El festival de cine fantástico de Catalunya

El demonio, en directo y 'prime time'

Brillante Mendoza critica a los medios en 'Possession'

El director filipino Brillante Mendoza, ayer en el Festival de Sitges.

El director filipino Brillante Mendoza, ayer en el Festival de Sitges.

JULIÁN GARCÍA

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Brillante Mendoza ganó en el 2009 el premio en Sitges al mejor director por el thriller Kinatay, un sofocante descenso a los infiernos de Manila que, meses antes, ya le había proporcionado el mismo galardón en Cannes. Ayer, el director filipino, figura habitual en los principales festivales de autor, presentó en la sección oficial de Sitges el que quizá sea su acercamiento más ortodoxo al cine de género, Possession (Sapi), una feroz crítica a los medios de comunicación y su falta de ética a partir del caso de una mujer aparentemente poseída por un ente diabólico. Todo ello dibujado con el trazo oscuro, sucio y nervioso marca de la casa. «Nunca había venido a un festival de cine de terror y la verdad es que me siento muy contento. Llevo dos días viendo películas y me fascina la reacción del público», asegura el director, un tipo serio y amable donde los haya.

Possession parte de la rivalidad entre dos cadenas de televisión filipinas en su intento de grabar en directo una posesión diabólica. Una reportera comprará las imágenes de un supuesto poltergeist al cámara de la cadena rival y las emitirá en prime time, lo que acabará desatando una especie de maleficio sobre los miembros del equipo implicado. «Mi propósito ha sido mostrar un aspecto que da todavía más miedo que una posesión diabólica y es lo que vemos por televisión, lo que damos por sentado que es cierto y que quizá no lo es; el modo, en suma, en que las cadenas de televisión, los medios de comunicación, nos cambian la percepción de la realidad y nos hacen pensar lo que quieren que pensemos», denuncia el director, de 53 años.

BASADA EN HECHOS REALES / Por lo visto, la historia de Possession está inspirada en dos hechos reales: por un lado, un robo de imágenes entre cadenas filipinas rivales; y por otro, la  controvertida grabación y emisión de la supuesta posesión demoniaca de una mujer filipina. «Los medios de comunicación se interesan por cualquier tema que genere polémica. Se busca el sensacionalismo y no la verdad. Solo interesa lo que sea atractivo para ganar audiencias», analiza Mendoza, un director de estilo intransferible. No verán en mucho tiempo una película que se parezca mínimamente a Possession: la trepidante cámara en mano, el montaje frenético, el bullicio urbano de Manila como contexto intimidante. El desasosiego, en suma. «Me siento cómodo haciendo cinéma-vérité. Me interesa capturar la vida como es», sentencia el creador de las estupendas Lola (2008) y Serbis (2009).

Del resto de la sección oficial de ayer, nutrida, casi excesiva, destacó de forma muy especial We are what we are, de Jim Mickle (autor de la magnífica Stake Land). Hace tres años, el director mexicano Jorge Michel Grau dejó Sitges en estado de choque con su ópera prima, Somos lo que hay, un desazonante relato de canibalismo sobre una familia sin recursos económicos que, tras la muerte del progenitor, debe arreglárselas para seguir cazando presas humanas. Ayer se presentó el remake americano, con el que Mickle también dejó a la audiencia con las piernas temblorosas. Si el original era más bien un estudio sobre la canibalización de la sociedad mexicana y su putrefacción moral, la adaptación de Mickle es un perturbador relato gótico sobre el canibalismo como tradición ancestral en vías de extinción, ambientado en una pequeña ciudad de provincias norteamericana. Rebosante de oscuridad y aflicción, We are what we are cuenta la historia de un padre ultrarrelegioso (magnífico Bill Sage) y sus tres hijos que, tras el fallecimiento de la madre, se ven enfrentados a su (disculparán el chiste) cruda realidad: seguir o no comiendo carne humana como macabro ritual sobrevenido de generaciones pretéritas. Elegante, fría e inquietante como cualquiera de las dos versiones de Déjame entrar, afronta el incómodo tema del canibalismo sin la menor concesión hasta llegar a un clímax apoteósico que hizo gritar, y hasta patalear, a la platea del Auditori.

También dejó un gran regusto Coherence, ópera prima de James Ward Byrkyt, un divertidísimo rompecabezas low cost sobre realidades paralelas y física cuántica de andar por casa a partir de la caída de un cometa en Finlandia en 1923 y la posterior reunión de un grupo de amigos para esperar, de nuevo, el paso del cuerpo celeste. La mejor manera de recuperar el color tras el baño de sangre y pesadumbre de We are what we are.