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Tenemos miedo

Carga policial en Barcelona el 1-O.

Carga policial en Barcelona el 1-O. / AP / MANU FERNÁNDEZ (AP)

No me avergüenza decirlo: tengo miedo. Y si hay un sentimiento que hoy nos une a todos los catalanes es este: tenemos miedo. Llevamos años escuchando hablar del discurso del miedo. Y el miedo finalmente ha llegado a nosotros, no ya como discurso, sino como una realidad omnipresente, pegajosa, angustiante. Sufrimos de miedo cada minuto, cada hora, cada día que se va deslizando lentamente en este camino hacia el precipicio al que parece que nos están abocando. El miedo, entre tanto desconcierto, es la única certeza que nos queda.

Tenemos miedo. Miedo a la incertidumbre en que están instaladas nuestras vidas desde el día 6 de septiembre. Miedo al mañana, que no sabemos que nueva sorpresa desagradable nos deparará. Miedo a la sinrazón creciente, al diálogo de sordos, a la tensión cada día en aumento. Miedo a la pobreza que nos acecha. Miedo al conflicto inminente. Miedo a la violencia, la sangre, el sufrimiento. Hablemos claro, miedo a la guerra civil que se está fraguando en Catalunya. Miedo a que comencemos a aporrearnos entre catalanes, los unos a los otros, no hará falta que venga nadie de fuera para eso. Miedo de que a la violencia verbal, le sobrevenga la física. Miedo a que el hartazgo y la radicalidad acaben en un caos del que nada bueno podrá nacer.

Señor Puigdemont, usted es responsable en última instancia de este padecer colectivo, de este miedo de todos. Su hoja de ruta nos conduce de cabeza al precipicio. Su revolución no será de sonrisas, ya se han apagado. Nunca ha habido en el mundo revolución sin dolor y Catalunya no será una excepción. Suya será la responsabilidad en última instancia de todo lo malo que esperemos no llegue a ocurrir. Suya es ya la responsabilidad de nuestro miedo. Y la responsabilidad de cada uno de nosotros es evitar el desastre, no sumarnos a las fuerzas del odio y del caos. 

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