La justicia peruana condena a Fujimori a 25 años de cárcel

Alberto Fujimori, presidente de Perú (1990-2000) que quiso permanecer eternamente en el cargo, fue condenado ayer a 25 años de prisión por homicidio calificado y por la muerte de 25 personas. El tribunal consideró que las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, perpetradas por un escuadrón de la muerte autorizado por el político cuando estaba en el poder fueron "crímenes contra la humanidad". La sentencia, calificada de histórica, es la primera que condena a un presidente elegido en las urnas en Latinoamérica. Después de 484 días de un proceso intachable, el Chino también fue encontrado culpable de los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer. "Los cuatro cargos se encuentran probados más allá de toda duda", dijo el juez César San Martín, presidente de la Sala Especial de la Corte Suprema.

"Esto ha sido una venganza", aseguró Keiko Fujimori, su hija y heredera, al salir del tribunal. Los fujimoristas juraron vengar a su líder.

Fujimori, de 70 años, huyó del país a fines del año 2000 después que una serie de escándalos. Vivió en Tokio amparándose en su condición de ciudadano japonés. Pero en setiembre del 2005 pisó suelo chileno creyendo que allí también sería inmune a la extradición. La justicia peruana aprovechó la oportunidad y redobló su reclamo. Chile lo acepto dos años después, bajo la condición de que solo fuera juzgado por las causas de Barrios Altos y La Cantuta. El fuji-tivo fue llevado en avión a Lima, con pena y sin gloria.

EL GRUPO COLINA

Desde un principio, el Chino supo que las posibilidades de evitar la condena serían nulas. Por esos hechos ya habían ido a la cárcel tres militares. Sobre la base de 500 evidencias, la justicia atribuyó a Fujimori haber autorizado la formación de un escuadrón de la muerte, el grupo Colina, controlado por su mano derecha, el excapitán del Ejército y jefe de los espías peruanos, Vladimiro Montesinos. Colina mató en Lima a 25 supuestos integrantes de Sendero Luminoso. Pero en el juicio se comprobó que esas personas no eran terroristas.

Todavía eriza el recuerdo de aquel noviembre negro de 1991. Eran las 22 horas del día cuatro, y en el solar de la calle Huanta, en uno de tantos edificios maltrechos de los Barrios Altos, donde se apilan decenas de familias, se celebraba una pollada (lotería). El dinero recaudado serviría para mejorar el lugar. A esa hora entraron seis encapuchados del grupo Colina armados con fusiles de asalto y la certeza de que la cerveza, la música y el baile eran apenas una mascarada para financiar las acciones senderistas. Empezaron los disparos. Quince personas fueron acribilladas allí, entre ellas a Javier Ríos Rojas, de 8 años.

IMPERTURBABLE

Durante la sesión, Fujimori permaneció imperturbable, sin levantar la cabeza. Solo comenzó a tomar nota cuando se leyó la sentencia. Ya no era el personaje locuaz y sonriente que, días atrás, había defendido su gestión y pensaba que los peruanos debían agradecerle haber derrotado a la guerrilla y la hiperinflación. Fujimori dijo entonces que si a él lo enviaban a prisión deberían hacer lo propio con el actual mandatario, Alan García, en cuyo primer Gobierno se perpetraron las masacres de Cayara y Accomarca. "Nosotros fuimos un Gobierno plenamente democrático. No interrumpimos la vida democrática del país", respondió García .

Muy cerca de Fujimori estaba ayer Raida Cóndor, madre de uno de los estudiantes de la universidad La Cantuta asesinados en 1992. Cóndor pasó la noche llorando frente al Palacio de Justicia. Allí encendió una vela en recuerdo de su hijo Enrique. "La justicia ahora existe", dijo.