Controversia en Estados Unidos

EEUU ama sus pistolas

RICARDO
MIR DE FRANCIA

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La masacre de Denver todavía resuena en la conciencia de EEUU, pero su amor por las armas no parece haberse resentido lo más mínimo. Son las 5 de la tarde en el Blue Ridge Arsenal, un club de tiro que se anuncia como el más grande del norte de Virginia. Perdido en un polígono industrial, uno sabe que ha llegado a destino cuando oye a lo lejos el impacto sordo de las balas. Por 16 euros se puede pasar una hora disparando. Y está casi lleno. Hay padres que enseñan a disparar a sus hijos, parejas que pasan el rato e individuos con fusiles semiautomáticos y pantalones de camuflaje listos para resistir una hipotética invasión.

Entre tanto entusiasta, el tiroteo de Denver es poco más que un trágico accidente. «Las armas no matan a nadie, son las personas las que matan a otras personas», dice Mark Spaziano, un informático con cuerpo de elefante que trabaja para el Gobierno federal y que está enseñando a su hijo adolescente a disparar. Spaziano es partidario de imponer controles más estrictos a la posesión de armas, como una revisión médica o un mejor escrutinio de historial policial, pero insiste en que «Dios ha dado a la gente el derecho a defenderse». El futuro le inquieta. «No soy paranoico, pero no descarto que haya un día una invasión o un conflicto interno. Quiero estar preparado por si sucede». En casa tiene un rifle y una pistola, además de víveres para pasar al menos una semana.

LA SEGUNDA ENMIENDA / El debate sobre las armas ha reverdecido tras el tiroteo de Denver, pero, como sucedió en el pasado, está llamado morir pronto sin que nada cambie. Tanto el presidente Barack Obama como su rival republicano, Mitt Romney, han expresado estos días su apoyo a la Segunda Enmienda, la enmienda constitucional que ampara el derecho de la ciudadanía a tener armas.

Pero no siempre fue así. Durante su etapa de gobernador de Masssachusetts, Romney firmó una ley que prohibía la compraventa de rifles de asalto y cuadriplicó las tasas de las licencias de armas. Obama no ha legislado, pero durante la campaña del 2008 defendió la renovación del veto a las armas de asalto, medida aprobada por la Administración de Clinton que expiró en el 2004.

«Nadie se atreve a tocar la ley porque el coste político sería demasiado alto en medio de una contienda electoral tan apretada», explica Kristin Gross, autora de Desarmados: la desaparición del movimiento para el control de las armas en América (en su traducción libre al español). Los datos son concluyentes. Cerca de un 40% de los hogares tiene al menos una pistola y, entre los votantes independientes, el 55% defienden la posesión de armas. No solo hay que enfrentarse a un electorado escéptico, sino también a los poderosos lobis de las armas.

Solo la Asociación Nacional del Rifle (NRA) cuenta con más de cuatro millones de afiliados y sus tácticas son tan agresivas que no duda en movilizar a su ejército para destruir políticamente a los legisladores dispuestos a alterar el estatus quo. «La NRA ha hecho muy buen trabajo a la hora de equiparar el derecho a la posesión de armas con la libertad y la democracia», dice Gross.

Comprar un arma en EE UU es más fácil que comerse una hamburguesa. Por cada McDonald's, hay cinco armerías legales. «El mundo es un lugar inseguro. No puedes confiar en la policía o en el Gobierno si estás en apuros porque como mínimo tendrás que esperar a que vengan a salvarte», dice Steven Rismiller, un militar en la reserva que trabaja en el Blue Ridge Arsenal y que empezó a disparar a los 10 años.

Los partidarios de un mayor control sobre las armas se aferran a las estadísticas para apoyar su caso. La tenencia ha caído gradualmente desde los años 90 y con ella los índices de criminalidad, situados en los niveles más bajos en una generación. Pero es difícil demostrar la relación causa-efecto en un país donde hay estudios para todo. «Lo de Denver fue un tragedia, pero es como si nos replanteáramos el uso del coche cada vez que mueren 20 personas en un accidente. No tiene sentido», dice Rismiller.