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Cuando la bandera española es provocación y la 'estelada' libertad de expresión

’Estelades’ en el Camp Nou.

’Estelades’ en el Camp Nou. / JORDI COTRINA

Todavía con la resaca de la visita de Puigdemont al Ayuntamiento de Madrid y a escasas horas de la segunda final de copa consecutiva del Barça en la capital, recuerdo con turbación mi experiencia previa al partido de hace un año en el Calderón. Un atractivo Barça-Sevilla se jugaba en el estadio del Atlético de Madrid provocó una oleada de banderas y camisetas blaugranas por las calles y el metro de Madrid. La escena estimulaba a cualquier culé, sin embargo, las finales de copa en las que juega el Barça siempre van acompañadas de polémica, y la del año pasado no fue una excepción.

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A escasos días del partido, la Fiscalía se mostró a favor de la prohibición de llevar 'estelades', lo cual provocó la ira en las líneas secesionistas. Dos días después, el juzgado número 11 de lo contencioso-administrativo de Madrid revocó la prohibición al no estar demostrado que la exhibición de la 'estelada' pudiera incitar a la violencia, racismo o xenofobia.

Con los ánimos caldeados, los AVE Barcelona-Madrid venían cargados de 'estelades' y silbatos. A mí me acompañaban muchas ganas de final, una camiseta del Barça y una bandera de España. Tras cruzar Madrid de esta guisa, llegué a la 'fan zone blaugrana': asomaban bastantes estrellitas y escaseaban las rojigualdas. Pero, a excepción de algún comentario aislado y un 'fora, fora, fora la bandera espanyola', entonado por un grupo de jóvenes en tono medio afable, no percibí mayor hostilidad. Cerca del Calderón los comentarios y el tono se tornaron más agresivos. Un hombre de mediana edad me increpó afirmando que la que llevaba no era la bandera del Barça. Efectivamente, ni la mía ni la suya (la 'estelada') lo eran. En mi cabeza resonaba el verso del himno: "tant se val d’on venim, si del Sud o del Nord". Pensé que para él, debía significar que no importa si vienes del valle del Ebro o del Ripollés. Otro señor me invitó de forma poco cordial a abandonar la zona. Al negarme, me dijo que a su abuelo lo mataron personas como yo y que me deseaba su misma suerte. Una vez dentro del estadio, disfruté del partido sin mayor altercado.

De todo esto, aprendí que la libertad de expresión es un derecho inalienable siempre que se trate de sacar a relucir la 'estelada' o manifestar desprecio hacia todo lo que venga de España. Estar en la 'fan zone' del Barça con una bandera de España es una provocación, pero pasearse por Madrid con la 'estelada' es libertad de expresión.

No soy la primera ni la última que va a manifestarse en contra de la politización del fútbol, pero la mayoría de voces vienen de fuera y meten a todos los catalanes barcelonistas en el mismo saco. Los culés que no comulgamos con las ideas nacionalistas somos, en realidad, los mayores damnificados. Al sevillista le molestará que se pite el himno; el 'merengue' odiará lo que se canta en el minuto 17:14, y el 'colchonero' no soportará que se llene su estadio de 'estelades', pero a los que más nos duele todo esto es a los otros culés. Existimos, somos muchos. Somos catalanes, estamos en las gradas del Camp Nou muriendo de vergüenza cada vez que la afición solo se despierta en el minuto 17:14 para cantar cosas que nada tienen que ver con lo que está sucediendo en el terreno de juego. Estamos en nuestras casas, en los bares, lloramos cuando pierden y nos emocionamos cuando ganan. Nos sentimos desamparados cada vez que la directiva parece dirigirse solo al colectivo independentista, pero seguimos siendo del Barça porque somos del equipo de fútbol, no de la directiva ni de la afición.

Es triste ver como un grupo de gente decide apropiarse del club con más aficionados del mundo (340 millones) y lo utiliza como instrumento para sus fines políticos. En Catalunya está de moda hablar en nombre de millones de personas sin conocer su opinión. Ojalá el Barça se imponga a este intento de convertirlo en un club sectario, cerrado, acomplejado y nacionalista.  

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