Sin noticias de los hijos
Irene Savio
Periodista
IRENE SAVIO / ROMA
“Papá, bésame que me voy a morir”. Esas fueron las últimas palabras que Refaat Hazima, sirio de Damasco, oyó de su hijo cuando en el 2013 su barco naufragó en el canal de Sicilia. “La Marina maltesa rescató a los adultos; la italiana, a los niños. Había tanta confusión...”, recuerda Refaat, que no se resigna a la pérdida del menor e incluso asegura haberlo visto en el vídeo de un rescate. Tiene sus razones. El cadáver de Mohammed nunca fue hallado, motivo por el cual oficialmente el niño todavía está desaparecido y quizá lo esté para siempre.
No existen informes completos sobre la cifra de niños inmigrantes y refugiados que, en los últimos años, desaparecieron ya llegados o en su travesía hacia Europa. Algo que se debe a que las circunstancias de los casos son difíciles de reconstruir y la coordinación europea todavía es escasa. Según Europol, las policías europeas perdieron el rastro de unos 10.000 niños10.000 niños, la mitad en Italia. No obstante, más allá de casos puntuales, ninguna autoridad afirma saber con certeza si estos niños han muerto, si han caído presos de mafias, o si se han reunido con sus familiares, abandonando en la clandestinidad el país al que primero llegaron.
SIN MECANISMO DE RASTREO
No se sabe a causa de que no existe un sistema internacional eficaz para rastrear a estos niños. Su desprotección es absoluta. Incluso muertos. “En Italia, hay todo tipo de situaciones. En algún caso, son niños ahogados cuyos cadáveres no han sido identificados tras caer víctima de depredadores marinos. En otros, amenazados por los traficantes, los menores fueron rescatados y llegaron a Italia, pero luego se fugaron de los centros de acogida”, explica Tareke Bhrane, de la oenegé 13 de Octubre. “También hay casos de familias que llegaron separadas y se reunificaron en otros países, cruzando fronteras y escondiéndose de la policía”, añade.
“Entre el 2014 y el 2015, nos confiaron 850 menores, de los cuales 407 se escaparon y desaparecieron”, admite Simona Fernández, del centro Salam de Taranto (Sicilia). “Hemos intentando que no se fueran, pero nuestros hogares no son cárceles. El horror es que muchas familias se comprometen con las mafias para que los menores trabajen para ellos. Es el precio a pagar para llegar a Europa”, añade la activista.
DISTINTOS DESTINOS
Entre los que caen presa de las mafias, hay trato diferente según la edad y la nacionalidad. Las adolescentes subsaharianas caen a menudo presa de redes de prostitución. Los egipcios, del sur son trasladados a ciudades del norte como Turín y Milán, para trabajar en negro para comerciantes de frutas y verduras. En la mayoría de los casos, los traficantes han resultado ser locales y de los países de origen.
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