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Vacíos y emociones

PAISAJES y  RETRATOSLa baronesa Carmen Thyssen, ayer en Sant Feliu de Guíxols, ante un óleo de 1856 de Charles Wimar que forma parte de la muestra ’La ilusión del Far West’. Arriba, las cataratas de San Antonio vistas por Albert Bierstadt. A la derecha, el gran jefe Mato Tope, por Karl Bodmer, con los atributos guerreros que dan fe de que mató a un jefe cheyene y fue herido por flecha y por mosquete.

PAISAJES y RETRATOSLa baronesa Carmen Thyssen, ayer en Sant Feliu de Guíxols, ante un óleo de 1856 de Charles Wimar que forma parte de la muestra ’La ilusión del Far West’. Arriba, las cataratas de San Antonio vistas por Albert Bierstadt. A la derecha, el gran jefe Mato Tope, por Karl Bodmer, con los atributos guerreros que dan fe de que mató a un jefe cheyene y fue herido por flecha y por mosquete. / EFE / ROBIN TOWNSEND

A veces la vida está llena de vacío; aunque nunca estemos solos; aunque ocupemos nuestro día con actividades incesantes, con reuniones de amigos o familiares, con conversaciones interminables; aunque nos acostemos exhaustos por la ardua labor realizada. Es cuando nuestro ser se desconecta de nuestro cuerpo, cuando se mantiene encerrado, dormido, callado, porque no quiere echar a volar, porque no sabe hacerlo, porque no encuentra el porqué ni el con quién. Porque el pensamiento y la emoción han puesto el piloto automático.

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A veces la nada está llena de vida, de historias que nos cuentan, de cuentos que recordamos, de recuerdos que nos hacen sonreír, de sonrisas que miramos, de miradas que sentimos, de sentimientos que deseamos, de deseos que nos empujan a seguir avanzando. De ilusión. Es cuando nuestro ser toma las riendas y se abre en canal dejando salir las emociones, aunque eso signifique no poder controlar el itinerario que seguirán. Mirar por esa ventana el universo paralelo que nos habita y conectar con nuestros sentimientos es involucrar a todo lo que nos rodea, a todo lo que nos hace volar.  Es cuando prestas atención a matices que el ruido, las conversaciones vacías y los actos mecánicos ocultaban, cuando unas motas de polvo en el hilo de luz que se cuela por las rendijas de tu persiana son capaces de llamar tu atención, cuando tus sentidos fotografían cada sensación que te rodea y te das cuenta de que vivir no es otra cosa que estar atentos a la vida.

Las historias que no sentimos se convierten en las huellas de un camino que no recorrimos, en una fotografía de baja resolución, en un regateo infructuoso en un mercado callejero, en una terrible resaca de garrafón. Porque la vida no espera y nos va a seguir viviendo imparable, a pesar incluso de nosotros mismos.

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