CRÓNICA DESDE REAL DE CATORCE

Tras el túnel, allí donde nació la vida

Habitante de Real de Catorce.

Habitante de Real de Catorce.

TONI Cano

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Más de 20 kilómetros de camino empedrado que suben desde el desierto hasta los 2.750 metros de la Sierra Madre y un angosto túnel de dos kilómetros y medio dan acceso a uno de los lugares más fantásticos de México: Real de Catorce.

Ese camino da tiempo a escuchar, por ejemplo, los blues del grupo que lleva el mismo nombre y muere con su creador, Pepe Cruz. Como renace este pueblo, a base de películas y turismo, en medio de nuevos asedios de empresas mineras. Al salir del túnel, la luz. Y una vuelta atrás en el tiempo y el espacio.

Para los huicholes -una de las 60 etnias mesoamericanas que mejor han conservado su cosmogonía-, ahí enfrente, en medio del desierto, cayó la punta del asta del venado celeste, nació la vida. Con el peyote, el cactus sagrado cargado de mescalina que les permite tocar a las puertas del cielo y tejer sus visiones solares en niérikas, estambres cotizados en Tokio o Nueva York. Para los que fueron llegando, aquí estaban la plata y el oro. Entre los cerros surgió un Real de Minas que fue ciudad de vanguardia en sus dos épocas doradas.

Dicen que catorce fueron los asaltantes que el metal tenía que soslayar en la sierra, en ese primer tramo del camino a la metrópoli: «Eran 15, pero mataron a uno».

Real de Catorce llegó a acuñar moneda para evitar traslados. Mas las vetas se fueron quedando abajo. Los techos de las casonas se cayeron y sus pisos se llenaron de nopales y otros cactus. La revolución, hace 100 años, acabó por convertirla en una ciudad fantasma. En el tiempo en que negocios y poderíos crecen sobre las drogas como antaño sobre los metales, los lugareños han tenido que afrontar los devaneos del narco, que llenó los alrededores de laboratorios de éxtasis.

Igual que los huicholes -encaramados desde la conquista en otros puntos más agrestes de la Sierra Madre, a centenares de kilómetros de aquí- han sufrido continuo acoso en las peregrinaciones en las que los chamanes inician a los chavales para transmitirles sus conocimientos y recogen además los peyotes para posteriores ceremonias y cacerías.

Los caballerangos y los chóferes de los viejos jeeps Willys se organizaron para reconquistar de manera ecológica la ciudad y el desierto. En las calles se pueden degustar hierbas, bebidas y frutos del desierto. Aguamiel, pulque, mezcal; queso de tuna, cabuches de biznaga, flores de sávila. Ver la habilidad del huichol con estambres o chaquiras.

Aunque aún no se ha hecho la gran película de Real de Catorce, por aquí pasaron Pe y Salma, Brad y Julia.Llegaron pintores, cocineros y otros artistas.

Ahora, el turismo, el arte y la cultura aparecen como único valladar frente a un retroceso que preocupa a la gente de Real de Catorce e «inconforma» a los peregrinos indígenas.

Una empresa de origen canadiense, la First Majestic Silver, ha logrado la concesión de 6.000 hectáreas en 22 lugares aledaños, varios de ellos de manantiales sagrados para los huicholes.

«Su proyecto es devastador. No más minas», dicen justo al salir del túnel.