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Vivir entre la orfandad política y la corrupción

José Morillo Marmol

La orfandad de muchos de los 'yayos' que nos reunimos para nuestra tertulia es total en lo que respecta a la política actual, y más desde la jubilación del señor Duran Lleida, el último mohicano de la política catalana con sentido común, aunque no ha sabido o no ha podido conectar con los desengañados del señor Pujol y los suyos. Les duele haber votado al señor Duran porque su voto no sirvió para nada.

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Por eso, muchos 'yayos' a los que al principio les costaba creerse lo del señor Pujol, no han tenido más remedio que creérselo, aunque el trauma que ha significado para muchos de ellos tardará mucho tiempo en cicatrizar. Su desengaño es de tal envergadura que se irán con el trauma a la tumba.

Porque los 'yayos', que en su mayoría fueron pequeños empresarios y ya están curados de espanto, siempre han sabido que los partidos políticos sin excepción nunca se han financiado con la militancia y las subvenciones del Estado. Lo de la corrupción era cosa de los otros; lo que nunca se podían imaginar es que la familia Pujol en pleno también estuviera involucrada.  

En nuestro grupo de yayos jubilados y cabreados hay personas de todas las tendencias políticas, aunque predominan los exvotantes convergentes. Aunque del PP hay muy pocos, haberlos, haylos. También hay algunos de ERC, aunque un solo independentista radical; varios del PSC- PSOE y, cosa rara, ningún comunista.

Pero con el galimatías y la corrupción de la política actual muchos de ellos ya no saben a quién votar, si a los nuevos o a los viejos partidos políticos. Por eso, la mayoría de los yayos que no son creyentes se fueron a la iglesia, que suelen visitar solo en bautizos, comuniones y bodas (que son más por los regalos después de varios años de ‘amancebamiento en pecado’) y se confesaron antes de ir a votar el 20-D porque todos tenían el mismo dilema.

Los votantes del PP lo hicieron con una pinza en la nariz; los votantes del PSC-PSOE, también pero sin ninguna convicción porque el señor Sánchez les recuerda demasiado al vendedor de humo que fue el señor Zapatero. Al señor Rivera de Ciudadanos lo encuentran demasiado verde e inexperto, y el señor Iglesias y Podemos solo predican milagros de muy difícil realización a corto plazo. Los votantes de ERC votaron según sus convicciones, y los exvotantes convergentes sufrieron un trauma: no sabían a quién votar, porque aunque fuera con una pinza en la nariz, los desvaríos del señor Mas (que se ha comportado como un tahúr apostándolo todo teniendo dobles parejas cuando el contrincante tiene un repóquer, en vez de pasar y esperar solo un poco más lo que ya se empezaba a tocar con los dedos de la mano) han roto la ilusión de muchos catalanes, ya que las prisas nunca han sido buenas consejeras.

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