CONFLICTO EN ORIENTE PRÓXIMO

Kilis: 90.000 turcos, 120.000 sirios

Dos refugiados sirios, en el paso fronterizo de Öncüpinar, cerca de Killis, el 8 de febrero.

Dos refugiados sirios, en el paso fronterizo de Öncüpinar, cerca de Killis, el 8 de febrero. / periodico

JAVIER TRIANA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El campamento de refugiados de Öncüpinar, en la parte turca de la frontera con Siria, es probablemente la localidad mejor urbanizada en decenas de kilómetros a la redonda. Pavimento adoquinado, avenidas ordenadas, alumbrado público, alcantarillado, colegio, mezquitas, mercado, parque con columpios y barrenderos que mantienen el lugar impoluto. Cierto: los refugiados viven en barracones, pero estos están dotados de antena parabólica y calefactor. Ni rastro de la insalubridad, la aparente falta de planificación y los insoportables hedores que componen la tónica habitual de campamentos de refugiados de muchas otras partes del planeta. La cercana localidad de Kilis bien querría para sí estos términos.

Cuando se le señalan las citadas condiciones a uno de los vigilantes del campamento, un turco habitante en la región, responde a medio camino entre la broma y la envidia: “Estos árabes son de primera clase. Nosotros [en referencia a la población local] somos de segunda”.

Abierto en el 2012 justo junto al paso fronterizo de Öncüpinar, este campamento modélico acoge a unos 11.000 sirios que huyeron de la guerra cuando esta estaba en sus primeros compases. Aunque hay residentes que quieren volver, como algunos jóvenes de distintos grupos de la oposición al régimen sirio (y que agrupa desde facciones moderadas hasta otras abiertamente yihadistas). Ansían regresar y seguir luchando, pero Turquía les cierra el paso. También, a quienes anhelan salir de Siria a causa de la ofensiva gubernamental apoyada por aviones rusos sobre Alepo y alrededores, y que se concentran a decenas de miles en varios campamentos repartidos en los primeros seis kilómetros de suelo sirio tras la aduana turca. Y no será porque Turquía no tiene capacidad de acoger a varios de ellos. Solo en el campamento de Öncupinar hay unas 10.000 plazas libres. De hecho, este martes, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pidió al país eurasiático que abriera la frontera a quienes huyen de los combates en Siria porque, por el momento, solo han entrado heridos y casos de extrema vulnerabilidad.

RECELO HACIA LOS SIRIOS

La presión que una nueva oleada de sirios en esta zona del sur de Turquía podría producir se deja entrever en comentarios como los de Dilek, una joven empleada de una óptica de la cercana ciudad de Kilis. “Su cultura es muy diferente a la nuestra. Las cosas han cambiado [desde que empezaron a llegar sirios, hace casi cinco años]”, asegura a este diario la trabajadora. “Hay gente que se opone a la presencia de sirios y otra a la que le da más igual”, agrega.

Mecit, un obrero de unos 50 años, apunta que los alquileres han subido debido al aumento de la demanda provocada por la llegada de los sirios. Y que las condiciones laborales han empeorado por este mismo motivo: “Si yo trabajo por 50 liras al día, ellos lo hacen por 20”, comenta. Un compañero suyo tiene sentimientos encontrados entre el incremento del precio de la vida y lo criminal de los bombardeos sobre civiles.

SITUACIÓN TRAUMÁTICA

En la oenegé local IHH afirman que los turcos son muy hospitalarios y que los sirios reciben de buen grado su asistencia. El portavoz de IHH en Kilis, Zafer Ersoy, explica que sus esfuerzos se centran ahora en asistir a los refugiados que están en Siria, pegados a la frontera turca, adonde destinan numerosas partidas de ayuda cada día. “La situación es muy traumática para los niños. Hay niños que nacen allí en los campamentos”, cuenta. Ersoy no cree que la bombas alcancen esa zona de refugiados, aunque no descarta la posibilidad.

Tanto IHH como la rama turca de la Media Luna Roja se afanan en transportar mantas, tiendas y alimento a esa zona. De los hornos de sus almacenes han salido 200.000 panes y 140.000 raciones de comida en la última semana. Además, en el caso de IHH, la mayor parte de su financiación proviene de donativos turcos, según Ersoy, lo cual denota la preocupación local por la compleja situación.

ORGULLO LOCAL

Quizá la población de Kilis no esté al cien por cien contenta con la masa de sirios, pero no se han producido altercados reseñables entre indígenas y forasteros y es motivo de orgullo local: una pancarta colgada de una de las avenidas principales de la ciudad anuncia orgullosa que Kilis está ahora poblada por 90.000 turcos y... ¡120.000 sirios! Motivo que, apunta el cartel, debería bastar para serle concedido el Premio Nobel de la Paz.

Ercan, ingeniero, en la cuarentena, no quiere saber nada de premios y prefiere que el problema se evapore: “¿Y si en vez de que la Unión Europea pague a Turquía para cuidar de los refugiados, le pagamos nosotros a la UE y que los cuiden ellos?”