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El mejor perfil del plato

Instagram detecta un auge en el 'voyeurismo' gastronómico

Platos instagram

Platos instagram / periodico

Luis Benavides / Barcelona

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Una galleta con un estudiado mordisco y un capuccino con mucha crema. La fotogenia de este sencillo desayuno bien merece una publicación en las redes sociales. Eso piensa la protagonista de un capítulo de 'Black Mirror',  la serie que mejor trata y retrata nuestra relación con las nuevas tecnologías. Poco importa si el dulce le horripila, si está a dieta. La cuestión es arrancar cuantos más 'likes' mejor. Esta escena de ficción no dista tanto de la realidad de muchos usuarios de Instagram, aparentemente más preocupados por el aspecto que por el sabor.

Subir retratos gastronómicos en Instagram es una tendencia al alza. Basta con echar un vistazo a las abultadas cifras de 'hashtags' tan populares como #foodporn (135 millones de publicaciones),  #InstaFood (95 millones) o #Foodie (70 millones).  Para los expertos en redes sociales, las cuentas con este tipo de contenido generan cada vez más interés. «La cuenta del blog gastronómico GastronoesferaGastronoesfera (@gastronoesfera) creció un 66% en el último año en cuanto a seguidores y creció un 210% en interacciones. Y otro buen ejemplo es el Instagram del Celler Can Roca (@cellercanroca), pues creció un 97% de comunidad, duplicando el número de seguidores», explica Alessandro Bernardi, analista de redes sociales y cofundador de Social Elephants, una plataforma de gestión y análisis de redes sociales.

Carla Álvaro, de formación economista y abogada, una instagrammer con más de 45.000 seguidores en su cuenta @EatInBcn, confirma esta explosión gastro. «Empecé hace dos años y medio, cuando no había tanto instafoodie como ahora», recuerda la joven, que ya ha visitado y reportado en su cuenta más de 300 establecimientos solo en Barcelona.

“Los cocineros llevan esta nueva tendencia con resignación. Saben que puede ser publicidad de su negocio, aunque no siempre sea positiva”, explica el periodista y cronista gastronómico Pau Arenós, autor de ocho libros sobre el buen comer. “Yo también hago fotografías de los platos, pero tengo coartada: me dedico a esto”, puntualiza el periodista.

LOS 'FOODIES'

La mayoría de los chefs prefieren llevar ellos mismos la cuenta de Instagram o la delegan en personas de su equipo, de confianza. “Sale más barato que contratar a un responsable de redes sociales y si encuentran un buen punto de luz puede dar el pego”, cuenta Arenós, quien diferencia entre los actuales ‘foodies’ y los ‘gourmets’ de toda la vida. El segundo “implica conocimiento” mientras los primeros “no tienen pasado ni memoria”, subraya el cronista.

Los que prefieran confiar su imagen en manos expertas pueden hacerse con los servicios de empresas como Divinos Sabores, una de las cada vez más numerosas consultorías de márketing digital especializadas en el sector de la gastronomía. “Asesoro a restaurantes, hoteles, establecimientos gastronómicos, chefs y marcas en presencia y estrategia digital. Nos encargamos de potenciar los puntos fuertes del negocio y controlar la imagen que se proyecta en las redes”, explica Gema E. Santiago, con 20 años de experiencia como gestora en el sector de la restauración y consultora de ‘social media’ desde hace cinco años. “Lo primero que hacemos es buscar las potencialidades del negocio y detectar los problemas internos a través de un ‘mistery shopper’ o cliente de incógnito. Lo más importante es que el negocio funcione bien. No se trata de vender humo a través de las redes”, explica Santiago, encargada de gestionar la visita de ‘instagrammers’ con una buena legión de seguidores.

NUEVO RITUAL

Sacar el móvil en la mesa para inmortalizar un plato se ha convertido en un nuevo ritual que desafía las normas de conducta clásicas. “Genera algo de tensión, pues no se puede empezar a comer hasta que han hecho la foto. Y es contagioso, porque cada vez más gente lo hace”, explica el periodista, muy consciente del componente aspiracional de las redes sociales. “Nadie o casi nadie fotografía un cocido o una tortilla de patatas –continúa el cronista gastronómico–, pero en cambio sí se fotografían pasteles de queso o, como le llaman ahora, ‘cheescakes’. Los platos tradicionales no puntúan”.

En este sentido, cabe sospechar que más de un ‘instagrammer’ pida los platos más elaborados o vistosos, pensando en sus ‘followers’. No es el caso de Álvaro, quien escoge siempre aquello que más le apetece en cada momento. “Me encanta el tartar de salmón y no me corto a la hora de pedirlo, aunque ya tenga muchas fotos de este plato”, confiesa la joven, cuyas fotografías intentan siempre transmitir la esencia del local. "Muchas fotos están preparadas. Me gusta acompañar el plato con una revista, un diario o cualquier objeto que permita identificar el ambiente o el espíritu del local".

PLATAFORMA AMABLE

Pero, ¿hasta qué punto Instagram revoluciona la gastronomía? Los bares, restaurantes y cafeterías “son más conscientes de que se les está evaluando continuamente en la red”, explica Álvaro, quien prefiere visitar estos establecimientos “de incógnito” aunque alguna vez acuda como invitada. Poco o mucho, continúa, Instagram influye en el sector. Para Santiago, esta red social empuja a los chefs “a ser más creativos”.

Si no estás en Instagram, no existes. Y una buena foto puede ser un buen gancho. “Algunos clientes me han enseñado una foto de nuestro Instagram para pedir un plato”, cuenta Huc Garcia, camarero del restaurante Chicha LimonáChicha Limoná, en el paseo de Sant Joan de Barcelona. “Publicamos unas cinco fotos a la semana. Es una herramienta muy útil, y mucho mejor que Trip Advisor y páginas del estilo donde la gente solo escribe para comentar experiencias negativas”, añade su compañero de barra, Thomas Passotti. “Antes la batalla en las redes sociales la ganaba Twitter. Se subían fotos de platos, con la etiqueta #foodporn, por ejemplo. Pero esa red es demasiada agresiva, la gente está  a la que salta y te puedes llevar muchas coces. Eso explicaría que el exhibicionismo gastronómico se trasladara hace ya un tiempo a Instagram, que es mucho más cómoda, agradable y se pueden explicar más cosas”, explica Arenós.

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