a Macedonia y llegar a Alemania, como es el deseo de Mohammed, un joven sirio de Alepo que espera desde hace 11 días en Idomeni y está a las puertas macedonias. Como él, decenas de personas apostadas a un par de metros del siguiente país. Pero en las primeras doce horas de este jueves pasaron tan solo 76 personas, según la OIM. Un día antes, un total de 457.

ESCEPTICISMO

Babar Baloch, portavoz de Acnur en Idomeni, es una máquina de dar titulares: “La presión está aumentando. La rabia sigue creciendo”. Según Baloch, “Grecia necesita una válvula de seguridad para evacuar esta presión”. La reunión de este jueves entre el presidente del Consejo EuropeoDonald Tusk, y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, tampoco le da motivos para ser optimista con una Unión Europea que –dice el empleado de Acnur– “no ha hecho lo suficiente y a la vista está”. En la agencia de la ONU para los refugiados preocupa “la estrategia unilateral” en materia fronteriza de los distintos países de la ruta balcánica, ya que “es discriminatoria”. Y algo de razón lleva: solo sirios e iraquís con documentos originales pueden superar la frontera, llegado el turno asignado. El resto pasa los días con la esperanza de poder cruzar.

El iraquí Qader, 26 años y padre de familia, acaba de recibir su documento de identidad a través de una empresa de mensajería. El reparto ha sido un tanto heterodoxo. Sus familiares, en Mosul, le facturaron el documento y un repartidor en furgoneta se lo acaba de entregar en una plaza de la localidad de Polykastro, a una treintena de kilómetros de Idomeni, donde habían quedado. Ahora, con su identificación bien custodiada, podrá proseguir el camino hacia el norte.

Son muchos los que se acercan hasta Polykastro para hacer compras y otras gestiones. Comida, una tienda de campaña o una tarjeta sim para hacer llamadas internacionales, como explica una dependienta de una tienda de telefonía de la que acaban de salir cuatro sirios con una batería portátil para el móvil. “Les interesa sobre todo cómo hacer llamadas internacionales”, señala la empleada. Porque la idea es seguir rumbo al norte. El ministro griego de Protección Ciudadana, Nikos Toskas, bien lo sabe: “Los refugiados se niegan a quedarse en los campamentos” del país.