Refugiados: "Del miedo a la absurda idea de la intrusión"

Cada día me avergüenzo más −y esto ya viene de lejos− de la situación de los refugiados en Europa, abandonados a su suerte, soportando en determinadas zonas temperaturas de hasta -20° prácticamente a la intemperie o guareciéndose allá donde pueden, y todo ello agravado por el cierre de fronteras. ¿Y cómo actúan los gobernantes europeos y la propia Unión Europea al respecto? Miran para otro lado desde el inicio del problema, no buscan soluciones, ni tan siquiera hablan en serio de tan desesperada situación para cientos de miles de personas para las que, en muchos casos, supondrá una muerte segura. Tan solo la UE fijó hace ya muchos meses, y de cara a la galería, una cuota mínima de acogida para cada uno de los estados miembros, un parche que en cualquier caso nadie ha cumplido ni de lejos.

Me entristece, pero sobre todo me puede más la vergüenza y la indignación en estos momentos, la total falta de humanidad y sensibilidad de esta vieja Europa, que ignora con absoluto descaro y despreocupación la crisis migratoria, agravada actualmente con la ola de frío polar extremo que golpea a esas pobres gentes absolutamente olvidadas y presas de un cruel destino.

Y, paralelamente, esta Europa, la Europa que se autodenomina (o se autodenominaba) democrática, solidaria y acogedora, engendra cada día con más fuerza y a costa de la desgracia y el sufrimiento de los desplazados, al monstruo del odio, del recelo, del rechazo a otros pueblos solo por el hecho de ser diferentes cultural y socialmente; del miedo a la absurda idea del intrusismo y la invasión.