Una sentida despedida a Obama

Hace ya algo más de ocho años de aquel 'Yes we can'. Era novedoso que un candidato a la presidencia de los Estados Unidos, fuera de raza negra. Le acompañaba un discurso fresco. Un optimismo más sano de lo habitual y no tan encorsetado como suelen ser en estos casos.

En el acto de su despedida, y sin ser yo de los que defiendan el patriotismo estadounidense, he podido sentir que se le va a echar en falta. Y ya no por las políticas que de manera indirecta puedan afectarnos a nosotros, los del viejo continente, sino porque el sustituto deja mucho que desear.

Emitir prejuicios es un lastre para entablar relaciones con los que nos rodean. Pero permítanme el beneficio de la duda y déjenme que lo emita cuando veo a un nuevo presidente que rezuma lujo y excentricidades por los cuatro costados. Ese que es capaz de insultar a los candidatos y mofarse de las deficiencias físicas de los que le critican. Ese mismo que inunda el Twitter con jocosas e irónicas alusiones a aquellos que no comulgan con él, menospreciando su trabajo, a pesar de ser referente para muchos o tener unos cuantos oscars a sus espaldas. Hasta el mismísimo Arnold Schwarzenegger ha sufrido los delirantes pavoneos del hombre de la triste figura. Y por supuesto, ese que quiere levantar muros entre todos aquellos que no son americanos.

Es por eso que, sin ser yo muy de barras y estrellas, al ver a Obama despedirse me ha invadido un sentimiento de nostalgia, más por lo que tuvimos que por aquello que nos tocará sufrir de hora en adelante.

Donald, no, you can't.