LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

La Biblia y Trump, una misteriosa alianza

Trump firma autógrafos durante un acto electoral en Millington (Tennessee), el 27 de febrero.

Trump firma autógrafos durante un acto electoral en Millington (Tennessee), el 27 de febrero. / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Los caminos del Señor son inescrutables, y nada lo ejemplifica mejor que el respaldo que Donald Trump está recibiendo de los evangélicos de Estados Unidos. Presbiteriano como Reagan, Eisenhower y Andrew Jackson, el multimillonario neoyorkino se define como “un buen cristiano” y presume literalmente de leer la Biblia más que nadie, pero está claro que su definición difícilmente se ajusta al canon. Trump va por su tercer matrimonio, apadrina concursos de belleza con mujeres en bikini y tiene el honor de ser el primer empresario que abrió un club de striptease en un casino. “¿Pondrán los evangélicos a un adúltero en serie que nunca se ha arrepentido en la Casa Blanca?”, se preguntaba hace poco el locutor de la ultraconservadora Radio de la Familia Americana, Andrew Fischer.

Trump empezó perdiendo el voto evangélico en Iowa ante Ted Cruz, algo que se daba por hecho teniendo en cuenta que el senador por Tejas habla su lenguaje, es hijo de un predicador baptista y, como Marco Rubio, raramente se quita a Dios de la boca. Cruz invoca en sus mítines al “cuerpo de Cristo” y “la divina providencia”, como si su campaña fuera la antesala profética de la Segunda Venida de Cristo. Pero, desde entonces, Trump les ha ganado cómodamente a los dos la partida. En Carolina del Sur y Nevada conquistó más votos evangélicos que nadie y, de cara al 'Supermartes', una encuesta de Bloomberg le da ventaja en los siete estados en disputa del llamado Cinturón Bíblico, donde el voto religioso será decisivo. El único donde no está claro el resultado es Tejas.      

“Trump no es para nada el típico candidato de los evangélicos”, asegura la periodista Sarah Posner, autora de ‘Los beneficios de Dios: Fe, fraude y la cruzada republicana por los votantes de valores’, en la traducción libre de este reportero. “Ellos demandan un candidato que exprese conocimiento y devoción a la Biblia, que diga que EEUU es una nación cristiana y que aspira a gobernar de acuerdo a los valores cristianos, pero Trump nunca habla de eso”. A menos que le pregunten, tampoco dice mucho de los asuntos esenciales para la derecha cristiana, como el aborto, el matrimonio homosexual o la supuesta persecución que sufren los cristianos, aunque sus posturas al respecto parecen haberse endurecido desde que es candidato.

LA FE, CUESTIÓN ÍNTIMA

El antiguo rey de Atlantic City suele decir que la fe es un tema muy íntimo para abordarlo en la esfera pública, pero cuando lo hace raramente sale bien parado. Una vez le preguntaron si había pedido alguna vez perdón a Dios. “No estoy seguro de haberlo hecho. Simplemente sigo adelante y trato de mejorar. No lo creo”, le respondió a Frank Luntz. Y cuando le pidieron que citara su verso bíblico favorito, se salió por las ramas y no acertó a dar con uno hasta días después: “Nunca cedas ante la envidia”. Solo había un problema, la frase no está en la Biblia. Algo parecido le sucedió al hablar de su iglesia. Trump asegura ser miembro de la Marble Collegiate, la más antigua de las congregaciones protestantes de Norteamérica. Pero la Marble no es presbiteriana y a sus responsables no les consta que Trump sea miembro, según ha publicado la prensa local.

Más que el núcleo duro de la derecha cristiana, Posner sostiene que al magnate inmobiliario le votan principalmente los evangélicos que se definen como tal por tradición, aquellos que van poco a misa y apenas participan de su activismo político. “Dicho esto, Trump apela a ciertos elementos de la derecha cristiana que quieren a un hombre fuerte en la Casa Blanca porque creen que EEUU se ha vuelto débil en emigración y terrorismo”, afirma en una entrevista telefónica. Su retórica antiinmigrantes y antimusulmana suena familiar entre esa América blanca y temerosa de Dios que asiste con pavor a su declive demográfico y que está acostumbrada a que le sirvan doble ración de islamofobia desde el púlpito.

LA RIQUEZA, UNA BENDICIÓN

Con sus jets privados y su ostentación de nuevo rico, Trump encaja además en el imaginario del llamado evangelio de la prosperidad, la idea de que ser muy rico es una bendición de Dios, una teología cuya popularidad se disparó a partir de los años 80 con el auge de los teleevangelistas. Muy lejos quedan los escándalos de tabloide que rodearon a sus dos divorcios, especialmente el primero de la atleta checa Ivana Trump, en 1992. Estando todavía casado con ella, la prensa descubrió que le había puesto a un pisito a su amante en una suite de Atlantic City. La amante era Marla Maples, con la que acabó casándose dos meses después de que los dos tuvieran una hija, Tiffany, en 1993.

“Con Trump, muchos de esos evangélicos sienten que han encontrado el altavoz políticamente incorrecto para canalizar sus frustraciones”, escribió recientemente David Brody, periodista de la Christian Broadcasting Network, una cadena de televisión fundada por el teleevangelista Pat Robertson. “¿Es el hombre más recto para llevar su antorcha? No. ¿Es el más transparente y auténtico? Eso creen, sin duda”.

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