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Resaca de Sanfermines

Los toros de la ganaderia madrilena de Victoriano del Rio llegan a la curva de Mercaderes de Pamplona  durante el sexto encierro de San Fermín 2017 

Los toros de la ganaderia madrilena de Victoriano del Rio llegan a la curva de Mercaderes de Pamplona  durante el sexto encierro de San Fermín 2017  / EFE / VILLAR LÓPEZ

Nueve días al año durante todos los años de nuestra vida. Nueve días y resaca de un año por el coctel de risas, fuegos, bailes e intensas emociones que nos acompañarán siempre. La semana posterior a San Fermín regresa la normalidad con toda su fuerza. Las estrellas vuelven a ser lo que más brilla en el cielo apacible y silencioso.

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Descubrimos con asombro que bajo los sacos de colores de los extranjeros se hallaba un parque verde que no huele a vino sino a hierba. El humo ya no sale de las barracas con olor a churros o a bocadillos a horas intempestivas sino de los tubos de escape de los coches que vuelven a recorrer la ciudad para dirigirse al trabajo.

De nuevo las caras de la calle te resultan familiares. Los colores blanco y rojo dejan de ser un conjunto y la gente ya no baila, ni canta, ni ríe sino que vuelve a caminar seria, como si toda la magia hubiera desaparecido de golpe. Las aceras dejan de ser ese centro comercial improvisado de gorros, gafas y suvenires y las paseas volviendo a mirar los comercios que parecía que hubieran desaparecido. Vaya, ¡si han empezado las rebajas!

Al detenerte en un escaparate ves en tu reflejo que tú también eres como ellos; permaneces quieto mirando una licorería sin saber por qué. Otro hombre serio se detiene a tu lado movido por la misma inercia.

Es entonces cuando comprendes que la magia no ha desaparecido sino que está en el interior de todos aquellos que han vivido las fiestas. Lo comprendes cuando ves aflorar una sonrisa en su rostro mientras observa una botella con la silueta de un toro. Tú también sonríes y dices: ya falta menos.

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