La carrera a la Casa Blanca

Disperso y locuaz El turno de los escuderos

Joe Biden y Paul Ryan, los números dos de Obama y Romney, se ven las caras esta noche en un esperado debate que enfrentará a la experiencia del vicepresidente demócrata contra el entusiasmo derechista del congresista conservador

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RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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El vicepresidente Joe Biden llega al debate con la misión de reparar el fiasco protagonizado por su jefe en el primer envite contra Mitt Romney. Otro tropezón sería desastroso. Pero Biden es un perro viejo. Su populismo es perfecto para el ataque, aunque tendrá que evitar que su locuacidad le juegue malas pasadas.

Después de una campaña en la que Joe Biden ha asumido más que nunca su papel de secundario, sin dar apenas entrevistas y prodigándose lo justo en mítines electorales, ha llegado su hora. El momento de rebatir a todos aquellos que le consideran un pintoresco bufón para romper la inercia de una campaña que en solo una semana ha dado un vuelco en favor de los republicanos. Biden tiene a su favor la experiencia. Tras 36 años en el senado, dos candidaturas fallidas a la presidencia y cuatro años a la sombra de Obama, se las sabe todas.

Criado en el seno de una familia católica venida a menos, con un padre que acabó vendiendo coches de segunda mano después de trabajar como ejecutivo en la industria del petróleo, Biden es un reducto de aquel viejo Partido Demócrata combativo y orientado hacia la clase trabajadora. Un populista que habla llano y sabe apelar a la sensibilidad de esa América blanca que ha ido viendo como el tejido industrial se desvanecía a golpe de deslocalizaciones.

Pero sus virtudes son también su pasivo. Biden es un político disperso e impulsivo, propenso a meter la pata o pasarse de frenada. Esta campaña ha dejado algunos episodios más para su abundante repertorio. En agosto, por ejemplo, le dijo a un público mayoritariamente negro que los republicanos«os van a volver a poner las cadenas».Y justo en la víspera del primer debate presidencial volvió a meter la pata al afirmar que las clase media«ha estado enterrada en estos últimos cuatro años», es decir, durante el mandato de Obama.

Su campaña, sin embargo, no ha dejado espacio a la improvisación. David Axelrod, el cerebro estratégico del presidente, ha supervisado personalmente su preparación para el debate. Biden se ha recluido en su estado de Delaware y, desde principios de mes, solo ha aparecido en tres mítines de campaña. Esta vez le toca atacar, poner en evidencia los bandazos ideológicos de Romney o cuestionar la aritmética imposible de los planes de Ryan para reducir el déficit sin desmontar la red de protección social.

«Espero que el vicepresidente se abalance sobre mi como un cañonazo», dijo su rival republicano de esta noche alWeekly Standard. Biden está más preparado que él, especialmente en temas de política exterior. Le avalan sus años como miembro del Comité de Relaciones Exteriores del senado o su participación en las grandes decisiones que han marcado en los últimos años la lucha contra Al Qaeda, la retirada de Irak y el repliegue de Afganistán.

Pero es un político imprevisible, capaz de los mejor y lo peor.