Luján Argüelles

Una celestina dura de pelar

La punzante presentadora de 'Un príncipe para Laura' sabe de amores y lo exprime en un libro

CON CARÁCTER.Luján Argüelles, en plena Diagonal de Barcelona, el pasado lunes.

CON CARÁCTER.Luján Argüelles, en plena Diagonal de Barcelona, el pasado lunes.

NÚRIA NAVARRO

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La clave está en su camiseta: «Big girls don't cry» («Las grandes chicas no lloran»). Luján Argüelles, presentadora de 'Un príncipe para Laura' y de otros tantos espacios de telerrealidad casamentera de Cuatro, no se ha permitido muchas lágrimas. Ni cuando hizo añicos las expectativas familiares -«querían que fuera notaria»-, ni ante batacazos de audiencia como 'Lo que diga la rubia' o 'Tienes un minuto', ni siquiera durante su borrascosa separación en el 2012 del exjugador de balonceso Benjamín de la Fuente (él aireó que ella lo dejó por whatsapp y ella asegura que «lo que se ha contado no se ajusta a la realidad»). Una chica dura, Luján.

El argumento asturiano

Hija de un carnicero y un ama de casa de Salas -un pueblecito de Asturias de mil habitantes-, Argüelles empezó dando gusto a los suyos y a los 6 años ya iba al conservatorio de Oviedo. Y a los 14 pidió que la dejaran vivir en la capital asturiana, con la abuela. Pero su hambre de mundo era infinita. Quería ser periodista, un oficio que en casa era sinónimo de cupletista. «Yo, que era una niña aplicada, comencé la carrera de Historia, pero a los 21 me planté». Ya trabajaba en Radio Vetusta, la única junto a la de Luis del Olmo que podía retransmitir los Príncipe de Asturias desde el Hotel Reconquista. Y ella, piz-pireta, le cayó en gracia al vicepresidente de Onda Cero, «un empresario asturiano», la cogió de becaria y la contrató en Madrid. «A mis padres se lo di todo hecho».

Al principio viajaba en el metro de Madrid con mil pesetas metidas en las botas, por miedo a que le robaran, pero tirando del hilo asturiano que tan bien le había ido en Oviedo -«veía a José María García, José Luis Balbín o María Eugenia Yagüe [compatriotas], y les decía: 'Que soy de Salas, y estoy aquí, intentando abrirme camino'»- logró llegar a sustituta de Carlos Herrera. De ahí, y con su bendición, taconeó firme hasta la tele.

«Al llegar a televisión estaba cargada de complejos -admite-, solo vestía de negro y no llevaba escote ni muerta, pero me encontré con el estilista Antonio Núñez, ¡ma-ra-vi-llo-so!, que es quien me viste». A excepción de los zapatos -los tiene a decenas-,

jura que no es una fashionista y que ha sido Núñez quien la ha convertido en la versión mesetaria de Betty Draper. «Él me llama Sultana, porque estuvimos un mes rodando en un pueblo de Ávila y me tocó la suite árabe del hotel. Yo pasaba por un momento emocional bajo [la ruptura matrimonial] y él me decía: 'Venga Sultana, que tú eres una sultana...'».

Y a base de tanto reality en el papel de casamentera y de su propia travesía del desierto afectivo, Argüelles reconoce que hoy es más fácil convivir con ella y sabe «que es un grandísimo error intentar modelar a la pareja». Y los resultados están ahí: tiene a su «chico» (¿el empresario Carlos Sánchez Arenas?) y ha escrito su primer libro, 'Cenicienta llevaba tacones de 15 cm'. (Martínez Roca). H