GUERRA EN SIRIA
"En Alepo nos preparamos para sufrir un asedio"
Javier Triana
Periodista
JAVIER TRIANA
Quienes no huyen de Alepo, llenan la despensa. “La gente se está yendo de aquí”, asegura a este diario Mahmoud Samra, un trabajador humanitario y residente de esa ciudad siria. “Y los que se quedan están haciendo acopio de todos los alimentos que pueden en previsión del posible cerco”, agrega. Él mismo muestra, a través de vídeos grabados con su teléfono móvil, sacos con kilos de arroz, pasta y decenas de latas con carne en los armarios de su cocina. “¡Espero que sea suficiente!”.
Sin embargo, el coste de este tipo de productos básicos de consumo se ha disparado en los últimos días, desde que las tropas del régimen sirio, presidido por Bashar el Asad y que está apoyado en la contienda por la potente aviación rusa, intensificaron su campaña para recuperar el control de la ciudad. El precio del pan, por ejemplo, ha subido en Alepo más del doble en los últimos 15 días. “El pan ha pasado de costar 10 libras sirias [equivalentes a casi cinco céntimos de euro] hace dos semanas a tener que pagar 22”, destaca Samra en conversación telefónica.
El temor a que las tropas de Asad sitien la ciudad ha provocado estas dos reacciones dispares. Pero no se trata de un miedo aleatorio, irracional y paranoico sino sólidamente fundado. El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) corrobora que los combates se centran en las pedanías al norte de la ciudad como parte de esta ofensiva contra grupos armados opositores que ya ha desplazado a cientos de miles de personas en la región. Por su parte, el Instituto para el Estudio de la Guerra muestra en sus mapas más recientes cómo el avance sirio ha cerrado la ruta norte, capando así las vías que conectaban Alepo con la frontera turca, a medio centenar de kilómetros de distancia.
NUEVAS RUTAS DE HUIDA
Así las cosas, solo el oeste sigue ofreciendo una vía de escape. El resto, queda engullido por la presencia de los hombres de Asad y sus aliados. “Hay mucha gente que sale de la ciudad hoy también. La gente huye ahora hacia Idleb y luego hacia el paso fronterizo [con Turquía] de Bab al Hawa o a la zona de Latakia, bajo control del régimen”, explica Samra. Aparte de más complicado, huir también es más caro: mientras que hace un mes el precio a pagar a los traficantes para que te cruzaran la frontera hasta alcanzar Turquía era de 500 dólares, ahora el coste se ha duplicado. El paso fronterizo turco más cercano a Alepo, el de Öncüpinar, seguía este lunes también cerrado y, según el cooperante, no se permitirá pasar a las decenas de miles de refugiados que allí se concentran, puesto que parte del pago a los contrabandistas sirve para sobornar a las autoridades turcas. “Es una frontera muy lucrativa. Turquía no tiene motivos para abrirla”, opina.
La ayuda humanitaria turca seguía fluyendo este lunes hacia el otro lado de la frontera, donde se levantan campamentos para acoger a más de 30.000 personas, según Kerem Kinik, vicepresidente de la Media Luna Roja en Turquía. “Los refugiados [en el lado sirio de la frontera] están muy ansiosos. Tienen miedo de las masacres”, aseguró a los medios de comunicación presentes en la frontera de Öncüpinar. Decenas de miles de personas estarían huyendo de Alepo por la ruta indicada por Samra, aunque las cifras son difíciles de precisar y varían dependiendo de las fuentes. Además, según el OSDH, cientos de personas encontraron refugio en la localidad de Arfin, al noroeste de Alepo, en una zona que controlan las milicias kurdo-sirias YPG.
LA VIDA BAJO LAS BOMBAS
En Alepo, mientras tanto, quienes han optado por quedarse en su lugar natal, como Samra, tratan de proseguir sus vidas con la normalidad que les permiten las bombas rusas. “Por la mañana, se ven miles de personas yéndose de aquí”, describe. “Luego, entre el mediodía y las tres o cuatro de la tarde, los aviones rusos bombardean y entonces no hay nadie en las calles. No verás a nadie por ahí. Y... después de eso, todo vuelve a la normalidad”. Niños que van al colegio, tiendas abiertas, algún hospital que funciona. “Con mucho cuidado, pero hay vida en la calle”, apunta.
De producirse el esperado cerco, la situación humanitaria en Alepo podría ser todavía más catastrófica, con todos los accesos cortados. Su población, estimada ahora en torno a los 300.000 personas (antes de la guerra, contaba con más de dos millones de habitantes), se sumarían a los 400.000 sirios que viven sitiados en el país, según un informe de las Naciones Unidas publicado en diciembre del 2015. Es el caso de Madaya, donde el asedio gubernamental ha provocado ya muertes por inanición. “La gente ha empezado a comer tierra porque no hay nada más que comer”, indicó Abdel Wahab Ahmed a la cadena de televisión británica BBC. “La hierba y las hojas han muerto por la nieve”, agregó, en referencia a los alimentos usados hasta la fecha, entre los que también se encuentran las mascotas.
Por su parte, Mahmoud Samra, cuya mujer está en el extranjero a punto de dar a luz a su primera hija, dice estar preparado para el cerco en Alepo.
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