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Valle de los Caídos: demasiada sangre bajo la cruz

El Valle de los Caídos.

El Valle de los Caídos. / AP / FRANCISCO SECO

Jesús Pichel

Es evidente que el Valle de los Caídos no es un monumento de reconciliación de vencedores y vencidos. Lo mandó construir el dictador para perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa cruzada, según dice el Decreto de 1 de abril 1940. Cruzada, que es como definían la guerra civil los vencedores; Cruzada, la guerra de los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria; Cruzada, la guerra santa para imponer su fe a cañonazos o a la bayoneta matando moros, judíos o rojos demonios comunistas (todos los demócratas lo eran para ellos), da igual, porque se trata de aniquilar al infiel, doblegarle, que sepa y recuerde para siempre de parte de quién está Dios. Por eso esa cruz descomunal está construida sobre esa fosa común de cadáveres anónimos que son sus cimientos.

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Basílica, monasterio y cuartel de juventudes: la iglesia vencedora adoctrinando a los cachorros paramilitares del fascismo de posguerra. Por eso ofrecieron a algunos presos de guerra trabajar en su construcción para redimir su condena. Redimirse, ser perdonados de su delito: defender la democrática legalidad republicana oponiéndose al golpe de Estado de los generales. Por eso está enterrado allí José Antonio Primo de Rivera, el fundador del partido fascista, la Falange, ese que dijo que el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. Y claro que las rompieron.

No es un monumento de reconciliación, sino del resentimiento soberbio de los vencedores, hito y seña del poder nacionalcatólico celosamente custodiado por los monjes benedictinos, soberanos en la basílica donde está enterrado el dictador muerto en la cama apenas dos meses después de los últimos fusilamientos de su Régimen; el dictador que se encomendaba a la mano incorrupta de santa Teresa (con su laureada engastada), a la vez que hacía oídos sordos a la petición de clemencia del Papa Montini.

No puede ser de todos un monumento que exalta el recuerdo y alberga las tumbas del fascista y del dictador. Bajo esa cruz hay demasiada sangre.

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