TRAS EL 13-N

¿Cómo es el enemigo?

Los terroristas yihadistas son jóvenes, musulmanes, no hablan árabe, tienen antecedentes como delincuentes comunes y transtornos de personalidad

Yihadistas

Yihadistas / periodico

DAVID GARRIGA

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El terrorismo del Estado Islámico (EI) ha vuelto a ser noticia en Occidente con los atentados del 13 de noviembre pasado en la capital francesa. De hecho, desde su creación, en junio del 2014, la acción del grupo terrorista dirigido por Abu Bakr al-Baghdadi no ha parado de extenderse por el mundo con diversos atentados y acciones terroristas. Recordemos las detonaciones provocadas por este grupo en las mezquitas chiítas en Yemen, Arabia Saudí y, más recientemente, en la capital libanesa hasta los más próximos geográficamente, como los sucedidos en Túnez, en un hotel lleno de turistas, o en Francia a principios de año con el ataque al semanario satírico 'Charlie Hebdo' y a un supermercado judío.

Aunque Francia ha sido especialmente castigada por el EI (incluso, mencionada en varias ocasiones de manera específica por diferentes portavoces del grupo terrorista, como Abu Mohamed Al-Adnani, que ordenó a los suyos meses antes de los atentados a la redacción de 'Charlie Hebdo' que «ejecutaran a todos los descreídos occidentales», añadiendo, en especial, a los «sucios y despreciables franceses»), la posibilidad de más atentados, de manera inminente en Occidente es un hecho.

Desde distintas páginas web y 'hashtags' de tendencia radical anuncian próximos objetivos, además de España, capitales como Roma, Londres y Washington. Pero una de las cuestiones que más preocupa a la seguridad de los diferentes países es cómo poder detectar y controlar una situación que se hace cada vez más agotadora y compleja para los diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad y que, por su inmediatez y dificultad en detectar, se hace casi imposible de evitar.

'MANUAL DE LA BARARIE'

El grupo terrorista EI promueve la creación de un califato a nivel mundial, dirigido por el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, y se declara estado fomentando la implantación de la 'sharia' o ley islámica en la población global.

Para conseguirlo, basa sus fases de expansión a través de las propuestas que aparecen en un manual titulado 'Manual de la barbarie', de Abu Bakr Naji, en el que se explica cómo lograr esta conquista del califato. Desde una primera fase denominada «de humillación y agonía», donde los principales objetivos se sustentan en dinamitar la moral de Occidente a través del terror con diferentes acciones, como la invasión masiva de vídeos de decapitaciones, la división entre los musulmanes y el resto de la población promoviendo una estudiada confusión entre islam y terrorismo.

Después viene una segunda fase llamada «del desembarco de los salvadores», donde las diferentes células durmientes enviadas a todo el mundo se activarán y empezarán a ocasionar atentados indiscriminados. Finalmente, el manual aborda la «fase de los yihadistas como salvadores del caos», donde el principal objetivo es el de ofrecerse como garantes de este caos provocado por los diferentes atentados a cambio de una aceptación del califato y su ley o 'sharia'.

A día de hoy, nos encontramos entre las dos primeras fases del manual, cuyo interés radica en la captación de chicos jóvenes para luchar por la causa, ya sea desde Siria o Irak, o quedándose en sus países de origen de manera latente hasta que llegue el momento de actuar y el de chicas jóvenes para procrear en Siria y estabilizar una población que ha de ir avanzando en sus conquistas territoriales.

RASGOS ÓPTIMOS

Los principales signos que buscan los observadores que trabajan para el grupo terrorista en las posibles víctimas a ser radicalizadas son personas frustradas o insatisfechas, tanto a nivel social, laboral y económico (no debemos pensar solo en el musulmán mal integrado, sino en cualquier joven marginado en nuestra sociedad), personas sensibilizadas contra las injusticias hacia los países árabes o de mayoría islámica, y jóvenes que perciben algún tipo de discriminación por parte de la sociedad. Esta mala integración lleva al joven a recibir una estigmatización por parte de los suyos llegando a una crisis de identidad manifiesta.

Dentro de este perfil (chicos jóvenes) encontramos a muchachos de edades entre los 15 y los 35 años, musulmanes, aunque cada vez se incrementa más el número de conversos, no hablan árabe, muchos de ellos con antecedentes de delincuencia común, que son captados principalmente a través de las redes sociales y radicalizados por un reclutador. Algunos de ellos presentan transtornos de personalidad (algunos diagnosticados previamente), que se revelan a través de la inestabilidad de los estados de ánimo y de conductas antisociales continuas.

En el perfil de las chicas radicalizadas encontramos edades entre los 16 y 28 años, musulmanas, pero con un aumento de las 'conversas' igual al de los chicos, tampoco hablan árabe la mayoría de ellas, y la vía de captación principal es también mediante las redes sociales.

Las diferentes fases de captación de los chicos se podrían dividir en cuatro: una primera de atracción y adhesión a la causa a través de las redes sociales e internet, en general; una segunda fase en la que el joven mantiene el contacto con el reclutador, empieza la reprogramación y el convencimiento sobre aquello por lo que va a luchar. En una tercera fase, el reclutador selecciona los perfiles que considera más fáciles de convencer, y la cuarta fase es la de la activación, que se complementa con un viaje a Siria o Irak para acabar la formación del candidato en la lucha y la utilización de armas y de explosivos.

VISIÓN ROMÁNTICA

En cuanto a las chicas, se sigue el mismo esquema, excepto el contacto directo con el reclutador, ya que el modo de captación de la mayoría de ellas es a través del enamoramiento de un supuesto guerrero del EI, su retórica de fidelidad, la igualdad de sexos, y una visión romántica del territorio que controla el grupo terrorista. Muchas veces el convencimiento de la muchacha es tal, que emprende el viaje sin conocer quien está realmente detrás del perfil de su enamorado. Una vez llega junto al reclutador y se da cuenta de que no es lo que pensaba ya es demasiado tarde para volver. De octubre a diciembre del 2014 se contabilizaron 120 muertos occidentales que intentaban regresar ante la decepción por lo que se encontraron allí.

LA PREVENCIÓN

Pese a ser muy importante el seguimiento de los radicalizados por parte de los servicios de inteligencia y policiales con el fin de evitar los atentados que pueden ejecutar en Occidente, más importante es prevenir e impedir que estos jóvenes entren a formar parte de este tramo de reclutamiento, proceso que los lleva a matar por una religión que no tiene nada que ver con el islam. Por otro lado, habría que controlar los espacios donde los reclutadores realizan sus acciones de captación, desde el control de las redes sociales por las que se mueven hasta los locales donde se reúnen.

En este aspecto, dos espacios que, en mi opinión, están descuidados y tienen una gran importancia para la captación son los centros penitenciarios y los de menores. En el primer caso, en las cárceles, tenemos que formar a los funcionarios que trabajan en ellas para que sean capaces de detectar a los reclusos que se introducen en el circuito penitenciario con el objetivo de captar, y, por otro lado, descubrir los posibles perfiles objetivos de presos que, a menudo, están cumpliendo condenas de tercer grado por su facilidad en entrar y salir del centro. 

Sin esta formación específica, la captación dentro de las prisiones será un lugar fácil para el trabajo de los reclutadores. Los centros de menores son otros sitios de captación. Es imprescindible evitar que haya espacios donde los menores pertenezcan al mismo país y tengan la misma lengua, y muy importante que haya control exhaustivo por parte de los monitores que entran a formar parte de esta tarea tan difícil que es la reinserción del menor en la nueva sociedad, tanto de las actividades dentro como fuera del centro.

Desde que Europa ha decidido controlar más las fronteras y aeropuertos para evitar que los extremistas occidentales puedan llegar a Siria, el grupo terrorista está apostando por radicalizar a niños en el país de origen y dejar a los extranjeros sin la última fase de la captación (viaje final), cosa que hace que sean más difíciles de detectar hasta que no actúan. Por un lado, este hecho ha incrementado en ellos el odio hacia Occidente debido a que han sido precisamente las políticas de los países en los que viven las que no permiten que puedan concluir su proceso de radicalización, lo que aumenta el sentimiento de rabia hacia objetivos próximos. Por otro, pese al peligro que tienen este tipo de perfiles, la falta de formación en armas y de preparación de explosivos hace más probable que las acciones que llevan a cabo no acaben de saldarse con éxito, tengan un nivel menos grave o de menor envergadura. 

CAMBIOS EN LA CONDUCTA

Por todos estos motivos, es fundamental, aparte de trabajar en el seguimiento de los jóvenes sospechosos de radicalismo, realizar una tarea, como ya se está haciendo en otros países europeos, a nivel de prevención. Seguir a los posibles radicalizados por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad no solamente es muy costoso sino que puede llegar a ser agotador. Hemos de trabajar para evitar que este joven llegue a caer en las redes de reclutamiento, detectando y ofreciendo otras opciones más atractivas que las que les presentan los terroristas. Por un lado, mientras dura esta radicalización (Al Qaeda radicalizaba en 2 años y el EI, en 4 meses), es imprescindible formar a profesionales capaces de detectar estos cambios en su conducta, evidentes pero que si no conocemos cuáles son será imposible de captarlos a priori.

Es importante, como han dicho diferentes cargos políticos, que la sociedad civil sea una activo en esa detección, pero si no formamos a la sociedad, sino sabemos qué buscar, todo ello puede convertirse en una caza de brujas sin sentido. Con esta formación en detección no solo podremos actuar antes de que los violentos pasen a la acción e impedir una desgracia, sino que evitaremos acusaciones fáciles y sin ninguna base por falta de conocimientos para discernir al musulmán de toda la vida no radical del terrorista. 

Uno de los casos más claros de este conocimiento y formación de civiles próximos a los jóvenes fue el de Yassin Salhi, vecino del bario de Saint Priest de Lyón, y autor el pasado mes de junio de la decapitación  del gerente de la fábrica en la que trabajaba y con la intención, además, de atentar contra la empresa de gas Air Products ubicada en la misma región. Después de su detención, el monitor del gimnasio al que solía acudir con frecuencia a entrenarse describió con total claridad los cambios, tanto físicos como de conducta del terrorista en los últimos meses. Si esta persona hubiera podido conocer que el joven que tenía delante era un posible caso de radicalización seguramente hubiera podido  activar la alerta policial.

MEDIDAS INMEDIATAS

Es importante aplicar medidas inmediatas para luchar contra este fenómeno que tenemos en casa, pero sobre todo invertir en políticas de prevención y en profesionales expertos en esta materia para poder detectar toda acción de radicalización del terrorismo del EI. También es necesario controlar y neutralizar la actividad de todas las redes de reclutamiento y a sus operadores, espacios a día de hoy básicos para enrolar a estos jóvenes.

Por otra parte, hay que trabajar con los radicalizados una vez son detenidos, se debe poder disponer de planes de desprogramación. No sirve de nada encarcelar a un radicalizado que ha ejercido la violencia durante años y que cuando salga de la cárcel siga pensando lo mismo, con idéntico discurso contra Occidente.

Otra medida importante es dar voz y opinión a los representantes de estos musulmanes, como son las diferentes comunidades islámicas presentes en nuestro país, rechazando este terrorismo y dejando claro que el islam no tiene nada que ver con el EI, para evitar dividir entre musulmanes y no musulmanes, que es uno de los principales objetivos buscados por los terroristas para crear el caos en Occidente.

También activar y potenciar la creación de organismos de inteligencia coordinados entre los diferentes países europeos para solucionar el problema del intercambio de información de las distintas fuerzas y cuerpos de seguridad y servicios de inteligencia. Por otra parte, realizar trabajo de calle para neutralizar este terrorismo social que está presente en nuestra sociedad es fundamental, formando a profesionales más próximos a los perfiles de los posibles radicalizados (médicos, profesores, trabajadores sociales, enfermeros...) para detectar su captación y poder denunciarla a las autoridades para su seguimiento y control. Pero, principalmente, impulsar más políticas de prevención, fundamentales para impedir que haya atentados y no tener que lamentarlos con posterioridad. 

David Garriga es criminólogo, profesor en la Fundación Behavior & Law y autor del libro ‘Yihad ¿qué es?’ (Comanegra)