CAMBIO DE GOBIERNO

Dilma promete erradicar completamente la pobreza

Rousseff se propone consolidar la obra de Lula

ABEL GILBERT / Buenos Aires

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Brasil tiene a la primera presidenta de su historia, Dilma Rousseff, quien a los 63 años se ha comprometido a una "lucha más obstinada" contra la "pobreza extrema" y lograr que su país, que aspira a convertirse en la quinta potencia mundial, cree "oportunidades para todos".

 Bajo la lluvia y luego un sol radiante, Dilma, como la llaman a secas en ese país, ha recordado la gran herencia de su mentor, Luiz Inacio Lula da Silva, que permitió la movilidad social de millones de personas.

Sin embargo, ha recordado durante la ceremonia de asunción en Brasilia, todavía existe una pobreza "que avergüenza" e "impide afirmarse plenamente como pueblo desarrollado". Vestida por el famoso estilista Luisa Stadtlander, maquillada por Celso Kamura, una estrella del jet set local, la presidenta se ha mostrado con una banda en la que sobresalían un broche de oro macizo y 22 brillantes que simbolizan la libertad republicana. Con el porte que le da su nueva investidura ha dicho que no descansará "mientras haya brasileños sin alimentos en la mesa, mientras haya familias en el desaliento de las calles, mientras haya niños pobres abandonados a su propia suerte".

Lula la ha recibido sonriente en la explanada del palacio presidencial. En los altavoces sonó el tema de la victoria que celebraba los triunfos en la F-1 el piloto Ayrton Senna, uno de los mitos populares de Brasil. Momentos antes, Rousseff ha esbozado su programa desde la sede del Congreso. Para superar las bolsas de pobreza, Brasil necesita mantener su alta tasa de crecimiento. En el 2010, Brasil ha terminado con un alza de casi el 7% del PIB. "Es con crecimiento, asociado a fuertes programas sociales, que venceremos la desigualdad de renta y del desarrollo regional", ha explicado.

Estabilidad económica

Una forma de defender el bolsillo de los que menos tienen es "preservar la estabilidad económica como valor absoluto". La presidenta ha asegurado que no se permitirá que la "plaga (de la inflación) vuelva a corroer nuestro tejido económico y a castigar a las familias más pobres".

En muchos momentos de su discurso, ella ha recordado la herencia virtuosa de Lula, quien ha gobernado entre el 2003 y el 2010 y ha abandonado la presidencia con una popularidad del 87%. "Vengo para consolidar la obra transformadora del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, con quien tuve la más vigorosa experiencia política de mi vida", ha dicho, para que no queden dudas. Un 40% del gabinete del presidente saliente seguirá trabajando bajo sus órdenes, entre ellos Guido Mantega, el estratega de la economía desde el 2005.

Pero Rousseff ha decidido que su Gobierno tenga, por primera vez en la historia brasileña, una fuerte presencia femenina. Nueve de los 37 ministerios serán ocupados por mujeres. El Ministerio de Planificación, encargado del presupuesto, será ocupado por Miriam Belchior. Las otras ocho son Ideli Salvatti en la cartera de Pesca, María del Rosario en Derechos Humanos, Helena de Barrios en Promoción de la Igualdad Racial, Isabella Teixeira en Medio Ambiente, Ana de Hollanda en Cultura, Iriny Lopes en Políticas Femeninas, Helena Chagas en Comunicación social y Tereza Campello en Desarrollo Social. La mujer llegó a la presidencia "para abrir puertas, para que muchas otras mujeres también puedan, en el futuro, ser presidenta, y para que todas las brasileñas sientan el orgullo y la alegría de ser mujer".

Mayoría en las cámaras

La flamante jefa de Estado, quien contará con mayoría en las dos cámaras parlamentarias, decidió hacer cambios en el Banco Central, sin alterar el humor financiero. Henrique Meirelles, el expresidente mundial del Bank Boston a quien Lula nombró en ese cargo en el 2003, como guardián de la ortodoxia, dejó su lugar a Alexandre Tombini. Los objetivos serán los mismos: mantener la inflación anual en un 5%. Rousseff ha garantizado que gobernará "para todos". A pesar de ese compromiso manifiesto, intentará llevar adelante algunas políticas que pueden ser objeto de controversia.

Según el diario Folha de Sao Paulo, ella quiere transitar por un campo que ni Lula quiso pisar: el tema de las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura (1962-85). Dilma no quiere llevar a la cárcel a los militares, pero si que el Estado puede decirle a los familiares de las víctimas de la represión qué pasó con los casi 400 muertos y 160 desaparecidos. La actual presidenta tomó las armas en los años 70. Fue presa y torturada por los militares.