Trump y Clinton se afianzan en la carrera hacia la Casa Blanca

Donald Trump junto a su hija Ivanka, tras imponerse en las primarias republicanas en Carolina del Sur

Donald Trump junto a su hija Ivanka, tras imponerse en las primarias republicanas en Carolina del Sur / RRE KS

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Las primarias del sábado en Estados Unidos sirvieron para constatar el increíble poderío de Donald Trump, que ha logrado convertir una broma de mal gusto en un movimiento político de masas, y el incansable espíritu de lucha de Hillary Clinton, que no está dispuesta a dilapidar esta vez más de una década de estrategia milimetrada para alcanzar la Casa Blanca. Ambos salieron reforzados de los caucus demócratas de Nevada y las primarias republicanas de Carolina del Sur, una jornada que se saldó además con el abandono de Jeb Bush, el penúltimo patricio, incapaz de sobrevivir a la furiosa rebelión de la América blanca, pobre y proletaria. La carrera republicana queda ahora convertida en una pelea a tres y, en la demócrata, pierde aire la burbuja de Bernie Sanders.

Las primarias son en cierta medida un juego de expectativas y, aunque Clinton le ganó a Sanders por solo cinco puntos, es mucho más del empate técnico que reflejaban las últimas encuestas. “Algunos dudaron de nosotros, pero nosotros nunca dudamos de nosotros mismos”, dijo la candidata al comparecer ante sus seguidores. Desde un punto de vista sentimental su victoria es importante porque fue en Nevada hace ocho años cuando descubrió que verdaderamente podía perder ante Barack Obama. Si ha prevalecido esta vez, es por el apoyo abrumador de los negros y los asiáticos, que le permitieron conquistar por 14 puntos el voto de las minorías, de las mujeres y los urbanitas de Las Vegas, donde vive la mayor parte de la población del estado. La mala noticia para ella es que, si las encuestas a pie de urna no se equivocan, perdió con claridad el voto de los hispanos.

Mirando al supermartes

Sanders no pareció especialmente preocupado, consciente de que hace solo cinco semanas iba 25 puntos por detrás en los sondeos de Nevada. “Nosotros tenemos el viento a favor”, dijo antes de prometer victorias en el supermartes, previsto para el próximo 1 de marzo, la jornada más importante de las primarias. Están en juego 13 estados y más delegados que ningún otro día. Aunque es cierto que al socialista de Vermont le pueda ir bien en estados relativamente blancos como Tejas o Arkansas, casi con toda seguridad perderá antes en Carolina del Sur, donde el voto negro es decisivo, lo que le negará ese viento de cara.

Entre los republicanos, la pregunta está en saber si Trump se ha vuelto imparable. Como Clinton, el magnate acumula dos victorias de tres, esta última por 10 puntos de ventaja sobre Marco Rubio y Ted Cruz, que quedaron prácticamente empatados. Cruz está mucho mejor organizado que él sobre el terreno y a Rubio deberían lloverle las donaciones del aparato del partido tras la espantada de Bush. Pero el empresario neoyorkino tiene algo más intangible de su parte, el furor de una América que ha encontrado a alguien que exprese sus frustraciones sin pedir perdón y un Rey Midas al que les gustaría parecerse, cuya cuenta bancaria les hace pensar que no se dejará comprar por nadie.

El voto evangélico

Desde 1980, todos los candidatos que ganaron en Nuevo Hampshire y Carolina del Sur acabaron obteniendo la nominación. Y ese es el caso de Trump, que no solo pesca la mayoría de sus votos entre el electorado “moderadamente conservador”, el que al final decide al candidato, sino que además, por uno de esos misterios de la vida, obtuvo en Carolina prácticamente los mismos votos entre los evangélicos que Cruz, que es hijo de un pastor cristiano fundamentalista. Si esas constantes se mantienen, lo normal es que le vaya muy bien el supermartes, que se libra mayormente en los estados sureños.

“Cuando ganas es hermoso y vamos a volver a ganar porque nuestro país ya no gana nunca”, les dijo Trump a sus seguidores antes de repetir su eslogan de campaña: “Hagamos una América grande otra vez”. El antiguo presentador del El aprendiz, describió su eslogan como “el mejor de la historia”, aunque lo cierto es que no es suyo. Esta sacado de la campaña de Reagan en 1980.

Sus rivales no se dejan impresionar. “Esto se ha convertido en una carrera de tres y vamos a ganar la nominación”, dijo Rubio, el senador por Florida, que vuelve a estar en la pomada tras la decepción de Nuevo Hampshire.