Las protestas se radicalizan tras la ejecución de un clérigo chií en Arabia Saudí

Incendio en la embajada saudí en Teherán.

Incendio en la embajada saudí en Teherán. / periodico

MATEO TORRES / JERUSALÉN

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La ejecución del clérigo chií Nimr al Nimr por parte de Arabia Saudí ha disparado la tensión entre chiís y sunís en Oriente Próximo. Centenares de iranís furiosos penetraron en la madrugada del domingo en la embajada saudí en Teherán, prendieron fuego al edificio, destrozaron los muebles y arrojaron a la calle documentos de la representación diplomática, en protesta por la ejecución del clérigoAl Nimr, de 55 años, formaba parte, con otros tres chiís, de un grupo de 47 personas ajusticiadas personas ajusticiadas, fusiladas o decapitadas, acusadas de terrorismo

Las fuerzas de seguridad intervinieron poco después para desalojar la embajada y arrestaron a casi medio centenar de manifestantes. Sin embargo, no está claro por qué no pudieron atajar el incidente antes de la irrupción de los manifestantes. Este fue el suceso más grave de entre las múltiples protestas que se desarrollaron el domingo, por segundo día consecutivo, en distintas localidades y países donde existe población chií.

El ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán, condenó el ataque a la embajada saudí, pero tuvo palabras muy duras contra los líderes de este país: “El injusto derramamiento de sangre de este mártir oprimido (el jeque Al Nimr) sin duda traerá pronto consecuencias y la venganza divina caerá sobre los políticos saudís”.

El jeque chií sacrificado había atraído a los jóvenes de su religión que residen en el este de Arabia Saudí y que veían en su discurso, agresivo pero pacífico, un polo de atracción superior al de los líderes chiís de las viejas generaciones.

CEMENTERIO MUSULMÁN

Familiares del jeque dijeron que han recibido una comunicación de las autoridades de Riad informándoles de que su cadáver no se devolverá a sus allegados y que ha sido enterrado en un “cementerio musulmán”, sin precisar la con fesión del cementerio.

La página en internet del ayatolá Jamenei mostraba el domingo a un verdugo saudí junto al notorio verdugo del Estado Islámico conocido como ‘John el yihadista’ con la pregunta: “¿Hay alguna diferencia?” En las últimas horas los iranís han intensificado las acusaciones que señalan a las autoridades saudís como impulsoras del terrorismo.

Entre las condenas más significativas en la región está la de Irak, otro país de mayoría chií. La embajada saudí en Bagdad se había reabierto el viernes después de un periodo de 25 años y ayer fueron numerosas las voces que pidieron su cierre inmediato.

Los iranís habían solicitado repetidamente la clemencia del rey Salman pero el monarca no atendió a esas peticiones. Autoridades saudís han argumentado que con las ejecuciones se pretende “enviar un mensaje” a las organizaciones terroristas, y especialmente a los grupos takfirís que los saudís ven como una amenaza para la estabilidad del reino.

La mayoría de los ejecutados el sábado pertenecían a Al Qaeda y eran por lo tanto sunís y no chiís, es decir yihadistas dispuestos a acabar con la monarquía saudí y establecer en su lugar un califato. El Estado Islámico y Al Qaeda habían advertido a Riad que la ejecución de los yihadistas tendría consecuencias graves.

La dimensión de las ejecuciones, sin parangón en los últimos años, corroboran que el rey Salman, que fue coronado el año pasado, obra con una determinación tal vez excesiva aun a costa de poner sus decisiones en tela de juicio en Oriente Próximo y en Occidente.

De hecho, en Occidente se ven con preocupación las distintas intervenciones de Salman, quien está jugando cartas muy arriesgadas tanto en Siria como en Yemen. En Yemen, la intervención del Ejército saudí empezó en marzo último, y el conflicto sigue adelante con un coste muy elevado y sin que haya ninguna salida a la vista.

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