Sin Chávez y sin Bolívar

La tensión domina la sesión inaugural del Parlamento venezolano donde la nueva mayoría retira las efigies de los mandatarios

Tensión en la sesión inaugural del Parlamento venezolano.

Tensión en la sesión inaugural del Parlamento venezolano. / periodico

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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“Sí, se pudo”, gritaron dentro del hemiciclo, con las venas de sus gargantas hinchadas. “Asesinos”, les respondieron. “No volverán”, se jactó la nueva mayoría. “Volveremos”, auguró la minoría, en medio de una adversidad que desconocían. “Chávez vive, la lucha sigue”: el contrapunto resonó como una chirriante música de fondo durante la sesión inaugural de la Asamblea Legislativa (AN).

Todo comienzo reclama un símbolo que lo sintetice. La Mesa de Unidad Democrática (MUD) decidió que esta nueva era parlamentaria prescinda de las imágenes que saturan el país. El Congreso inició sus labores sin los rostros de Hugo Chávez y Simón Bolívar. La oposición los retiró como señal de cambio político y cultural que el Gobierno, que hizo de ellos una religión de Estado, sintió como una profanación.

La AN tiene su saga de episodios violentos. Todavía se recuerda aquel febrero de 2011, cuando el entonces diputado opositor Alfonso Marquina, la emprendió a golpes con el chavista Henry Ventura. La pelea arrastró a las bancadas. Volaron las manos de uno y otro lado.

A LA GREÑA

Cinco años más tarde, muchos temieron que la situación se repitiera. Pero nada pasó a mayores.  En un momento, el diputado bolivariano Héctor Rodríguez pidió tomar la palabra sin corresponderle y el flamante presidente de la legislatura, Henry Ramos Allup, lo frenó con un sermón. “Aquí cambiaron las cosas, esté tranquilo”, le dijo, y lo llamó a un silencio quebrado por aplausos y ovaciones. “No le daremos apoyo a esta ópera bufa”, dijo, de inmediato, otro chavista, Pedro Carreño. Y cuando giró sobre sus talones, mientras el diputado Julio Borges anunciaba los proyectos de leyes que serán presentados de inmediato, la bancada se retiró de la sala.

“Deploro que los colegas abandonaran el hemiciclo en un momento tan importante y solemne. Me atrevo a presumir que no quieren escuchar las cosas que vamos a decir. Tendrán que acostumbrarse porque en estos cinco años va a haber libertad de opinar y todos vamos a respetar las expresiones divergentes”, apuntó Borges.